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caiman.de septiembre 2001
españa

Jardines de la Fantasía en La Palma
Las obras del pintor canario Manuel Díaz Fernández

Ese rojo – un rojo vivo y apasionado que recuerda una puesta del sol tropical – parece salir del cuadro, invadiendo la mirada del observador. Es el color dominante de la paleta de Manuel Díaz Fernández, un joven pintor que está viviendo y trabajando en la bella isla canaria de La Palma.

Estamos en el estudio dentro de su casa donde se encuentran las pinturas aún no acabadas, así como las que no quiere vender por nada. Manuel me cuenta que, naturalmente, ya de niño había pintado mucho, pero en serio comenzó poco antes de 1987, cuando se matriculó en la Ecuela de Artes Aplicadas en la capital de la isla, Santa Cruz de la Palma. Desde entonces, ha conseguido crear su proprio estilo original e inconfundible.

En muchas de sus creaciones, el espectador cree reconocer las flores y plantas prolíferas del jardín plantado alrededor de la casa de Manuel. Éste su refugio está situado en una colina por encima de la ciudad de Santa Cruz de la Palma. El ambiente de jardín de ensueño y las vistas a la bahía y la montaña ofrecen ricas fuentes de inspiración.

Naturalmente, los paisajes espectaculares de La Palma inspiran algunos elementos claves que reaparecen como un leitmotiv en muchas creaciones de Manuel. El mar y las puestas del sol de vistoso colorido en la coste del oeste de la isla, las formaciones volcánicas, las nubes de los vientos alisios, la fauna y flora subtropical.
Pero el pintor no reproduce nunca los colores naturales y las formas reales, sino invita a pasear por un mundo artificial, un mundo surrealista. A veces, los paisajes en las pinturas de Manuel parecen como creaciones para películas de dibujos animados, originales y encantadoras.

Colores fuertes y llamativos de «cómic» dominan sus lienzos que están poblados de divertidas criaturas de fantasía: allí vuelan pájaros con colas de pescado y plumas como flores abiertas, peces que vuelan, palmas con lirios, tortugas que sonríen graciosamente, con corazas que parecen diamantes radiantes, ángeles diminutos y enanos que llevan inmensos “sombreros de Napoleón”.

El enigma de esos últimos ya se puede resolver pronto. Los enanos “napoleónicos” constituyen un elemento importante de la fiesta popular más grande de la isla, la „Bajada de la Virgen de las Nieves“.

Desde 1676, esa fiesta religiosa, acompañada de muchos elementos profanos, tiene lugar cada cinco años en pleno verano. Una celebración ostentosa que suele durar varias semanas. El núcleo de las festividades es la procesión, en la que llevan la Virgen de las Nieves en un Paso ricamente adornado desde su capilla en el monte a la Iglesia del Salvador de la capital Santa Cruz. Esa ceremonia tiene lugar el último domingo de junio. El jueves de la segunda semana de julio, la fiesta llega a su momento más espectacular. Es el día de la “Danza de los Enanos”, un elemento claramente profano y folklórico dentro de la festividad religiosa.

Y esos enanos que bailan polkas suelen llevar vestidos de estilo rococó y aquellos raros e inmensos sombreros napoleónicos. Así aparecen en muchas pinturas de Manuel – como mensajeros de la alegría de la vida.

A veces son tan diminutos o incluso están “escondidos”, así que a la primera vista no se notan, sino se duscubren más tarde.


Las creaciones de Manuel provocan alegría en el espectador, sea un niño cautivado o un adulto asombrado. La causa de ese alegre estado de ánimo que van creando no hay que buscarla sólo en los colores vivos y alegres, casi „caribeños” de sus pinturas o en el aspecto de que evocan películas de dibujos animados tropicales. Sugestionan un mundo intacto e inocente, un lugar perdido al que se retorna en pensamientos y sueños. O como lo expresó Elsa López:”…ese universo de amor y ficción…un mundo en el que podemos pasearnos sin miedo al dolor y a las pérdidas.”

Hay pinturas en las que Manuel “embotella” todo el paisaje insular de La Palma, estilizado à lo naif y puesta del sol incluída, en botellas de vino con corcho o en un frasquito de perfumes.
Como un regalo para llevar, ofrecido a los turistas. Pero ese “regalo” parece tierno y muy frágil, lo que es la plena intención del pintor: “…El mensaje que quiero dar es el de cuidar todo lo que tenemos enfrente porque si rompemos el equilibrio aquí en La Palma – como a nivel mundial - estamos perdidos. Cada persona ha de hacer todo aquello que siente y contribuir de esa manera a proteger el equilibrio.”

De hecho, La Palma es una isla pequeña, de tan sólo 706 Kilómetros cuadrados. Así que el turismo significa – aparte de buenas perspectivas – también un gran riesgo.

Tanto los habitantes de la bellísima isla de La Palma como los turistas que la visitan tendrán que proteger el medio ambiente – y no sólo en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, sino en toda la isla.

pa`rriba


Para que ese mundo intacto e inocente que aparece en las pinturas de Manuel no desaparezca en la realidad, sino siga abriéndose ante miradas asombradas.


Texto:
Berthold Volberg


Para los amantes de su pintura que quieren comunicarse directamente con Manuel, aquí su correo electrónico:

mdiaz002@hotmail.com

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