ed 04/2014 : caiman.de

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[art_1] España: Don Carmelo y Cayetana en el Camino de Santiago
Etapa Diecisiete: Un Don Quijote del Extremo Oriente
Etapas: [17] [16] [15] [14] [13] [12] [11] [10] [9] [8] [7] [6] [5] [4] [3] [2] [1]
 
14 de Junio de 2013. A las 6 de la mañana abandonamos el Albergue del Espíritu Santo y caminamos todavía algo soñolientos por las callejas de Carrión de los Condes. Y por aquí nos quedamos más tiempo de lo que quisieramos, porque detrás de la Plaza Mayor los habitantes de este bonito lugar obviamente ya no tenían ganas de pintar las flechas amarillas en las paredes de sus casas, las que normalmente sirven para indicar la dirección del Camino a los peregrinos. Así que nos damos una "vuelta de honor" involuntaria por Carrión. Al llegar a la salida de la ciudad, nos encontramos de nuevo cerca de la iglesia que está al lado de nuestro albergue de peregrinos: acabamos de darnos una vuelta entera. Y no somos los únicos perdidos por aquí. Encontramos dos otros grupitos de peregrinos, los primeros de Friburgo, los otros de Estados Unidos, sólo hay peregrinos perdidos en la calle, los habitantes no se levantan tan temprano.

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Entretanto la luz del sol saliente empieza a iluminar las callejas, pero seguimos sin descubrir ni conchas ni flechas amarillas. "Me parece que nos quieran atrapar en este pueblo. ¡Una concha por favor!", grita de repente Cayetana, mi joven acompañante andaluza, impaciente ella como siempre. Otra media vuelta, antes de que encontremos finalmente y por casualidad de nuevo el Camino que nos lleva fuera de Carrión dirección hacia el oeste.

Iluminados por el sol matutino llegamos al primer monumento del día: un kilómetro detrás de Carrión y directamente en el Camino se erige la pomposa fachada del Monasterio de San Zoilo con su original campanario. Será también el último monumento para hoy. Desde aquí, el Camino nos lleva sólo por campos sin árboles, ante nuestras miradas se extiende uno de los paisajes más monótonos de todo el recorrido a Santiago. En un trayecto de casi 27 kilómetros sólo hay dos aldeas, el resto consiste en un inmenso vacío debajo de un sol inclemente. Esta mañana, Cayetana ha reaccionado haciendo muecas de mal humor cuando he colocado una tercera botella de 1,5-litros al lado de su mochila, así que cada uno lleva ahora cuatro kilos y medio de agua. Es que tan sólo para llegar a la primera aldea hay que andar ya 18 kilómetros, sin ninguna tienda  y sin ninguna fuente en el Camino. Esos datos sin perdón le han infundido miedo a Cayetana con respecto a esta etapa, parece más calladita y disciplinada de lo normal. Durante las dos primeras horas de la caminata ella avanza bravamente y sólo bebe un litro de agua.

Mientras que al lado del Monasterio de San Zoilo un pequeño bosque todavía  daba sombra y alegraba la vista, ahora ya andamos por la meseta vacía que se extiende hasta el horizonte.

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A pesar de que el sol esté quemando desde un cielo despejado, en realidad no hace calor, porque el viento es muy fuerte y casi frío, así que  dudamos entre quitándonos la chompa y ponerla de nuevo.

Cayetana rompe el silencio profundo para comentar: "Este paisaje es tan aburrido que una ya se alegra a ver una amapola. Aquí incluso me gusta descubrir colinas – mientras que se queden en el horizonte lejano y no hay que subirlas." Anoche mi brava acompañante me había enseñado – no sin orgullo -  las dos ampollas en su pie izquierdo. Ahora  se queja una vez cada hora, diciendo que le duelen "pa morirse", pero en general hay que alabarla hoy por su disciplina y aguante. Parece haber comprendido que no hay remedio, que tenemos que terminar ese maratón por la estepa cuanto antes. Avanzamos por los campos interminables, contra un viento que a veces suena como un recital de órgano y nos acercamos a un puntito en el Camino, el que pronto se revela como ser humano. A la primera vista nos parece un peregrino normal y corriente : lleva su bordón, una mochila roja con botella de agua  y un sombrero tradicional. "Mira este tío - ¿con quién está hablando?", susurra Cayetana. Ya estamos muy cerca. Es un coreano bajito, hace muecas muy raras y se mueve de una manera que llama la atención: un par de pasos adelante, luego un paso atrás, haciendo gestos como un karatista en pleno combate.  Habla en soliloquios en una rara mezcla de inglés, español y supuestamente coreano y está cimbrando con su bordón en el aire, como si tuviera una espada en sus manos. Probablemente se toma por Don Quijote, lanzándose para luchar contra unos molinos de viento imaginarios en el horizonte. "Me da miedo, vámonos, mi alma", susurra Cayetana. Al pasar, ella le grita "¡Buen Camino, Caballero!"

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Cuando miramos atrás un par de minutos más tarde, aquel Don Quijote del Extremo Oriente nos sigue a cierta distancia, y sigue dibujando con su bordón golpes de espada en el aire. De vez en cuando lanza gritos y chapurrea mezclando varios idiomas con algunas palabras en español. Cayetana hace un gesto de limpiaparabrisas con la mano y aceleramos el paso para guardar la distancia. "¡Está loco perdido ese tío!Toma el Camino por un Casting para una versión china del Quijote." "Coreana "–  corrijo a mi amiga – "creo que se trata de un coreano". "Da igual, de todas maneras un Quijote del  Oriente y sin Sancho Pansa…", responde Cayetana. Marchamos a un ritmo acelerado para alejarnos. Luego reina de nuevo el silencio en la estepa.

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Estamos tomando fotos de un granero de forma redonda, cuando de repente pasa - rápida como un relámpago - una mujer que lleva una gorrita en colores de la bandera estadounidense y está armada con bastones de esquí . No nos mira ni nos saluda. Incluso cuando Cayetana grita con toda la amabilidad del mundo su "¡Buen Camino!" no muestra ninguna reacción, sino se aleja avanzando con prisa. Posiblemente ni siquiera ha escuchado nuestro saludo, ya que corre su maratón llevando auriculares. "Esa tía - ¿¡se cree que aquí jugamos a los Olímpicos?!", grita Cayetana enojada. Siempre lo toma como ofensa si alguien no contesta a sus saludos. "¡Vamos a adelantarnos! ¿Y qué hace por aquí? Si sólo quiere entrenarse, podrá hacerlo en su gimnasio en Yanquilandia, ¡no hace falta venir a visitarnos en España pa eso! Y si no mira ni a la izquierda ni a la derecha , al final le dará igual corriendo por aquí en el Camino o al lado de una autopista en California…" Ambiciosamente intentamos a alcanzarla, pero tengo que admitir que no logramos adelantarnos a "esa tía yanquí dopada" (cito a Cayetana). Sin embargo, un cuarto de hora más tarde – y bastante más temprano de lo que temíamos  – finalmente llegamos a nuestro destino para hoy: Terradillos de los Templarios.

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No exactamente una metrópoli. Al entrar en la callecita del pueblo, Cayetana comenta que aún se puede discutir si "esas cinco casas merecen calificarse como aldea". El reloj marca la 1 de mediodía, cuando estamos delante de la torre de la Iglesia, como siempre poblada por nidos  de cigüeñas. Es un templo para las 55 almas que viven aquí. Durmiendo debajo del sol de mediodía las casas parecen bastidores  para una película del Oeste. Allí está nuestro albergue de peregrinos, cuyo portal se ha decorado con un mosaico de un  Templario. Las tierras de esa región habían pertenecido a la Orden de los Templarios en el Siglo XIII y el albergue los honra con su nombre: Jacques de Molay, último Hermano Mayor de la Orden, ejecutado en el año 1307, a causa de una intriga asquerosa protagonizada por el codicioso Rey francés Felipe el Hermoso y el Papa. Luego el Rey  desalmado y su marioneta el Papa Clemente V. de Avignon repartieron las riquezas de los Templarios entre sí. Aquí en el corazón de Castilla, apartado de Roma y Francia, los caballeros de esa Orden misteriosa supieron defenderse un par de años más contra sus persecutores y los habitantes de Terradillos están orgullosos de su herencia templaria. En el jardín del albergue ondea la bandera que muestra la cruz templaria de color rojo encarnado.

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Es una grata sorpresa que nuestro albergue de peregrinos presenta una oferta especial: también se puede pernoctar en una habitación con cuatro camas "auténticas" y cómodas en vez de quedarse en una gran sala con camas superpuestas, así que vamos a ocupar dos de las cuatro camas. Durante la Siesta se puede observar la típica distribución de los papeles: mientras que yo estoy ordenando nuestras cosas y lavando ropa, Cayetana se pone su bikini de color púrpura para tomar el sol en un rincón de la terraza al abrigo del viento. Cuando dos horas más tarde saco la ropa del secador, mi compañera aparece de repente todavía llevando bikini, pero a la vez sus botas puestas y con su mochila puesta, muy irritada y aparentemente dispuesta a marcharse: "¡Adivina de donde voy!" – "Hueles a Nivea, mi alma, ¿así que de la terraza donde estabas tomando el sol?" – "No, de nuestro cuarto – y ahora adivina quién se quedará a nuestro lado en la cama N° 3? ¡Ese loco Quijote chino! Ahora mismo me voy a buscar otro albergue, es que me da mucho miedo ese Quijote-Samurai! Al final nos tomará por invasores moros y será capaz de descabezarnos con su espada mientras estamos durmiendo! Lo dicho: ¡me voy!" Intento a calmarla, aunque a mí tampoco me gusta la idea de que ese colega tan extraño se quede a pernoctar a nuestro lado. "¡Así no me vas por pueblo!", grito en vano detrás de Cayetana que ya se dirige a andar con su bikini púrpura por el pueblo de 55 almas en busca de un nuevo albergue. No hay que mencionar que su apariencia causa cierto escándalo en Terradillos. Después de diez minutos vuelve, pone su mochila de nuevo al lado de la cama N° 2 y me cuenta que el otro albergue está completo. Lanza una mirada inquieta al invasor del Extremo Oriente, el que está  pacíficamente durmiendo la Siesta, habiendo cubierto su cara con su sombrero.

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Durante la cena en el albergue la conversación gira alrededor del Don Quijote coreano. "¿Habeis visto también a ese trastornado, el que confunde su bordón con una espada?" "Lamentablemente no se trata de verlo desde lejos", anuncia Cayetana a todos que están cenando con nosotros – "es que ya lo tenemos muy cerca y dormirá a nuestro lado: ¡así que yo no voy a dormir ni un minuto esta noche!" Miradas llenas de compasión y cuchicheo agitado son la reacción de los otros peregrinos. Daniel, un joven bronceado de Seattle, con una sonrisa encantadora le pregunta a Cayetana, si quiere que vaya a velar al aldo de su cama. Además presenta una teoría aventurera acerca de nuestro Quijote, provocando la risa entre todos los presentes: "Es que yo creo que a ese Quijote le ha pagado acaso el Ayuntamiento de Carrión, para que vaya a divertir a los peregrinos durante ese trayecto monótono…" Cayetana lanza una mirada apasionada al guapo Daniel y ya me temo lo peor. Pero ahora se va a esconderse en su saco de dormir, y sola. A pesar de sus temores, Cayetana se duerme y en su sueño tiene la visión de que en medio del Camino planta un pino pequeño con sus propias manos y lo riega, para que crezca y ofrezca sombra en el futuro.

Texto + Fotos: Berthold Volberg

Recomendaciones y enlaces: Etapa de Carrión de los Condes a Terradillos de los Templarios: 26,5 kilómetros
www.redalberguessantiago.com
www.turismocastillayleon.com

Alojamientos:
Alojamiento en Calzadilla de la Cueza: albergue privado de peregrinos "Camino Real", Calle Francesa N° 26, Tel. 979-883 041: lavadora y secadora, Internet, jardín con piscina, sin cocina, comidas/cenas en el Bar del mismo nombre. Cama 7 Euros.

Alojamiento en Terradillos de los Templarios: albergue privado de peregrinos "Jacques de Molay", en el centro: Calle La Iglesia N° 18, el templario en la fachada marca la entrada y en el jardín está ondeando la bandera con la cruz templaria, Tel. 979-883679; sala con camas superpuestas (Cama 7 Euros) así como una habitación con 4 camas  "normales" (Cama 10 Euros), lavadora y secadora, Bar y Restaurante, bonita terraza, pequeña tienda, amable acogida. yacquesdemolay@hotmail.com

Gastronomía:
Gastronomía en Calzadilla de la Cueza: Bar/Restaurante del albergue de peregrinos "Camino Real", oferta limitada, pero buena y barata.

Gastronomía en Terradillos de los Templarios:  Restaurante del albergue de peregrinos "Jacques de Molay": Menú de peregrino (tres platos, pan y vino incluído) 12 Euros.

Iglesias:
Monasterio de San Zoilo: un kilómetro al oeste de Carrión de los Condes en el Camino,  (Horario: 10.30 – 14.00 horas y 16.30 – 19.00 horas).

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