ed 02/2013 : caiman.de

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[art_1] España: Don Carmelo y Cayetana en el Camino de Santiago
Etapa tercera: la Sagrada Cena de Arrés – [8] [7] [6] [5] [4] [3] [2] [1]
 
17. de Agosto de 2012. Después de la paliza sacra de ayer (la subida a San Juan de la Peña), hoy hay que ahorrar energías y seguir metas menos ambiciosas, por ello nuestra etapa para este día será la más corta de todas - sólo 17,5 kilómetros. Así que mi joven acompañante Cayetana y yo empezamos tranquilamente, disfrutando de un desayuno barroco en el Hotel de Santa Cruz de la Serós – tanto lujo será una excepción. Es que en los albergues de peregrinos no suelen ofrecer desayunos, se empieza a caminar con la salida del sol sobre las 6 de la mañana (o antes), y en muchos casos hay que esperar hasta el mediodía para llegar a un lugar que ofrece una infraestructura gastronómica. Así que disfrutamos de ese desayuno, nos parece ya medio almuerzo. Antes de volver a seguir el Camino, compramos todo lo necesario para dos días en la única tienda del pueblo: 6 litros de agua, y también galletas, almendras y papas. Tenemos que prepararnos bien, ya que ahora vamos a pasar por inmensas soledades, y durante al menos dos días no habrá ninguna ocasión de comprar alimentos en una tienda o supermercado. El Camino nos llevará por los pueblos fantasmas del Aragón, Arrés y Ruesta, y Cayetana ya espera con impaciencia esa aventura.



La ola de calor domina el norte de España, de momento hace tanta calor aquí como en Andalucía, para toda la semana los pronósticos del tiempo han anunciado máximas de por lo menos 40° grados y los dos días más calurosos llegando a marcar los 42° grados serán hoy y mañana. Como todavía es temprano, la temperatura es soportable y vamos cuesta abajo, por sendas románticas pasando por retama y acompañadas por cientos de mariposas. Cerca de Santa Cilia llegamos de nuevo a la N 240. Como en muchos otros tramos del Camino, hace poco han trazado aquí, sólo a una docena de metros y paralelamente con la N240, un sendero bonito por prados y bosques, para que los peregrinos que van a Santiago puedan escapar del ruido mundano de la carretera y concentrarse mejor en contemplar el paisaje y meditar. El único problema: ese Camino sigue ahora en el otro lado de la muy frecuentada N240. Existe un paso de cebra y la la señal de aviso "peregrinos cruzan la carretera", pero en España, los pasos de cebra suelen tener una función meramente decorativa – siendo peatón, no es recomendable fiarse de que los coches realmente se vayan a parar.



"¡Tienen que parase, porque somos peregrinos! ¡Quien nos atropella, se va directamente al infierno!", anuncia Cayetana, sabiéndose protegida por la mano de Dios y la concha de Santiago, y sin mirar a ningún lado se lanza a atravesar la calle por el paso de cebra. Los ateos tocan la bocina. Muy poco falta para que un coche de color gris plateado se haya llevado mi brava compañera a la vida eterna, pero en el último segundo evita la colisión. Enfurecida, ella grita una maldición muy andaluza, lejos del espíritu del perdón y de la caridad cristiana y ahora me toca a mí tranquilizarla. Vamos a la sombra de un bosque cuando de repente descubrimos todo un ejército de pequeños pirámides de piedras.

Normalmente aquellos símbolos de palizas superadas son erigidos por peregrinos se encuentran en cumbres conquistadas después de subidas penosas. ¿Pero qué sentido tienen aquí en un terreno llano y más bien cómodo? "Parece que aquí alguien haya tenido un montón de tiempo", comento el espectáculo. "O se habrá aburrido como una ostra", añade Cayetana. Luego me ataca con su súplica: "¿Y cuando paramos por fin para echar una Siesta? Es que el aire está ardiendo." Entretanto ya son las 4 de la tarde y hemos alcanzado los temidos 42° grados. "Pero mi alma, tú deberías estar acostumbrada a la calor, ya que vienes de Andalucía, la región más calurosa de Europa". "Sí, pero allí no voy andando por las calles a la hora de la Siesta cuando el asfalto se va fundiendo, sino estoy tumbada en mi sofá a la sombrita del Patio".



El último tramo del Camino de hoy nos lleva por un sendero romántico con vistas magníficas al Canal de Berdún. Como cada día, los últimos tres kilómetros hasta llegar al destino nos parecen durar una eternidad y desde luego al final hay que subir cuesta arriba. Bastante agotados y bañados en sudor bajamos del bosque y nos encontramos en medio del "pueblo fantasma" de Arrés, el que parece haber resucitado este día de verano. ¿Nos están esperando? Delante del albergue de peregrinos, que lleva el bonito (y bien merecido) nombre "La Casa de las Sonrisas", han colocado un largo banco de madera donde está sentada una docena de peregrinos, mirándonos con curiosidad. "Buenas tardes", saludamos con las voces roncas por la sed. Antes de que podamos decir algo más un hombre de mediana edad – aparentemente el hospitalero – nos da la bienvenida y nos ofrece una bebida salvavidas, preparada en un gran jarro. Es como un coctel creado especialmente para peregrinos que están a punto de morirse de sed: una limonada deliciosa de agua helada con hojas de menta fresca y trocitos de limón. No me acuerdo cuantos vasos hemos tomado, al final dejamos el jarro casi vacío. El hospitalero está contento de que nos haya gustado tanto su creación (asegura que se trata de una patente solicitada) y nos pregunta: "Ahora que habéis recuperado la voz, podríamos conversar un poquito – ¿acaso entendéis un poquito de español?" Antes de que Cayetana pueda aclarar que ella es española, me adelanto diciendo – y suena más arrogante de lo que quisiera: "Bueno, he escrito mi tesis en español sobre San Juan de la Cruz…" El hospitalero casi habría dejado caer el jarro. Disimulando su asombro y mirando a todo el grupo sentado en el banco nos propone: "Bueno, entonces incluso podéis ofreceros como intérpretes para los otros." Los otros son una pareja de jóvenes holandeses, Luuk y Mareike, Ben, un inglés de veinte años, y Paulo*(*todos los nombres cambiados por la redacción), un brasileño de avanzada edad, viniendo de la Roma negra Salvador da Bahía. Sin embargo, en total son españoles que dominan la docena de peregrinos reunidos aquí en Arrés: un grupo de profesores de Valencia y dos jubilados de Barcelona.



Pronto empieza una conversación multilingüe. Ya que el lugar del destino está claro, las preguntas más frecuentes se refieren a los puntos de partida, y al lugar hasta dónde piensa cada uno llegar (porque sólo una minoría tendrá vacaciones tan largas que puede hacer el Camino hasta el final). Y siempre en el foco del interés: los motivos que han llevado a los peregrinos a este rincón remoto en el Alto Aragón. En las respuestas encontramos de todo entre la búsqueda mística y ambiciones deportivas. Los valencianos quieren descubrir paisajes de España que aún no conocían, Cayetana quiere encontrar "gente interesante y alternativa" y Ben quien acaba de empezar sus estudios, espera que el Camino le vaya a descubrir su camino, su futura vocación.

Paulo el brasileño se acerca y sin decir una palabra nos entrega unos lazos de tela amarilla – todos los otros ya los tienen en sus muñecas. En el lazo podemos leer "Senhor do Bomfin". Paulo nos abraza murmurando una explicación en portugués. No comprendemos todo, pero nos parece que haya dicho que el Cristo del Buen Fin nos ampare durante todo el Camino ya que somos buena gente (esperamos que tenga razón…). En el momento cuando preguntamos a la pareja holandesa por su motivación, el hospitalero convoca a todo el mundo: "I˙ Vamos a poner la mesa, que la cena ya está lista!" Hay una ensalada enorme, pastas con tomates y queso y vino tinto abundante. El hospitalero, contento con la vida que florece de nuevo en el "pueblo fantasma" de Arrés, mira a la reunión diciendo: "Antes de que empecemos a comer, una pregunta: ¿como se puede reconocer un peregrino que va a Santiago (la concha aparte)?" Un par de segundos reina el silencio. "Bueno, es una que cae muerta a la cama después de la puesta del sol y ya no puede caer en ninguna tentación", dice Mareike, provocando la risa de todos. "Los peregrinos son los que siempre tienen sus botellas de agua vacías, ansiosos de encontrar una fuente", añade Cayetana. "¿O por su mirada ensimismada?", propone Luuk. "Sí, quizás también", responde el hospitalero. "Pero me refiero a otro detalle, hay que fijarse: al menos durante el verano todos los peregrinos están más morenos en el lado izquierdo que en el derecho – sobre todo se nota en los brazos y hombros – ya que siempre caminan hacia el oeste y el sol de mediodía que brilla del sur le da algo más al lado izquierdo que al derecho." Todos quedan mirando su piel, comparan brazos y piernas y se echan a reír: I˙ la izquierda está más bronceada que la derecha, tiene razón! Habrá que marchar hacia atrás durante la mitad del Camino para obtener un bronceado equilibrado.

Durante la cena volvemos a la conversación acerca de la motivación que nos ha llevado al Camino y Ben, el joven inglés, define el Camino como un "walking comment" ("comentario andante") a la crisis bancaria y económica de Europa. El hospitalero hace suyo esa idea: "Efectivamente, no deberíamos permitir que definan nuestra Europa sólo como un proyecto económico fracasado. Europa es mucho más que transferir dinero de un banco al otro. Y el Camino nos recuerda cuantos tesoros de arte y maravillas de la naturaleza tenemos aquí en nuestra vieja Europa desde siglos."

Y su mujer toma la copa de vino, y echa el brindis acompañado por el aplauso del grupo: "I˙ Vamos a brindar que tengamos una Europa de las personas y no una Europa de los banqueros!"

En esta "Casa de las Sonrisas" se reúnen seres humanos viniendo de los países más diversos de Europa (y del mundo), por la mañana todavía no sabían dónde iban a pasar la noche, buscando un albergue como María y San José, y aquí encuentran mesa y cama, celebrando una Sagrada Cena en medio de las ruinas de un pueblo casi abandonado que así se llena de nueva vida. Una idea así habría gustado al predicador carismático, crucificado en Jerusalén hace dos milenios, pero sembrando un mensaje que ha llegado a todos los continentes.

Es un poco como si fuera la Sagrada Cena, sólo que falta el protagonista. "¡Allí viene Jesús!", exclama Cayetana de repente mirando al sendero del bosque que nos trajo aquí. Viene un caminante cansado, se acerca iluminado por la luz del sol poniente, y de hecho se parece a las representaciones más comunes de Jesús: tiene poco más de treinta años, cabello negro y un poquito largo y barba, una sonrisa angélica. Algo tímido saluda a todo el mundo. El hospitalero le trae una silla y todos le miran con curiosidad. Es un italiano y su nombre es Pietro. Cuando ya ha comido algo, le preguntamos por el motivo que le ha llevado al Camino. Pietro responde en excelente español, que no le gusta hablar mucho de sí mismo. "Sólo espero de todo corazón que para todos los que hoy estáis aquí reunidos conmigo compartiendo esta cena se vaya cumpliendo vuestro deseo más ardiente durante o después del Camino." Cayetana le echa una mirada de adoración y comenta su frase tan bonita con un "¡Olé!". Luego se pone roja, porque todos quedan mirándola. En este momento el hospitalero invita a contemplar la puesta del sol, subimos un par de metros hasta llegar al punto más alto de Arrés y ya es tiempo. El sol, medio cubierto por nubes, se despide del día con la promesa de volver a aparecer mañana con una intensidad abrasadora. Entramos en el pequeño templo del pueblo que nos sorprende por su estilo encantador – los retablillos están llenos de angelitos y Vírgenes – y nos hace recordar el Barroco romántico de iglesias latinoamericanas.



Durante la noche hay poco de romanticismo, porque como es casi normal en un dormitorio con tanta gente, el silencio nocturno está invadido por una sinfonía de ronquidos en tono mayor, acompañada por un concierto de ladridos de todos los perros del pueblo. Además, como dirá Cayetana el día siguiente, "fuimos demasiado cansados para dormir bien". Durante horas intento en vano dormirme, contando perros mudos en mi imaginación, y finalmente, sobre las tres de la madrugada me duermo soñando con limones jugosos y hojas de menta gigantes que vuelan por un Cielo siempre azul.

Texto und Fotos: Berthold Volberg

Recomendaciones y enlaces:
Etapa desde Santa Cruz de la Serós hasta Arrés: casi 18 Km

Albergue de Peregrinos en Arrés: Muy bonito ambiente en la "Casa de las Sonrisas", un albergue muy acogedor y auténticamente cristiano. No hay precio oficial pero conviene dejar un óbolo, hay que pensar en financiar la cena y desayuno – para sí mismo y para los demás, ya que la comida no cae del Cielo. Aquí los peregrinos cenan juntos y se reúnen para la "oración de la puesta del sol" en la colina al lado del pequeño templo que destaca por su decoración encantador. El Albergue de Arrés me ha ofrecido uno de los momentos más inolvidables del Camino. Tel. 974-3773074

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