De nuevo, el coche del Caiman recorre tierras extremeñas, una de las regiones que más soledad ofrecen en Europa. Desde Trujillo partimos a la tercera (y de momento última) etapa de nuestro viaje de descubrimientos por el corazón de la Extremadura. Entretanto, nos hemos convertido en un cuarteto de especialistas de queso y descubridores de licor de cereza, por lo que pesamos ya algunos kilitos más. Pero también ampliamos nuestros conocimientos de historia del arte y ahora vamos a descubrir el complejo monumental más impresionante de la Extremadura : el Monasterio de Guadalupe. Hace sólo 10 años que esta carretera constituyó una verdadera aventura para cada viajero, debido a baches tamaño campo de fútbol que llegaron a medio metro de profundidad. Ahora, se encuentra bien asfaltada con fondos de la UE, esperando a que aumente el escaso tráfico.
Durante el viaje, el bello paisaje extremeño nos ofrece las vistas más típicas: suavemente ondulado, con encinares que llegan hasta el remoto horizonte, cerdos de pata negra pacíficamente comiendo sus bellotas y las cigüeñas que coronan la imagen arcádica con sus vuelos elegantes. El paisaje está cada vez más verde y montañoso y en el este ya se ve la Sierra de Guadalupe. Delante de las sombras de sus cumbres, como un inmenso trono de torres y piedra, se erige a unos 700 metros un gigantesco castillo de Dios. Todo el complejo arquitectónico del Monasterio de Guadalupe tiene una superficie de 22.000 m_ y las blancas casas pequeñas de la villa parecen buscar el amparo y refugio de las murallas del monasterio. En efecto, todo el lugar vive casi exclusivamente de la Virgen y del turismo sacro y sus calles se caracterizan por un gran número de pequeños hoteles, tiendas de recuerdos y cuestas. La historia de Guadalupe (el nombre árabe significa: Río oculto) comenzó con un episodio típico del nacimiento de un lugar de peregrinación. Alrededor del año 1300, un pastor de ovejas encontró cerca del pequeño río una estatua antigua de una Virgen morena y construyó una capilla para ella. El Rey Alfonso XI. creía que su victoria importante en la batalla del Río Salado en 1340 se debía al amparo de esta Virgen. Por ello, fundó un monasterio aquí en Guadalupe. De la construcción original apenas se ha conservado nada, la mayor parte del conjunto monumental que vamos a visitar ahora se construyó entre 1389 y 1460 y fue ampliado y barroquizado parcialmente en el Siglo XVII. En el año 1993, la UNESCO lo declaró Patrimonio Universal de la Humanidad. Así que las expectativas son bien altas.
La primera decepción nos sorprende cuando a la entrada llegamos a saber que una visita individual del monasterio no es posible, sino es obligatoria la visita guiada y en grupo, y está prohibido tomar fotos. (Debido a ello, hay muy pocas fotos en este artículo). Como era de temer, nos toca una dura suerte: nuestro grupo consiste de dos matrimonios ingleses de avanzada edad y un autobús de una casa de ancianos españoles. No es que el Caiman tenga algo en contra de representantes de la tercera o cuarta edad, pero en este caso parecía como si se hubieran juntados todos los semisordos, amantes del cotilleo y tontitos de la región.
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En cada sala de exposición lo mismo: mientras que el guía explica algo, todo el mundo está charlando y después preguntan exactamente lo mismo que el guía acaba de contar. Además, están bloqueando siempre las puertas de entrada y salida y repiten tres veces la misma pregunta al guía. Éste no destaca exactamente por su talento de cautivar a los visitantes. Se le nota demasiadamente que está acostumbrado a contar cada día lo mismo y lo hace como recitar un poema sin emoción, sin chispa. Resumiendo, las maravillas de Guadalupe merecerían una mejor presentación.
Enmarcando el claustro, hay tres salas de exposición. En la primera, se encuentra el Museo de los Bordados donde las abuelitas del grupo están comentando las distintas técnicas de bordado con mucho entusiasmo. Nosotros preferimos salir para admirar con tranquilidad y en silencio el Claustro de los Milagros durante un par de minutos, antes de que todo el grupo lo vaya conquistando. Con buena razón lleva este nombre, su arquitectura es única. Si no se viera la iglesia a su lado, uno podría creer encontrarse en el patio de una mezquita. Está dominado por arcos de herradura que recuerdan a la Koutoubiya de Marrakech.
En el centro aparece un pequeño milagro arquitectónico: un templete mudéjar, construído por Juan de Sevilla (1405) un edificio original y lleno de fantasia, muy singular por su decoración árabe, es como un inmenso diamante.
En la segunda sala podemos contemplar Miniados y Cantorales que datan del Siglo XIV hasta el XVII. Esta colección es sin duda una de las más importantes del mundo. Las ilustraciones preciosas de los cantorales que a veces tienen un tamaño de un metro o más, ejercen un efecto hipnotizador en los espectadores. Oro, rojo y azul están brillando en las páginas centenarias de los miniados. Después de salir, la mayoría toma fotos del Claustro de los Milagros, único lugar del monasterio donde está permitido fotografiar. Especialmente las parejas inglesas están entusiasmados ante tan exótica arquitectura a gritos de How marvellous!.
La sala tercera, de Bellas Artes, ofrece obras de muy variada calidad. Entre objetos mediocres, sobresalen pinturas de El Greco y Goya. Ahora nos alegramos de entrar en el edificio « estrella » del conjunto : la Sacristía. Se caracteriza por decoración manierista y barroca y los ocho famosos lienzos del pintor más grande de la Extremadura. Francisco de Zurbarán (1598 1664), uno de los maestros de la Escuela Sevillana, era un especialista en retratos de monjes y alegorías que ilustraban las virtudes de los jerónimos. A pesar de que en en estos cuadros dominen los coloros tenebrosos, también reconocemos uno de sus talentos particulares era el pintor de la blancura. Ningún otro, ni siquiera el gran Velázquez, era capaz de pintar tan diferentes matices del color blanco de una manera tan naturalista en sus cuadros. No todo es Zurbarán en la Sacristia. Hay que contemplar una magnífica escultura, tantas veces olvidada y apenas mencionada en los libros y guías. Se trata de un San Jerónimo del escultor florentino Pietro Torrigiani, una obra verdaderamente genial que ocupa el centro del retablo. Destaca por su anatomía realista hasta en los más pequeños detalles.
Entramos en este momento en el penúltimo edificio de nuestra expedición, la Capilla de la Virgen. Es un octógono interesante de estilo barroco con nueve cuadros del pintor Luca Giordano y las estatuas de las mujeres fuertes del Antiguo Testamento: Sara, Débora, Rahel, Ruth, Abigail, Ester, Judith, así como María. Aquí aparece un monje vestido de negro para ayudar al guía. Él solo puede iniciar el evento sagrado, apretando un botón mnisterioso. De repente, se mueve la pared, un extraño sonido anuncia su llegada. Finalmente aparece ELLA: la Virgen de Guadalupe, patrona de los pueblos hispánicos y de los primeros indios que Colón trajó aquí en 1493 para que sean bautizados. La Virgen se mueve en su trono que gira del Retablo Mayor de la Iglesia a esta capilla. Es bastante más chiquitita de lo que esperábamos, su cara casi negra parece diminuta entre todos sus ropajes. En este momento grita una turista inglesa: ¡Oh look, the Virgin is a nice little black baby!! Es demasiado. Aunque tenga razón, toda la meditación se esfuma en este instante, tenemos que reírnos por esta exclamación tan inesperada y salir de la capilla sagrada, porque no podemos contener la risa. Seguramente, la Virgen nos perdonará. Después de recuperar la debida seriedad, visitamos la Iglesia principal del monasterio, donde en el centro de un bello Retablo Mayor se encuentra la Virgen, ya vuelta con un movimiento girador de su excursión a la capilla. Media hora más tarde, desaparece de nuevo, dejando un hueco en el retablo. Después de contemplar varias veces esta atrevida técnica del trono girador, decidimos bautizarla el ascensor de la Virgen. Aparte del Retablo Mayor, se puede apreciar los frescos del pintor renacentista Juan de Flandes que adornan la preciosa bóveda en el coro. Singulares como el templete mudéjar son los dos inmensos rosetones de la iglesia. Parecen inmensos azulejos de piedra, tan laberínticas y místicas que las miradas se pierden en ellas y que invitan a viajes meditativos al Castillo Interior.
Texto: Berthold Volberg Fotos: Manuel Valverde Ferrer und Berthold Volberg
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Después de ver tanto monumento monumental, tres museos, dos claustros, una iglesia y dos capillas, se ha acumulado mucha hambre o sea inmenso apetito. El Caiman recomienda: ¡Quedarse en el Monasterio!
Pues, la Hospedería del Monasterio no sólo ofrece 47 habitaciones en su hotel, sino también dispone de un restaurante excelente en un ambiente muy adecuado. Las mesas se han colocado alrededor del Claustro Gótico y en la carta tentadora hay muchas especialidades elaboradas según recetas de los monjes, como delicias de postre y licor de cereza. Y considerando la excepcional calidad no resulta nada caro. Para un menú completo con muy buen vino (Monasterio de Tentudia) incluído, pagamos entre 20 y 28 Euros por persona. Especialmente recomendable: todos los platos de carne de cabrito, cordero a la miel y el plato de quesos extremeños. Pero lo divino son los postres : muy originales helados y la incomparable crema de castañas al jerez. Acompañados por el licor de cereza quizás el mejor de la Extremadura - del monasterio, los postres parecen una tentación para quedarse más tiempo en la sagrada Sierra de Guadalupe.
Hospería del Monasterio:
Dirección: Monasterio, 10140 Guadalupe (Cáceres)
Tel.: (0034)-927-367000
Fax: (0034)-927-367177
Monasterio de Guadalupe:
El Monasterio se puede visitar: cada día entre 9.30 13.00 y 15.30 18.30 horas
Tel.: (0034)-927-367000
Dirección: véase arriba
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