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Bolivia: Potosí – Los condenados del cerro de la plata

En las alturas del altiplano boliviano yace la ciudad de Potosí, un ejemplo de que, las regiones latinoamericanas que actualmente están más marcadas por la pobreza y el subdesarrollo, en el pasado frecuentemente vivieron una época de gloria económica. Ante las puertas de la ciudad se levanta majestuosamente el "Cerro Rico", y recuerda continuamente la trágica historia de Potosí.

Sus inmenso yacimientos de plata convirtieron en los siglos 16 y 17, a la ciudad ubicada a 4090 metros de altura en un punto central del accionar colonial, el comercio con Perú y Chile florecía, surgían Iglesias y edificios pomposos. Hace mucho que ya no hay plata.



Desde principios del siglo 18. Comenzó el descenso del comercio de la plata y al mismo tiempo que se proclamaba la independencia boliviana en 1825 llegaron definitivamente a su fin la aparentemente inagotable riqueza del cerro.

Los años de gloria de Potosí fueron para los conquistadores una época de decadencia: Fiestas exuberantes y Misas suntuosas. Las victimas del estilo de vida excesivo fueron los aborígenes del continente, los cuales fueron desarraigados de sus pueblos y comunidades por los colonizadores y obligados a trabajar en las minas.

Accidentes de trabajo, gases subterráneos y mercurio altamente venenoso utilizado para obtener plata a través del proceso de amalgamización, exigieron ocho millones de vidas humanas de la población indígenas, en tres siglos.

Hoy en día la ciudad parece abandonada, solo los vestigios de edificios magníficos restan del brillo de tiempos pasados -así como el cerro de la plata- el cual ofrece una vista esplendorosa ante el cielo de azul profundo del altiplano, con sus montículos de piedras multicolores depositados alrededor de las entradas a la mina.

Condiciones de trabajo inhumanas
Aun cuando desde ya hace casi dos siglos no se encuentra ni un gramo de plata en las minas, los hombres de Potosí siguen trabajando hoy en día en las oscuras cuevas, a veces hasta 36 horas seguidas. Su rendimiento son cinc y otros minerales de calidad inferior. Muchos mineros cavan desde temprana edad en uno de los miles de túneles.

Las ganancias para ellos serán casi nulas, los trabajadores obtienen, desde el descenso de los precios en el mercado mundial, alrededor de $50 Us-dol. por ocho toneladas de hallazgo, jamás suficiente para alimentar a una, un su mayoría, familia numerosa, sin embargo otras posibilidades para ganarse la vida son casi inexistentes, en esta región con infraestructura poco desarrollada. A más tardar después de diez años de trabajo minero, la salud de los trabajadores esta irreparablemente dañada, el ingrato polvo de las paredes rocosas penetra en la piel de los mineros, disminuye su sentido olfativo y función del gusto e invade sus pulmones los petrifica y finalmente los

La Coca y El Tío son la única esperanza
Los "condenados del cerro de la plata" se reúnen a veces después del trabajo en uno de las cuevas más oscuras del "Cerro Rico". Allí vive "El Tío", patrón de la mina, una figura de barro que parece diablo, vigila el éxito y el infortunio al cavar. Los mineros creen ciegamente que las ofrendas que le hacen de manera regular, tienen como consecuencia una buena ganancia. Especialmente los cigarros y las hojas de coca ayudan a ganarse la merced del Tío.

El trabajo en las minas de Potosí es organizado hoy en día por los mismos trabajadores, los cuales se han juntado en cooperativas. Organización significa para ellos conseguir los principales instrumentos de trabajo: Dinamita para reventar la roca y hojas de coca que son el motor del trabajo infernal, ya que entonces y hoy los mineros mastican hojas de coca, para poder soportar las condiciones inhumanas de trabajo.

El consumo de coca fue fomentado explícitamente después de la conquista por Pizarro, ya que los españoles reconocieron estar ante un negocio lucrativo. Solo en Cuzco vivían en el siglo 16 cientos de comerciantes de coca, a la mina de plata de Potosí llegaban anualmente un millón de hojas de coca. Hoy en día los mineros obtienen las hojas casi siempre como regalo de los visitantes a las minas, ya que actualmente la mina ha sido abierta para los espectadores.

Quien tenga la oportunidad de estar Bolivia, debería aprovechar la estadía para realizar una visita a las minas del cerro de la plata. Seguramente una de las experiencias más impactantes que se puede tener durante los viajes por Bolivia. ¡Pero piénsenlo bien, antes de ponerse a comprar dinamita y coca!


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