caiman.de 09/2009
[art_3] España: La pequeña joya de Colonia - Santa María Lyskirchen
Santa María Lyskirchen, una iglesia románica de Colonia, la que se encuentra cerca de la orilla del Rin y del antiguo puerto. Ese templo románico, de dimensiones realmente modestas y más bien una capilla, sin embargo es una auténtica joya entre las 12 iglesias románicas de Colonia debido al simple hecho de que es la única que apenas fue destruída durante la Segunda Guerra Mundial y por eso sigue siendo auténtica en su estructura general.
Pero toda la estructura arquitectónica y las bóvedas de piedra se salvaron y con ellas se conservó el tesoro más grande del templo - los frescos medievales de mediados del Siglo XIII. Esas pinturas interesantísimas estaban escondidos durante mucho tiempo y fueron redescubiertos debajo de capas de cal o pinturas más recientes hacia el año 1880. Desde entonces, se puede contemplar esos frescos que son de los más importantes de estilo románico en toda Alemania y los que por milagro sobrevivieron el infierno de la Segunda Guerra Mundial.
Lo más llamativo es la fachada de la puerta principal, muy peculiar y con elementos mudéjares. Pero el verdadero tesoro que ha dado fama a esa iglesia son los frescos románicos, sobre todo los de las bóvedas centrales y de las dos capillas del coro, todos pintados entre 1230 y 1250. En los Siglos XVI y XVII, Santa María Lyskirchen fue reformada, añadiendo elementos góticos (vidrieras góticas remplazaron las románicas del coro) y barrocos (retablo mayor, hoy ya no existe, los elementos barrocos fueron quitados a finales del Siglo XIX). Aparte de los famosos frescos, el templo contiene poca decoración destacable. Hay un par de vidrieras góticas en la nave norte, un púlpito interesante a la derecha del coro.
Es una Virgen a la vez majestuosa y serena que lleva un Niño Jesús en los brazos. El Niño está tallado en pleno movimiento y parece casi travieso, como queriendo escapar del abrazo de su madre. Es toda una escena plena de vida y muy realista que un maestro desconocido del gótico alemán nos ha dejado en una esquina de esa iglesia, donde siempre hay muchas velas encendidas por los fieles.
Y después de contemplar esa pequeña maravilla que resistió a los temblores de dos guerras mundiales, es recomendable cruzar la avenida de la orilla para entrar en el Museo de Chocolate, si no para visitarlo, al menos para dejarse llevar por las tentaciones de su tienda de trufas. Texto: Berthold Volberg Fotos: Thomas Jäckel [print version] / [archivo: españa] |