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España: La muerte de una fotógrafa: Gerda Taro (1910-1937)

La fotógrafa Gerda Taro raramente aparece en los libros de fotoperiodismo. Una mujer olvidada, y sin embargo capaz de transmitir en sus imágenes de la Guerra Civil Española (1936-1939), la gran tragedia humana que supuso este enfrentamiento bélico.

Juzgar a Gerda Taro tomando en cuenta, únicamente su labor artística, sería no obstante una equivocación. Para ella, sus convicciones políticas y su trabajo profesional eran las dos caras de la misma moneda. Era una mujer comprometida, con valores que hoy consideraríamos democráticos que quiso mostrar, sobre todo al final de su corta carrera, lo que realmente supuso aquella rebelión militar. Comprometida hasta el final: su dramática muerte la convirtió en la primera fotoperiodista fallecida mientras cubría una guerra. Si – casi por casualidad – sale su nombre en algún tratado, es porque fue la pareja de otro gran fotógrafo, al que en realidad inventó: Robert Capa.

Gerda Taro, cuyo nombre era Gerta Pohorylle, nació el 1 de agosto 1910 en Stuttgart (Alemania), hija de judíos de Galicia (en el momento de su nacimiento esta región pertenecía a Austria-Hungría, hoy se encuentra entre Polonia y Ucrania). Con el final de la Primera Guerra Mundial, su nacionalidad pasó a ser polaca, a pesar de vivir en Alemania.


Gerda se sentía diferente desde un principio. Como consecuencia de las escasas cualidades que su padre mostraba para el negocio familiar: venta de huevos al por mayor, la familia disponía de poco dinero, comparado con el ambiente altamente burgués en el que se movía la joven Gerda. La visita de unas amigas a su casa y la consiguiente marginalización social por "pobres", llevó a Gerda a diferenciar muy bien entre sus amigos y su familia. Su energía vital, su belleza física y su autoestima inquebantable, hacían de ella, el blanco natural para el chisme envidioso de sus compañeras.

A pesar de esto, su adolescencia es la típica de una hija de familia burguesa: en el club de tenis conoce a su primer amor. Rico y muchos años mayor que ella, la lleva en su coche descapotable de fiesta en fiesta. A los diecisiete años, estudia en un internado suizo – financiado por su "provocadora" tía Terra –. Para "completar" su educación: piano, gestión del hogar, modales. Todo apunta a que se casará con aquél industrial inglés, para vivir una vida de enfant terrible, dentro de la alta sociedad.

Entonces se produce un cambio en su vida mucho más importante de lo que inicialmente parece: su padre tiene que huir de Stuttgart por una cuestión de deudas acumuladas. La familia se traslada a Leipzig, una ciudad mucho menos burguesa que Stuttgart. Los locos años veinte están a punto de acabarse y nacen los treinta, década de los grandes movimientos políticos radicales. Gerta conoce a Georg Kuritzkes, hijo de Dinah Gelbke, revolucionaria, comunista y conocida de Lenin.

Gerda descubre aquí su verdadero mundo: de la muñequita bonita, sale la mujer política, de convicciones muy fuertes contra el fascismo, contra la dictadura, contra un mundo inhumano. Nace también la Gerda que se enfrenta a los tópicos como a ella le place. Y que vive a fondo. "Me doy cuenta que una puede estar perfectamente enamorada de dos hombres. ¡Que se vayan al diablo! Si me comiera el coco sería muy tonta", escribe a una amiga.

El 30 de enero 1933, Hitler es proclamado canciller del Reich. Su actividad política la lleva, rápidamente, a un enfrentamiento con este régimen. En una acción clandestina, la Sturmabteilung (SA) o "sección de asalto", la detiene. Cuando la llevan a una celda, los demás presos se sorprenden por su elegante ropa. ¡Oh! –dice ella a título de disculpa – es que la SA, me detuvo cuando estaba a punto de salir para ir a bailar. Una frase más que típica para esta mujer que era capaz de encantar y convertirse, incluso, en la niña mimada de la cárcel. Como su consulado reacciona con envidiable rapidez y como ella es capaz – a base de falsas lágrimas – de convencer a su interrogador de que es "inocente", consigue salir de la cárcel.

La vida en esta "nueva" Alemania, se le hace imposible. Comienzan las represalias contra judíos con el despido de funcionarios hebreos y con la acción "Kauft nicht bei Juden!" (¡No comprar en las tiendas judías!). Gerda decide huir con una amiga a París. En esta capital de exiliados, tiene lugar el segundo cambio en el camino hacia el desenlace trágico de su vida.

Este giro se personifica, en septiembre 1934, en un chico delgado de cabello y ojos negros. Este húngaro de aspecto muy pobre se acerca a la mesa donde ella y su amiga están tomando un café. Endre Friedmann, al que llamaban Bandi, tenía tan poco dinero como la gran mayoría de los exiliados. El intenso enamoramiento entre Gerta y él no evita esa escasez, aunque seguramente alivia el hambre que pasan. Él es fotógrafo sin trabajo fijo y ella encuentra trabajo en la agencia Alliance Photo de María Eisner (que será más tarde una de las cabezas de Magnum Photo). Pero su situación sigue siendo más que precaria.

Para conseguir el permiso de residencia, Gerta se hace aprendiz de Endre, primero en el laboratorio, después con la cámara. Como el dinero no sobra, hacen pruebas a secas (sin carrete). Su meta es muy clara: a los periodistas se les concedía automáticamente un permiso de trabajo y en consecuencia el permiso de residencia. Con la venta de algunas fotos consigue evitar el peligro horripilante de la extradición a la Alemania nazi. Sin embargo, su trabajo no sale adelante. Siguen pasando casi el mismo hambre que al principio.

Entonces, una noche Gerta propone a Bandi la creación de un personaje fantástico: el famoso fotógrafo norteamericano Robert Capa. Éste, según su fraudulenta historia, ha venido a Europa a trabajar. Es demasiado famoso para quedar con nadie y vende sus fotos a través de sus representantes: Friedmann y Pohorylle, al triple del precio que un fotógrafo francés. Su truco funciona a la perfección. Por fin, pueden comprarse zapatos, cuando antes el dinero no llegaba ni para calcetines. Al tiempo nace también su propio alter ego, Gerda Taro (en algunas versiones Gerta Taro).

Poco después, un grupo de militares españoles, influenciados por el fascismo italiano y alemán, alzan sus armas en contra de un gobierno democráticamente elegido. Esta guerra resulta decisiva para Capa y – aunque por razones diferentes – para Taro. Los dos entran en España por primera vez el 5 de agosto 1936, cuando apenas habían cumplido los 26 y los 23 años. Armados con una Leica (usada sobre todo por Capa) y una Rolleiflex (en manos de Gerda), sacan las primeras fotos en una Barcelona hirviente y segura de la victoria.

Sus primeras fotos ya muestran lo parecido de su estilo, centrado en la experiencia humana de la guerra. Al margen de toda convicción política, más fuerte en Gerda que en Robert, ambos centran su interés en la gente sometida a las diversas situaciones de la guerra. Ambos viajan a Córdoba, donde Capa consigue capturar el momento de la muerte del miliciano en el cerro Muriano. Esta foto le hace famoso casi instantáneamente.

Para comprender la importancia de esta foto, hay que entender que supuso un cambio radicalísimo en lo que hasta ese momento había sido la fotografía bélica. La Guerra Civil era la primera guerra importante después del invento de las cámaras de 35mm, ligeras, fáciles de manejar en cualquier ocasión, pequeñas para incluso llevarlas en un bolsillo.
Hasta entonces, los trípodes pesados y las cámaras enormes habían impedido sacar fotos en la primera línea de fuego.

Adicionalmente y por la experiencia horrible de la primera guerra mundial, la visión general de la guerra había pasado del heroísmo romántico e ignorante, a tener una lectura mucho más realista. Una canción de la Guerra Civil canta: "ningún héroe es el caído". Una conclusión revolucionaria para entonces. Y las fotos de Capa, Taro, Chim y tantos otros daban fe de ello en sus imágenes. De repente el público tuvo acceso a imágenes de guerra que nada tenían que ver con las de antes, las de las poses heroicas, las de las revistas imperiales en la retaguardia.

La famosa foto – como tantas otras –, sale bajo la marca "Capa", utilizada en estos momentos como marca única por los dos. Luego la cambiarían por "Capa & Taro" y más tarde todavía salió la marca propia de Gerda: "Photo Taro".

Junto con este desarrollo, va su intento de salir de la sombra de su, cada vez más, famoso novio. A nivel personal esto le resulta fácil gracias, a su energía y a sus dotes sociales, pero a nivel profesional, no consigue un avance serio. De vez en cuando le sale alguna publicación de envergadura, pero comparado con su meta, su balance es nefasto. Ella espera la gran oportunidad, pero ésta no parece buscarla a ella.

El cambio se produce casi un año más tarde en Madrid, cuando su relación con Capa se había enfriado algo. Sólo podemos especular sobre el por qué, aunque también es verdad que tampoco ella era muy constante en cuestiones de amor. Ya llevaba tres o cuatro grandes amores a sus espaldas, de los que había conseguido hacerse amiga cuando el amor se esfumó. Tanto ella como Capa tienen constantemente líos y romances. No siempre les resulta fácil esta relación abierta, pero ninguno de los dos está dispuesto a vivir la clásica vida de pareja.

En uno de los viajes a España, Gerda conoce en Madrid a Ted Allan, comisario político de la unidad médica de Dr. Bethune, famoso por sus inventos en el campo de la tan necesaria conservación de la sangre. Ted se enamora locamente de Gerda y a ella le agrada la admiración del seis años más joven aspirante a escritor.

Gerda había seguido el II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura en Valencia y en Madrid. Mientras los escritores estuvieron visitando la ciudad, los republicanos tomaron Brunete, un pueblo cerca de Madrid, y con esto consiguieron romper la tenaza rebelde que amenazaba la capital. Gerda hace las primeras fotos de la victoria y Regards las publica: el reportaje de más importancia de Gerda Taro. Se permite unas vacaciones breves en París.

A pesar de su supuesto romance con Allan (supuesto más que nada por el propio Allan), hace planes con Capa: aunque ella rechaza su propuesta de matrimonio, acepta otra: un viaje a la China, para fotografiar el avance de Mao Zedong.

Cuando Regards publica el día 22 de julio de 1937 su reportaje sobre Brunete, ella vuelve a su definitiva estancia en Madrid. Aquí Gerda es admirada por su valor y sus fotos. Ya no es sólo la novia de Capa, sino que de repente cuenta para los fanfarrones del restaurante Gran Vía, punto de encuentro de los corresponsales extranjeros y escenario sobre todo para el escritor Ernest Hemingway.

Parece estar en el momento clave de su carrera: ahora se decidirá si lo consigue o no. Para decirlo de antemano: no lo consiguió.

Sólo tres días después de haber publicado en primera página su foto famosa de la victoria de Brunete, los nacionales intentan retomar el pueblo. Un domingo por la mañana, ella llama a Ted Allan para que le acompañe clandestinamente al frente. Una vez llegados, el comandante de la tropa, general Walter, un polaco en los servicios de las Brigadas Internacionales, les manda volver de inmediato a Madrid. Toda presencia de personas ajenas al ejército estaba estrictamente prohibida. Especialmente si era mujer.

Allan tiene muchas ganas de obedecer al general y sus órdenes, pero Gerda pasa de ellas. Busca un hoyo, demasiado poco profundo para los dos, donde esconderse. Poco después la aviación alemana e italiana empiezan un ataque tan feroz que Werner Beumelburg, de la Legión Cóndor, no sabe cómo describirlo de tanta emoción. Con frases como: "miraras, donde miraras: blancos en todos los sitios", "un juicio de Dios", "un trabajo realmente bien hecho", describe el infierno en el que murieron miles de republicanos.

Gerda desde su hoyo saca foto tras foto de los ataques y grita a Ted Allen, muerto de miedo, que este sí era material para el Comité de No Intervención. Allan no podía entender que ella siguiera haciendo fotos en tal infierno. Lo que no entendió es que ella, inmersa en su trabajo, veía los acontecimientos a través del objetivo de su cámara y en la inconsciencia de que en esos momentos la muerte no existe.


Cuando cesaron los ataques aéreos, sus películas estaban probablemente llenas del mejor material que pueda esperarse. Realizado además desde primerísima línea del fuego.

Se echaron a andar hacia Vilanueva de la Cañada, donde les recogió el coche del general Walter, ahora utilizado para transportar heridos a un hospital cercano. Les dejaron subirse al estribo del coche, desde donde pudieron apreciar los muchos heridos y muertos tendidos junto a la carretera.

De repente, justo antes de Valdemorrillo, aparecieron aviones en vuelo a baja altura, sembrando el terror entre la tropa. Un tanque republicano se descontroló, rozó el coche negro e hizo caer a Gerda. Con sus cadenas aplastó el cuerpo de la fotógrafa por debajo de su cintura. Gerda Taro no murió en el momento.

Agarró sus tripas con las manos blancas de esfuerzo y las devolvió a su vientre. La transportaron al cercano hospital El Goloso en El Escorial, donde 130 años antes Goya había pintado sus "Desastres de la guerra".

La transfundieron sangre, la operaron, la dieron morfina. Acabó muriendo, después de una noche de agonía, hacia las 5 de la madrugada del 26 de julio de 1937. Tenía 27 años. No se sabe si el telegrama que ella misma había mandado enviar desde el hospital llegó a Capa. Sí se sabe que conoció la noticia al día siguiente, leyendo un diario en el dentista. Trasladaron el joven cuerpo a París, donde aún yace. Su fama se perdió junto con sus fotografías.

Capa publicó, poco después de su muerte, un libro llamado "Death in the making" dedicado a Gerda Taro. En él incluye entre las suyas muchas fotos de ella, pero sin especificar cuales son de quien. En febrero del 1938 se organizó en Nueva York una de las pocas exposiciones con fotografías de Gerda Taro. En el texto adjunto a la exposición se explica que Robert Capa es un fotógrafo de guerra de fama mundial, que Gerda era su mujer, y una fotógrafa muerta en España. Que sus imágenes se exponían al lado de los de Capa, esto ya no explicaban.

Texto + Fotos: Nil Thraby
para imprimir   

Bibliografía:
Irme Schaber, "Gerta Taro: Fotoreporterin im spanischen Bürgerkrieg", Jonas (Marburg, 1994) (en alemán).
Richard Whelan, "Robert Capa: a Biography", Alfred A. Knopf (New York, 1985) (en inglés).
Alex Kershaw, "Sangre y champán", Random House Mondadori (Barcelona, 2003).

Enclace:
www.elangelcaido.org


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