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España: La tarde del Viernes Santo en Sevilla
Un Réquiem Andaluz

A las 15.00 horas de la tarde del Viernes Santo en Sevilla. La Madrugá, la Noche del éxtasis sagrado, ha pasado y toda la ciudad está tambaleando por agotamiento. Muchos han pasado la noche sin dormir para ver las seis grandes cofradías de la Noche Santa. Enmudecían ante la presencia inefable del Jesús del Gran Poder y se llenaban de júbilo para saludar a las Esperanzas de la Macarena y de Triana. Pero las cofradías de Sevilla no permitirán apenas descanso durante el día sagrado. Hace sólo una hora que se han cerrado las puertas de las iglesias detrás de los Palios de las Esperanzas, y dentro de media hora ya empezará la primera procesión de la tarde. Sol y silencio todavía reinan en las callejas de Triana y del Arenal, muchos sevillanos aprovechan estos momentos para descansar un rato, pero pesa el cansancio acumulado y después de la tan popular Madrugá, famosa en todo el mundo, las siete cofradías de la tarde lo tienen difícil atraer a la misma cantidad de espectadores. Sin embargo, esas siete procesiones merecen la máxima atención, porque son de solemnidad exepcional y llevan magníficos tesoros de arte barroco por el escenario de las calles de Sevilla, ofreciendo nuevos puntos culminantes en esta gran ópera sacra que cada año imita y memoriza la Pasión de Cristo.

Elegancia azul y un tesoro de tradición
17.00 en la Calle Gamazo ya hay filas de espectadores esperando la primera procesión de la tarde. La cruz de guía más antigua de Sevilla (1700) entra en la estrecha calle cerca del Postigo. Detrás sigue una invasión de sombras azules: los Nazarenos de La Carretería avanzan en doble fila. Llevan túnicas y capirotes de fino terciopelo azul y cíngulo dorado.

Como si el sol quisiera contribuir a la atmósfera de luto riguroso que corresponde al Viernes Santo, se esconde detrás de nubarrones. Con pasos solemnes, los Nazarenos conquistan la calle, ya se escuchan trompetas que anuncian el primer Paso de La Carretería. Se asoman un par de ángeles, en el próximo momento el Paso espectacular dobla la esquina.

Desde los balcones y puertas, muchos están observando los detalles de esa difícil maniobra. Para los costaleros, escondidos e invisibles debajo del Paso, es un momento especialmente complicado, porque ese escenario de casi seis metros de largo tiene que ser dirigido poquito a poco para poder entrar en la estrecha calle.



El Paso de las Tres
Necesidades de la Carreteria

Después de avanzar algunos metros, el Capataz para el Paso cerca de nosotros. Una abuelita en la casa de enfrente, muy emocionada, se asoma del balcón para tocar la cruz. Cesa la música y el público está contemplando el bello conjunto de esculturas que se encuentra entre los cuatro candelabros de guardabrisas. En la cruz central está clavado Jesús, en las dos cruces a la derecha e izquierda están el buen ladrón Dimas y el mal ladrón Gestas, arodillados en medio de lirios y cardos se encuentran la Virgen, San Juan, y las tres Marias: la Magdalena, María Cleofas y María Salomé, y detrás de la cruz del Salvador están Nicodemo y José de Arimatía, sosteniendo las escaleras.

Con sus diez figuras, es uno de los Misterios "más poblados" de Sevilla y a la vez uno de los pocos que conservan sin cambio el conjunto original del Siglo XVII. El Cristo es una obra del gran Francisco de Ocampo, todas las esculturas restantes son del taller de Pedro Roldán (hacia 1670) y atribuídas a La Roldana o a su marido Luis Antonio de los Arcos.

Aunque se trata de una procesión pequeña de poquitos Nazarenos, todos los detalles son muy valiosos y el desfile de La Carretería destaca por su elegancia y sentido de tradición. Fundada en 1550 por el gremio de toneleros, esta hermandad fue una de las más importantes durante el Siglo de Oro, junto a El Silencio y El Gran Poder. Hasta 1881 salió en la Madrugá, para luego pasar a la tarde del Viernes Santo. Los espectadores están fascinados por el valor artístico y la solemnidad y simbolismo de la procesión. La escena de la Pasión de Cristo que representa se llama las "Tres Necesidades" para el entierro de Jesús: la escalera para el descendimiento, las sábanas y el sepulcro.

Contrariamente a algunos Pasos sevillanos que salen en días inoportunos, este Paso es muy adecuado para el Viernes Santo - un día en el que incluso en Sevilla domina el luto.

Un Gitano moribundo se convierte en Cristo
18.00 En el Puente de Triana un gentío está mirando la más larga procesión del día, de la cofradía "El Cachorro". Los 1400 Nazarenos de esta hermandad llevan túnicas negras, capirotes del mismo color y capas blancas. Se puede decir que el Viernes Santo es el gran día de Triana, porque dos cofradías populares de este arrabal van seguidas a la catedral y son quizás las más típicamente andaluzas del día, porque comparadas con las otras parecen menos de luto riguroso y el ambiente en el público es algo más sereno. En el puente hay muchos niños y muy cerca de la procesión hay vendedores de globos multicolores que no son exactamente señal de luto.

Mientras que los Nazarenos avanzan, ya se escuchan las trompetas que piden atención para el "Cristo de la Expiración" que aparece en la entrada al puente.

La sombra del Crucificado a contraluz de un sol recién cubierto de nubes se acerca poco a poco. El Paso es neobarroco y dorado, con candelabros de guardabrisas extremadamente altos. En medio de una colina de claveles rojos y lirios morados está la cruz con la maravillosa escultura popularmente conocida en Sevilla como "El Cachorro".

¿Cómo podía ser que un Cristo llegó a tener tal nombre? Dice una leyenda difundida por Sevilla - y como en muchas leyendas el núcleo será verdad - que el famoso escultor barroco Francisco Antonio Ruiz Gijón tuvo una crisis creadora.



Nazareno de El Cachorro
le da cera a una chica
para formar una bola

Estuvo ese escultor descontento con sus obras, obsesionado por crear una imagen única, una estatua que emanaría lo numinoso, que provocaría lágrimas y honda emoción en los epectadores y le reservaría fama inmortal. Empezó a buscar una inspiración clave para poder crear esa obra incomparable y el destino le llevó a presenciar el apuñalamiento de un joven gitano muy bello. La expresión en el rostro del gitano moribundo le ofreció al artista la inspiración fundamental que había buscado. Contemplando el momento de la expiración de aquel gitano, dibujó espontáneamente un esbozo que luego le sirvió a crear este magnífico Crucificado. Y cuenta la leyenda que el mote del gitano era "Cachorro" y que muchos reconocieron sus rasgos en el rostro de la escultura del Cristo cuando fue llevado por primera vez por las calles de Triana.



El Cachorro, obra cumbre
del barroco sevillano
Por su realismo casi expresionista y el enorme dinamismo – hay que fijarse en las enagüillas flotando en un viento imaginario - el Cachorro no sólo se considera la obra cumbre de Ruiz Gijón, sino una de las creaciones más magistrales de toda la Escuela Sevillana.

El escultor Ruiz Gijón ha conseguido eternizar el momento de la expiración, ese último instante de la agonía. El Cachorro dirige la mirada vacía hacia el cielo, con la boca abierta que parece gritar: "¿¡Dios mío, por qué me has abandonado!?"

Esta escultura reúne en sí todo el sufrimiento y toda la pasión humana, y a la vez simboliza la gallarda rebelión contra la Muerte. Todos se inclinan ante el Cachorro: los creyentes porque adoran en él su Salvador, y los ateos porque lo admiran como cumbre de la imaginería andaluza. Es una imagen como un relámpago, como un fanal que representa orgullo y miseria del ser humano, su intensidad y transitoriedad. Ahora se aleja, una sombra maravillosa y fugaz, caminando hacia la catedral.

Melancolía y Alegría mano en mano
19.00 en el mismo sitio. Después de que la guapísima Virgen del Patrocinio de la hermandad del Cachorro haya abandonado el puente, ya aparece la cruz de guía de la cofradía de "La O", fundada en 1566.

Sus Nazarenos llevan suntuosas túnicas de color morado purpúreo. En vano hemos preguntado a muchos espectadores acerca de la significación de su nombre tan raro, ninguno lo ha podido explicar de manera convincente.

Acompañado de los sonidos de trompetas y tambores aparece el Paso del Jesús Nazareno de "La O" y en este momento, los rayos del sol rompen por las nubes, iluminando todos los colores de la procesión: el purpúreo de capirotes y túnicas de los Nazarenos, el plateado de los ciriales y el dorado del Paso. En medio de lirios morados amontonados está la estatua de Jesús, vestido de una túnica morada y llevando una preciosa cruz de carey y plata a hombros.

Se trata de una obra del maestro Pedro Roldán (1685). Algunos en el público están comentando que este Cristo tiene un aspecto melancólico y triste, diciéndole "Pobrecito".

O su postura inclinada y la mirada dirigida al suelo, parece hundido en tristeza y soledad, abandonado de sus discípulos y de los ángeles. Y como en muchos otros casos, se puede observar que los sevillanos suelen atribuir cualidades y rasgos muy humanos a sus Cristos y Vírgenes. Casi cada imagen tiene su carácter personal y específico.


Cristo de La O
en el puente de Triana

Si el Cachorro es orgullosa rebelión contra la Muerte en el último momento de la Vida, el Cristo de La O parece humildad silenciosa y entrega a un destino irremediable. Casi parece buscar amparo en vez de concederlo., ahora que procede su Vía Dolorosa hacia Gólgota que hoy está en el corazón de Sevilla.

Con los tramos de Nazarenos de la Virgen de La O, está cambiando la atmósfera y parece volver la alegría andaluza. Al ritmo de una marcha triunfal, su Palio de color burdeos avanza por el puente, parándose casi en medio del mismo.



El Nazareno de La O
de noche en la C. Santander
Esta bella Virgen es una obra de Castillo Lastrucci (1937), parecida a la anteriorde La Roldana que se quemó poco antes de la Guerra Civil Española. En el año1943, La O experimentó un gran susto, cuando uno de los tranvías antiguos chocó con el Palio, causando algunas contusiones entre los costaleros irritados, algunas velas se rompieron, pero la Virgen se salvó. Especialmente en Triana, esta Virgen goza gran popularidad y su marcha triunfal por el puente es uno de los momentos más serenos en un día que destaca en general por solemne gravedad.

Los rayos del sol poniente iluminan su manto burdeos bordado en oro cuando entra en la calle Reyes Católicos, llevando por cortejo un río de cuerpos y almas en el que nos dejamos llevar también, sintiendo un fervor místico.

Soleá - dame la Mano
22.00 en la calleja Castelar estamos esperando la procesión de la hermandad franciscana "Soledad de San Buenaventura", fundada en 1656. El Ambiente en esta calle es casi como un cortejo fúnebre: dominan el escenario señores de traje negro y damas que llevan mantillas, los velos de luto, muy adecuados para el día del Viernes Santo. Desde la oscuridad aparecen de repente Nazarenos de túnicas blancas y antifaces negros portando la preciosa cruz de guía de madera y plata y decorada con diminutos faroles. Con gran solemnidad y disciplina, empieza a avanzar la doble fila de Nazarenos, cruzando sus velas.

Después de unos 20 minutos, podemos escuchar los sonidos de una marcha fúnebre que se acercan rápidamente. Cada vez más dramáticas suenan las trompetas, una sombra inmensa está proyectada en la blanca pared de la casa de enfrente, en el momento antes de que el Paso dobla la esquina. El único Paso de esta cofradía es de estilo neorenacentista y uno de los más originales y soberbios de Sevilla. Es de caoba con relieves de plata que muestran escenas de la Pasión de Cristo. Contrastando con los colores negro y plata del Paso, encima están amontonados claves rojos como sangre. En medio de este monte de flores y delante de la cruz vacía espera la Virgen de la Soledad con los brazos abiertos, como abrazando desesperadamente a la Noche oscura sin luz. Se trata de una obra de Gabriel Astorga (1851). No es una de tantas Vírgenes jovencitas y guapísimas que más bien parecen ser hijas en vez de madres de Cristo, sino una Dolorosa realista.

Mientras que los costaleros descansan un minuto, el Capataz pronuncia un "sermón", anunciando que en honor y memoria de su padre que también había ejercido el cargo de capataz para la Soledad, exigirá a sus costaleros que vayan llevando el Paso por toda la larga calle Castelar hasta la Plaza de Molviedro sin parar. Un murmullo de admiración se puede escuchar en el público, ya que muchos de los espectadores presentes saben muy bien el esfuerzo increíble que significará este reto. Con el tercer golpe del llamador, el Paso empieza a moverse según el ritmo de la patética marcha fúnebre tan famosa con la que la banda va acompañando el esfuerzo titánico de los costaleros - conscientes ellos que todo el mundo espera que consigan la meta.

El título de la marcha es - y más poética no podría ser - "Soleá - dame la mano". Muchos de los espectadores tienen lágrimas en los ojos. Es que la Semana Santa en momentos como estos es una ópera de sentimientos intensos y a veces apunta sin previo aviso el punto más vulnerable. Habrá algunos en el público que desde la última Semana Santa han perdido su mujer, niño o pareja y para aquéllos una marcha con ese título abre las heridas más profundas en el corazón. Nunca se puede sentir más intensamente la vanidad y transitoriedad de todo ser y obrar humano. Pero al mismo tiempo, una procesión como ésta también es una manifestación en contra de la transitoriedad, una confirmación de la eternidad.

Los Costaleros todavía no han parado, la banda ya toca por segunda vez la misma marcha, la calle se convierte en un mar de aplausos y va creciendo el entusiasmo al contemplar ese esfuerzo de una chicotá que será quizás veinte veces más larga de lo normal. Finalmente, la Soledad llega a la Plaza y los costaleros esperan su bien merecido relevo.

Una Saeta vuela por Silencio negro
23.00 en la calleja Francos, todavía cerca de la catedral desfilan Nazarenos de la hermandad de "San Isidoro" en la procesión más ascética del día que renuncia totalmente a la música. Es una de las pocas cofradías de penitencia de Sevilla que siempre residieron en el mismo templo y lleva su nombre, la del sabio obispo de la época visigoda.



Jesús de Las Tres Caídas
En su Paso generosamente dorado, se acerca el "Cristo de las Tres Caídas" y tenemos suerte: se para directamente a nuestro lado. El escultor Alonso Martínez creó esta estatua en el año1668. La segunda escultura, el Cirineo (1687) fue tallado por el autor del Cachorro.

Francisco Antonio Gijón se muestra aquí fiel a su realismo y presenta al Cirineo como hombre del pueblo, como campesino judío de expresión rústica, con rasgos duros y manos macizos, escogido por casualidad para ayudarle a Jesús a portar la cruz.

En este momento, una mujer vestida con Mantilla sale al balcón al lado del Paso. Tendrá unos cincuenta años y rasgos aristocráticos. En su juventud debía haber sido una belleza impresonante. Con un tremendo grito de "Ay" va entonando una Saeta, que es como una oración de Cante Jondo y expresa la compasión con la Pasión de Cristo. Apenas se puede entender la letra, el cante suena más árabe que europeo. Y la cantaora, gesticulando, con la mantilla flotando en el viento, todo el cuerpo temblando, como si tuviera que sacar los sonidos de las entrañas más profundas de la tierra, parece una diosa oriental de luto que convierte la calleja en un inmenso muro de lamentaciones. Esta Saeta es de hecho una flecha que vuela corazón adentro y toda la calle se entrega al escalofrío colectivo, cuando la cantaora al final abre los brazos como abrazando al Cristo y lanza un grito vibrante prometiendo que "el pueblo te ayudará a llevar la cruz". Con esta promesa, el Cristo de San Isidoro procede su camino por la noche cerrada.

Tradición aristocrática con Castillos y Leones
Media hora después de la medianoche en la Plaza de Molviedro. Toda la plaza está inundada de la luz pálida de la luna llena y lentamente avanzan los Nazarenos de lucientes túnicas blancas y antifaces azules. Pertenecen a la cofradía de Montserrat, fundada como ya nos indica su nombre, por un grupo de comerciantes catalanes hace más de cuatro siglos. Durante el Siglo XIX, esta hermandad casi se habría extinguido, pero entre 1849 y 1851 los Duques de Montpensier la llevaron a un esplendoroso "renacimiento". En las décadas siguientes, Montserrat contribuyó considerablemente al fenómeno de la recuperación de popularidad de las festividades de la Semana Santa en la población de Sevilla después de una época de relativa indiferencia. Esta hermandad introdujo y recuperó nuevos detalles en las procesiones, como las figuras alegóricas de "La Verónica" y La Fe. Acompañados por dos Nazarenos que iluminan su rostro con la luz de las velas, aparece ahora La Verónica, sin antifaz y tan bella como una Inmaculada de Murillo. Representa la santa que entregó el sudario a Cristo cuando cayo bajo el peso de la cruz. Por ello está portando un paño con una pintura religiosa.

Trompetas dramáticas anuncian poco después la llegada del primer Paso. Nos tenemos que apretar contra la pared, tan cerca nos llega este Paso, y casi nos pisan los Costaleros. Aquí mismo se para. Directamente delante nuestra, a la distancia de pocos centímetros, quedan bailando un par de angelitos dorados que miran desde la bella canastilla del Paso hacia arriba.

Seguimos su mirada y lo primero que podemos contemplar es la figura arodillada de la Magdalena, luego las tres cruces agrupados de manera similar como en el Paso de La Carretería.


En el centro, dominándolo todo, se encuentra la inmensa escultura del crucificado del genial Juan de Mesa (1620). Con ojos grandes y la boca abierta se dirige al buen ladrón Dimas y parece como si exactamente en este momento le está prometiendo el paraíso...

Toca el llamador por tercera vez y toda la escena se levanta, siguiendo su camino por la noche de luna llena. Podo después aparece la segunda figura alegórica: "La Fe" que vestida de blancura y con los ojos vendados alude a las palabras de Jesús: "Bienaventurados los que no pueden ver y sin embargo creen."

Pero la Semana Santa de Sevilla con toda su sensualidad vistosa y mediterránea parece demostrar exactamente el contrario: bienaventurados los que pueden ver este espectáculo. Y no todos los que lo contemplan lo creen, hay algunos que sólo admiran el arte sobrecogedor del Barroco andaluz.



La Virgen de Montserrat
bajo su Palio de azul y oro

Ahora todas las miradas están contemplando el Palio de la Virgen de Montserrat que entra en la plaza. Desde lejos tiene el aspecto de una inmensa corona, porque luna decoración de plata corona el Palio de terciopelo azul.

Los símbolos de la monarquía de Castilla y León – castillos y leones bordados en oro están luciendo de ese "cielo" de azul oscuro en cuyo centro se encuentra el escudo de la hermandad. Muchas de las velas han sido apagadas por el viento, pero en este momento las encienden de nuevo para que haya luces que alumbren el camino de esta Dolorosa en la noche más oscura de la Cristiandad.

La Mortaja – una isla del Siglo XVII
A las 2.00 de la noche en la calleja Doña María Coronel. Muertos de cansancio nos apoyamos juntos con otros cofrades no menos cansados en la reja de una ventana. Muchos de los presnetes llevan ya 24 horas sin dormir viendo cofradías y están embriagados de incienso, esperando ahora al último Paso del día. Será el más importante. La estrecha alameda está en tinieblas, la luna llena cubierta de nubarrones y los faroles antiguos apagados para conceder protagonismo a la procesión que se va acercando. Algunos en el público parecen casi como si estuvieran durmiendo de pie, pero el perfume seductor del azahar de los naranjos de la calle y la frescura de la noche hacen despertar a los incansables.

Allí aparece finalmente un fulgor de luz – por segundos un murmullo entre los espectadores que cesa tan pronto como comenzó. Al final de la calleja oscura se puede ver unos puntos luminosos que se acercan rápidamente: las velas de los Nazarenos de morado y negro de "La Mortaja". La Die procesión de esta hermandad, fundada en 1592, concluye el Viernes Santo con un cortejo de sólo 250 Nazarenos, posiblemente el más pequeño en Sevilla. Con las cofradías de Montserrat y La Carretería, la procesión de La Mortaja tiene en común una patética solemnidad y un magnífico conjunto de arte del Siglo de Oro sevillano, conservado hasta en los más pequeños detalles.

Delante de la cruz de guía, marcha con solemnidad de otros tiempos el famoso Muñidor (sin antifaz) que pide silencio y atención absoluta. Toda la calle obedece y se prepara para una escena totalmente del Siglo XVII. Sonidos de oboe están flotando en aire nocturno, la luna llena vuelve a aparecer e inunda la doble fila de sombras moradas con su luz pálida. Ahora empiezan a desfilar los protradores de los 18 ciriales (¡una locura!) que anuncian el único Paso de La Mortaja. Cuando cesa la música de capilla, reina un silencio tremendo. Como un barco dorado, el Paso sube por el río de naranjos. Lo primero que vemos son los candalabros de guardabrisas y los ángeles pasionarios, luego las miradas se fijan en el grupo escultórico de la Piedad: María con su hijo muerto, delante y der rodillas San Juan y María Magdalena, detrás y también intentando de consolar a la Virgen, Nicodemo y José de Arimatía.

Es éste posiblemente el Paso de Misterio más armonioso y equilibrado de Sevilla. Su conjunto completo fue concebido para formar este Paso y hasta la actualidad nadie ha osado alterarlo. El Cristo es de Cristóbal Pérez (1667), todas las otras esculturas son del taller de Pedro Roldán, siendo la Virgen probablemente una obra personal del gran maestro sevillano.

Quizás la armonía de este conjunto escultórico es tan grande, porque sus partes nunca son separadas, forman una unidad durante todo el año, ya que constituyen un retablo entero de la Iglesia del ex-convento Santa María de la Paz. El público se puede sentir llevado en un viaje por el tiempo, volviendo al Siglo de Oro.
Sólo el modo de vestir de los espectadores y un par de vehículos aparcados en la calle rompen una imagen que podría ser una escena completa del año 1680, porque muchas casas en esta calle son tan antiguas y la atmósfera nos invita al Siglo XVII.

Los 48 Costaleros paran el Paso apenas un minuto, después se apuran, porque las nubes en el cielo nocturno parecen traer lluvia. Vemos pasar esta escena, el diadema de la Virgen está temblando y reflejando la luz de las velas, convirtiéndose en un sol nocturno. Debajo, iluminado de ese sol, el bello rostro Maria, lleno de lágrimas. Aunque las figuitras restantes intenatn consolarla, la Madre de Cristo parece ensimismada y aislada en la soledad del mayor dolor que puede sentir una madre. Una mano de Jesús, inerte y algo retorcida, se extiende a la Noche vacía. La blanca sábana que cuelga desde la cruz está flotando en la brisa nocturna. Seguimos este Paso con la debida distancia, sólo faltan un par de metros hasta llegar a la Iglesia de la Paz.

Las puertas del patio se abren y los costaleros bajan el Paso para llevarlo de rodillas por el portal. Lentamente, centímetro por centímetro, la Piedad desaparece en la negrura del arco. Lo último que podemos ver, antes de que las puertas se vayan cerrrando, son dos alas doradas de un angelito que brillan en la oscuridad. El eco de la música de capilla de La Mortaja concluye este Réquiem andaluz.

Texto + Fotos: Berthold Volberg para imprimir   

Enlaces:

http://www.soledadsanbuenaventura.org

http://www.el-cachorro.org

http://www.hermandad-de-la-o.org

http://montserrat.hermandades-de-sevilla.org

http://www.hermandaddelacarreteria.org

http://www.arrakis.es/~nautylus/sss.htm

http://www.elcapillita.com

http://www.costalero.com

http://www.lapasion.org


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