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Cuba: Como un baile de máscaras - El Arte Cubano desde la Revolución
De aquí pa llá y de allá pa ca.
(Versos populares cubanos)
Resulta difícil hablar ahora de arte cubano en Alemania. Para la sociedad alemana existe una sola expresión de lo que puede ser arte cubano: "Buena Vista Social Club". Entonces, tratar de brindar una perspectiva del arte cubano desde 1959 hasta la actualidad es difícil, pero a la vez muy tentadora. Desde una perspectiva - lo mas abarcadora posible - trataré de brindar las coordenadas por las cuales se ha movido y mueve el arte cubano. Quisiera comenzar haciendo una aclaración: lamentablemente el espacio no me permite hacer una clasificación del arte cubano por sus fonteras territoriales. Es decir, cuando hablo de arte cubano me refiero al trabajo sólo de los que viven en la isla.
El comienzo
"Con la revolución todo, fuera de esta nada". Esta idea fue propuesta por Fidel Castro en los primeros años de la revolución. Con ella se trazaba una línea ideológica que reinaría en Cuba y que ocasionaría uno de los aspectos más tristes del proceso que se comenzaba. El arte tenía que estar en sintonía con lo que se estaba viviendo. Se pedía a los artistas compromiso con la masa social y con ello se ponía en peligro la libertad de expresión. Se pedía una obra comprometida con la nueva sociedad cubana. Proceso que capituló en los años setenta en el quinquenio gris.
En los años sesenta confluyeron unas mezclas demasiado peligrosas y tentativas a la vez:un país socialista y latinoamericano, prosoviético y antiimperialista, nacionalista y universal, pobre y valiente.
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Desde estos años se pueden trazar líneas en la cultura cubana: la institucionalización, oficialización y el carácter exportable del proceso revolucionario, etc. Procesos que desembocaron en la salida del país de muchos artistas y críticos, en la creación de las "Unidades Militares de Apoyo a la Producción" (UMAP); una especie de campos de concentración para ciudadanos con problemas ideológicos.
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Muchos de ellos fueron artistas, por supuesto. Hay pocas obras que reflejen tan bien estos procesos como las de Antonia Eiriz o las de Umberto Peña o la literatura de Reinaldo Arenas. Y también en la creación de una serie de instituciones que apoyarían todo este proceso. En esta línea aparecen la "Casa de las Américas", el "Instituto Cubano del Libro", el "Instituto Cubano del Arte" (ICAIC ) y la Industria Cinematográfica, la "Unión de Artistas y Escritores de Cuba" (UNEAC), el "Instituto Superior de Arte" (ISA) y numerosas escuelas de arte por todo el país.
Estos años estuvieron marcados por una vía de pensamiento rígido y vertical. Un proceso que desde la perspectiva pictórica se ve claramente en las obras de Raúl Martínez. Obras en las cuales el "contrato social" pedido por la revolución es aceptado y plasmado a la manera de realismo socialista. Una experiencia que marca hasta los días de hoy un ala de las artes plásticas cubanas. Pero en esta época también se realizan obras que se entienden como arte popular campesino de fuerte carácter nacional, protagonizadas por Samuel Feiló y el movimiento de la revista "Isla" que él mismo dirigía; el conceptualismo de Santiago Armada (Chago), una de las piezas claves retomadas por los artistas de los ochenta; la abstracción de Martínez Pedro. Es decir, en los años sesenta no se puede hablar de una línea clara y precisa del arte cubano, más bien habría que hablar de cierta heterogeneidad estética, sin olvidar el comienzo de censuras y de la lenta aparición de la línea dura.
Ambrosio Fornet lo definió como quinquenio gris. Y tenía razón. El Congreso de Educación y Cultura de 1971 lo atestigua y proclama el arte como "arma de la Revolución", califica la homosexualidad y conductas no acordes con la línea revolucionaria de extravagantes, de contrarrevolucionarias, de desviación ideológica. Este proceso es el que lleva a la creación del antes mencionado campo de concentración, a la encarcelación de intelectuales, etc. Época que más que gris puede calificarse de negra. Debo aclarar que en otras esferas oficiales se defiende a artistas y se hacen películas como "Memorias del subdesarrollo" de Gutierrez Alea que critican al régimen y que nada tienen que ver con la línea oficial del gobierno.
El intermedio
Los años ochenta comienzan con la salida descontrolada de miles de personas por el puerto del Mariel. Entre esos miles se fueron artistas e intelectuales cubanos. Se crea un hueco en la intelectualidad cubana. En esos años en la isla dan fruto ya las escuelas de arte que antes mencionábamos. En el ISA, por ejemplo, se gradúan una serie de artistas que de manera paulatina comienzan a formar grupos estéticos y de discusión teórica (las obras de Arturo Cuenca y Alejandro Aguilera son emblemáticas en este sentido) en la escena artística cubana. Poco a poco va emergiendo una generación de artistas completamente jóvenes con concepciones artísticas también completamente nuevas. En términos generales se puede hablar de una "reformulación estético-social." Unas formulaciones que van dando cuerpo a un diálogo directo con la sociedad, que la critican, que la ponen en tela de juicio desde nuevas perspectivas.
El "Grupo Arte Calle", por ejemplo, se plantea llevar el arte a la calle y se apodera así de uno de los presupuestos de la revolución: llevar el arte a las capas mas bajas de la sociedad; pero lo hace desde una visión crítica, desafiante, envolvente. Otros se apoderan de elementos africanos, indoamericanos; otros, como Bedia, se acercan a los indios norteaméricanos y establecen ese diálago difusor de esa cultura y cosmogonía desconocida en la pintura cubana hasta ese momento. Logran una confrontación estética al utilizar el motivo de raíz indígena mediante las variantes más modernas del arte contemporáneo (por aquella época comienza un cierto acercamiento de las academias cubanas a las &Mac226;formas capitalistas de expresión, mediantes revistas y catálagos los artistas cubanos conocían un poco lo que pasaba en el exterior ).
Para los artistas cubanos estaba en primer plano la experimentación (veáse obras de Segundo Planes, López Marín desde la fotografía, Torres Llorca, entre otros), la teatralidad, el espectáculo y el simulacro, lo simbólico. Lo que para el crítico cubano Osvaldo Sánchez es la práctica antropológica, la magia, la ritualidad a cultos sincréticos cubanos o a mundos externos como los de Bedia.
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Son prácticas que toman el conceptualismo de Chago y lo relacionan con las formas mas modernas del arte occidental. Ninguno de ellos es primitivista, Gerardo Mosquera lo expone con tremenda claridad: "Para un Beuys o una Hesse, siempre se trataba de incorporar fuentes externas para prácticas particulares del arte de vanguardia. (...) un Bedia o un Elso, en cambio, actúan con elementos de su propia cultura, arraigando su entidad. (...) intentan proyectar valores, acentos y puntos de vista de nuestro acento desde una perspectiva global y, al mismo tiempo, capaz de acción específica en el mundo contemporáneo".
Esta época marcó también una penosa modalidad en el arte cubano: las censuras. Las ya conocidas a partir de los años sesenta y agudizadas en los setenta se incrementan de manera dramática en esta época. De ahí que una serie de exposiciones fueron cerradas al público por sus contenidos sociales y críticos. La política volvía a formar parte del arte de manera crucial y comenzaba así un proceso degradante para el movimiento artístico cubano. Un proceso que termina con la salida casi completa de este grupo generacional, conocido como la generación de los ochenta.
El final, el posible final
En 1991 la "Kunsthalle" de Düsseldorf expone bajo el nombre "Kuba o.k." las últimas producciones del arte cubano contemporáneo. Una exposición muy arriesgada y valiente. Una exposición que rompía con tabúes en la isla. En Düsseldorf se reunían obras de lo más representativo de la generación de los ochenta. Dicha muestra logró dar el primer gran vuelco a lo que en Europa se entendía como arte cubano. Para muchos críticos fue una gran sopresa ver obras con una estética tan sólida y un discurso tan definido. Obras que nada tenían que ver con el realismo socialista. Es, quizás, la exposición mas representativa de esa época.
Para ese año muchos de ellos estaban por razones de trabajo en Mexico, Miami, etc. Otros estaban locos por irse. Años más tarde: los primeros logran quedarse en el extranjero; los segundos seguir a los primeros. Así pues, vuelve a abrirse un abismo en la isla. La mayoría de la vanguardia artística se marchaba del país. La situación político-social de la isla no era nada prometedora. Comenzaba el &Mac226;período especial, que no era más que el &Mac226;período real. Una crisis que sacude todavía hoy el país.
El arte cubano de los noventa cuaja a partir de un rescate institucional e iniciativa propia de varios jóvenes estudiantes. Un proceso que no deja de ser paradójico. Después de la tirantez entre institución y arte en los ochenta, la misma institución se propone sacar a la luz que en la isla se seguía haciendo arte. Que no toda la vanguardia estaba en el el exterior.
Así pues, que surgen exposiciones como "Las Metáforas del Templo" en 1993 para confirmar la existencia de una nueva generación. Dicha exposición, a pesar de su carácter emergente, marca para mí el ascenso de lo que se entiende hoy como generación de los noventa. Jóvenes que aprovecharon la necesidad gubernamental de exponer, pero también esta necesidad ponía sobre la mesa una nueva lógica de mercado, de diálogo, de acercamiento entre ambas partes. La nueva sociedad cubana (no olvidemos los cambios que se introducían en la isla: el libre mercado uno de los más cruciales) se regía por un nuevo orden. Y el arte comenzaba también a hacerlo. La utopía del pasado era olvidada. Para una gran parte de la crítica especializada se produce una especie de vaciamiento ético. Una época donde el arte se hizo participe del simulacro social practicado por los cubanos. Una forma de aceptar o adaptarse a los nuevos cambios sociales. La crítica no se rechaza, sino que se adapta. No será directa, sino indirecta. La realidad no se planteará literalmente, sino que se relativizará. Una especie de estrategia de la adaptación, cameleónica.
Para estos artistas no habrá mas conflicto directo. Los temas que abordan son de contenido social. Las formas son las más variadas posibles. Como lo confirmó la exposición "Una de Cada Clase" del 1993, crucial para la revalidación de este grupo generacional. En el arte de "Los Carpinteros", Sandra Ceballos, René Francisco y Ponjuán, entre otros, se puede apreciar la diversidad estética bajo la misma coyuntura social.
Este arte cubano es nacional si se toma el fuerte contenido social que tiene, la reiteración de la insularidad, los elementos tabúes para las generaciones anteriores como la bandera, el escudo, etc. El trabajo de estos creadores tiene para mí una fuerte carga alegórica. Son de un detallismo conceptual muy fuerte y de una estética para un gusto general. Para ellos es muy importante, como para cualquier artista, sólo que en Cuba eso antes no existía: el mercado, y han adaptado su obra a las exigencias del mercado internacional. Sus discursos no son utópicos, son más bien pragmáticos. Es lo que muchos han llamado "generación jinetera" (&Mac226;jinetera es el apelativo para las prostitutas). Muestran una doble moral. Para Mosquera es como la sociedad, "como un baile de máscaras."
Éste artículo se encuentra publicado en matices, la revista, que coopera con caimán.
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