caiman.de 09/2009
[art_2] España: La arquitectura del hierro y del cristal
Una polémica revolución
El siglo XIX fue el de la expansión de la Revolución industrial por Europa Occidental y EE UU. Sus nuevas formas de producción (trabajo en cadena), sus materiales (especialmente el acero) y sus nuevas necesidades (estaciones de ferrocarril, puentes…) renovaron por completo la arquitectura del momento, iniciando la llamada arquitectura del hierro y cristal que es el antepasado directo de nuestros edificios actuales.
Esta revolución arquitectónica se basó especialmente en un nuevo material, el acero. Sus cualidades le permitían una construcción más rápida y barata (las piezas ya llegaban hechas a la obra y sólo era necesario montarlas), a la vez que (gracias a su resistencia) conseguían eliminar los soportes internos, consiguiendo arquitecturas diáfanas (sin obstáculos visuales), con gran cantidad de generar un espacio interno muy amplio, adaptable a cualquier necesidad.
Junto al acero, otro material será protagonista: el cristal. Gracias a las nuevas tecnologías este cristal era mucho más resistente que el vidrio antiguo, pudiendo cubrir grandes espacios que permitían la iluminación natural de las arquitecturas a la vez que eliminaba peso muerto en las paredes de las obras.
Sin embargo, y pese a todas estas ventajas, la nueva arquitectura tuvo serios problemas para imponerse. El principal de ellos era su falta de belleza (entendida en el sentido tradicional). Los arquitectos más clásicos sólo veían en estos edificios un puro amasijo de hierros. Por ello, las primeras obras del estilo serán obras de ingenieros, no de arquitectos. Obras esencialmente práctica (utilitarias) como estaciones de ferrocarril, puentes… u otras simplemente efímeras (pensadas para ser utilizadas durante un cierto tiempo para luego ser desmontadas). Quizás la obra más emblemática (y primeriza) de este nuevo estilo sea el Pabellón que Paxton realizó para la Exposición Universal de Londres. Su forma está inspirada en la estructura de los invernaderos (de los cuales era experto Pastón) y tenía las ventajas de su diafanidad, gran espacio interior e iluminación natural. Era, además, el perfecto lugar para exponer las últimas novedades generadas por la industria, precisamente en un marco arquitectónico puramente industrial. Sin embargo, el gran éxito de la arquitectura del hierro y el cristal fue la famosa Torre Eiffel, también edificada para una Exposición Universal (la de 1889, primer centenario de la Revolución francesa). Escritores, escultores, arquitectos, pintores y aficionados apasionados por la belleza hasta aquí intacta de París, queremos protestar con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra indignación, en nombre del gusto francés mal apreciado, en nombre del arte y de la historia franceses amenazados, contra la erección, en pleno corazón de nuestra capital, de la inútil y monstruosa Torre Eiffel. ¿La ciudad de Paris será por más tiempo asociada a las barrocas y mercantiles imaginaciones de un constructor de maquinas para deshonrarse y afearse irreparablemente? Pues la Torre Eiffel, que ni la misma y comercial América querría, es, no lo duden, la deshonra de París. Todos lo sienten, todos lo dicen, todos se afligen profundamente, y no somos más que un débil eco de la opinión universal, tan legítimamente alarmada. Por último, cuando los extranjeros vengan a visitar nuestra Exposición, exclamaran sorprendidos: “¿Cómo? ¿Éste es el horror que los franceses han encontrado para darnos una idea del gusto del que tanto presumen? Realmente lo suyo no era la profecía, pues como todo el mundo sabe, la torre Eiffel muy pronto se convirtió en una de las imágenes más conocidas de París.
Se equivocaron por completo, pues el tiempo terminaría por demostrar que estos nuevos materiales (sin adornos) serían el gran futuro de la arquitectura Texto + Fotos: Vicente Camarasa Para saber más http://sdelbiombo.blogia.com/temas/arquitectura-xix.php [print version] / [archivo: españa] |