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España: Una lluvia de pétalos de rosas desde un Cielo azul (Parte 2) (Parte 1)
Quinta edición de nuestra crónica (no tan seria) de la Semana Santa 2010
Jueves Santo, 1 de abril
Comenzamos la tarde recibiendo una medalla milagrosa, un regalo otorgado por la buena Teresa (bendita sea, algún día habrá que canonizarla como a la de Ávila). Su hermano sale con Los Negritos (siendo blanquito, claro). Se trata de una medallita que muestra la Virgen de los Ángeles. Su Palio se paró delante nuestra y podíamos contemplar sus ricos detalles, las miniaturas de plata y márfil (mientras que Cayetana se fijaba más en los costaleros).
Después ya se acerca el paso más dramático de Sevilla: "La Exaltación", la producción familiar de los Roldán. El Cristo es de Pedro, los ángeles y los ladrones, recién restaurados, son abras de su hija Luisa ("La Roldana"). Al pasar esa escena tan barroca, me sale el comentario "Será Sevilla la única ciudad donde ladrones se restauran."
Antes de la Virgen de la Lágrimas llega tarde pero esplendorosa la nueva para completar el grupo antes de la Madrugá: Luna. Vestida con minifalda y un abrigo muy fashion de Desigual aparece como una reina de las pasarelas. De broma, Manuel está murmurando que "la vanidad, aunque no forme parte de la colección clásica de los 7 pecados capitales, en Andalucía será el más frecuente." Luna nos lanza una mirada gitana tipo Azúcar Moreno y abre sus labios de Penelope Cruz (o sea de Eva, la de la manzana del paraíso) para pronunciar con voz profunda - entre dos sonrisas peligrosas - una sola frase triunfadora, callando a todos: "Pero hijo, ¿es que tú no sabes que sin el pecao no existiera la Semana Santa?" Regina, riéndose como todos, afirma: "Luna, la verdad que a veces puedes llegar a estar metafísica..."
Después de ver Las Cigarreras por el andén del Ayuntamiento, me despido para descansar tres horitas, y nos reencontramos a las 10 y media de la noche en la Plaza de Molviedro.
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La Quinta Angustia sublime como siempre con su Paso más magnífico de Sevilla, pero esta vez sin saeta - ¿qué pasó? Después de unos momentos de meditación, mirando como el Paso se desvanece para entrar en la Calle Zaragoza, Luna pregunta impaciente si vamos a tomar unos vinitos. "¡No, no hay tiempo!", es mi respuesta clara y cruel. |
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Prefiero llegar a la Plaza del Salvador cuanto antes para ver bien a mi Cristo favorito: Pasión. Y me tengo que enfrentar a una media rebelión, así que Luna, Teresa y Regina van a conquistar un sitio en alguna barra, mientras que Manuel, Cristina, Manolo y yo vamos a conquistar un hueco entre un naranjo y la rampa del Salvador. La plaza a oscuras, pero lo del silencio será difícil, con tantos bares y niñatos alrededor. Cuando ya llega el Paso del Cristo de Montañés para subir la rampa, el silencio frágil lo rompe uno de los niñatos sentados en la escalera dice casi gritando "La Borriquita", tomándose por muy gracioso. Lamentablemente, lo repite unas cuantas veces, hasta que un bravo policía lo hace bajar y lo lleva un poquito consigo. Entretanto, el Cristo ya ha subido a Gólgota y se acerca ya la bellísima Virgen de la Merced - sin música, qué pena. Al final, la música para el Palio de la Merced la pone Lipasam, un ruido infernal, sin la piedad de esperar cinco minutos.
La Madruga, 2 de abril 2010Después de una Última Cena - esta vez decepcionante - en Casa Robles (estilo francés, muy poquito en platos y copas, pero a precios soberbios), colocamos nuestras sillas, las que nos vendrán muy bien en la noche más larga del año, al lado del Palacio Arzobispal en frente de la Giralda. Ya son las 2 y media de la noche cuando la hermandad más antigua de Sevilla (fundada en 1340) sale de la Catedral: El Silencio. Lamentablemente, en el público no reina exactamente el silencio, para ver esa cofradía quizás una calleja estrecha como la Calle Cuna sea mejor.
Casi una hora más tarde nos encontramos al otro lado de la Catedral donde está pasando la procesión austera del Gran Poder. Finalmente, dejan salir mujeres como Nazarenas. En silencio negro pasan los nazarenos y se acerca la sombra morada del Cristo con rostro de rebelde, el más venerado en Sevilla. Ahora sí reina el silencio entre los espectadores (y esta vez tampoco hay globos). Incluso Cayetana se queda inmóvil y olvida a respirar cuando pasa la sombra divina, acompañada por angelitos dorados.
En la alborada vamos a la Calle Adriano, para ver allí la Esperanza de Triana como siempre. Antes hay que cruzar la Carrera Oficial y en ese momento pasa el Cristo de las Tres Caídas por la Avenida. A mi lado hay una pandilla de canis y dice una niña: "¡Mira, allí viene otro Paso con un caballo - ¿será el Gran Poder?!" Estupefacto, llego a preguntar a la quinceañera: "¿Y tú eres de Castilleja de la Cuesta?" (Pero me temo que fuera una sevillana).
Conquistamos un sitio directamente al lado del portal de la Capilla del Baratillo, donde llego a ocultar transitoriamente mi medalla de la Macarena (un poquito cobarde, lo admito), ya que me encuentro aquí en pleno "territorio trianero". La Esperanza de Triana es la gran competidora de la Macarena en el favor del público sevillano, y aquí, tan cerca de las orillas del río, los seguidores de la Trianera forman una mayoría absoluta. Descansamos un poquito como podemos en nuestras sillitas plegables, y ya hay una menos, porque Cayetana se hacía caer a la suya, maniobra que no pudo sobrevivir la pobre silla (al menos aguantó 4 años). El frío de la alborada se hace insoportable y Cristina va bravamente para "organizar" unos vasos de café, mientras que yo empiezo a repartir chocolate de Lindt. Finalmente sale el sol y calienta un poco las caras de los que abrigados todavía por moda de invierno, esperan aquí su cofradía. Por momentos estoy contemplando las escenas alrededor de nuestro círculo, viendo muchas caras bien cansadas, pero a la vez llenas de expectación y muy jóvenes en su mayoría (el súbito reconocimiento de que somos ya - salvo Cayetana - los más viejos por aquí, me llena de una breve pero dramática melancolía). El ambiente parece ser de un concierto de música popular al aire libre, todos parecen estar esperando que aparezca la estrella del día, el entusiasmo sigue creciendo y el escenario despide un olor a chocolate (y no es de Lindt, efectivamente). Resulta difícil ignorar el perfume de porros que circulan por los grupos de los jóvenes, aunque pronto será vencido por otra droga: la del incienso.
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Finalmente aparece el bello "Cristo de las Tres Caídas" y todos se levantan, tomando sus cámaras para enfocarlo. Cayetana se pone eufórica, pero también Manuel y Cristina, como hermanos que son de la Esperanza de Triana, están completamente despiertos y llenos de emoción. |
Cristo de las Tres Caídas [zoom]
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Al son de trompetas majestuosas se acerca el Paso dorado hasta que llegue al portal de la Capilla del Baratillo cuyas puertas ya se han abierto. Varias veces los costaleros trianeros llevan a su Cristo con rostro de rey moro al portal abierto, casi entrando el Paso a medias y sacándolo de nuevo de la capilla. La Banda consigue llevar el público al delirio, las trompetas y los aplausos de los espectadores compiten en volumen de sonido. Y el mismo espectáculo se repite con la Virgen de Triana.
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Esperanza de Triana [zoom]
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Esperanza de Triana [zoom]
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La explosión de emociones llega a un nuevo punto culminante, algunos "aficionados" gritan piropos audaces para ensalzar a su Virgen, cuyo Paso se gira para que todos puedan ver su cara. Cuando ya se aleja dirección del puente, deja una muchedumbre extasiada, muchos tienen los ojos húmedos (yo también) o están llorando por emoción desenfrenada (Cristina y Cayetana).
"Bueno, ¡ahora ya es tiempo para Mí Virgen!", anuncio solemnemente. Pero hay que movilizar nuestras últimas fuerzas. Ya sólo queda el núcleo incondicional de nuestro grupo: Manuel, Cristina y Cayetana - y todos los tres me siguen sin quejarse. Sin tiempo para desayunar tenemos que caminar por más de la mitad del casco antiguo para llegar a la Macarena (y ya llevamos 12 horas de Madrugá). Lo más difícil será colocarse en la calle triunfal de la Macarena, la Calle Parras. Se trata de una calleja estrecha donde sólo hay sitio para dos filas de espectadores a ambos lados. Llegamos en el momento justo y nos colocamos (algo descarados, no hay remedio) delante de otros que ya llevan tiempo esperando aquí, cuando el gran Paso del Cristo de la Sentencia de la Hermandad de la Macarena sale de la sombra de la Calle Parras a la luz del sol de la mañana. El Cristo ya lleva muchos pétalos en su corona de espinas. Los Costaleros mueven el Paso al ritmo de la música, doblando la esquina con maniobras espectaculares - y de repente con dos pasos de baile dos metros hacia atrás. La muchedumbre recompensa ese esfuerzo con un ¡Olé! lleno de entusiasmo, antes de que sigan los bravos costaleros su camino hacia la Puerta de la Macarena.
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Cristo de la Macarena [zoom]
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Ahora hay que entrar de cualquier modo en la Calle Parras y conquistar sitio en una fila de espectadores. Aquí sí me pongo bien visible mi medalla de la Macarena - podrá ser una ventaja para obtener sitio. Cristina descubre un pequeño hueco, sitio para una persona - los cuatro nos metemos allí, murmurando disculpas, quizás mi medalla consigue apaciguar los ánimos de los que ya esperan un buen rato. A nuestro lado, una señora que aparentemente vive en esta casa, ha colocado el sillón de su salón delante de la puerta, sentándose allí con toda tranquilidad como si fuera una reina en su trono y toda la calle su corte. "Ésta sí es una silla de verdad, lo demás son tonterías", comenta Manuel, no sin cierta envidia.
"¡Allí viene!", exclama Cayetana. La Macarena aparece al final de la calleja y toda la Calle Parras se convierte en un inmenso balcón de Saetas. "Eso puede tardar", opina Manuel algo desalentado - es que el sol empieza a molestarle, como no hay sombra ninguna en este lado de la calle. Pero lentamente avanza el Palio - cuando de repente un sonido chillante anuncia que las pilas de mi cámara están agotadas. ¡Ahora que viene mi Virgen! Así que le dejo a Manuel la dulce tarea de tomar las fotos, mientras que miro hipnotizado como se acerca esa cara que tanto echaba de menos durante dos años. Como una ola, el entusiasmo y los aplausos van creciendo, mientras que la Diosa de la Primavera con su rostro oscuro está avanzando por el corazón de su barrio.
Ahora empieza el espectáculo: una lluvia de pétalos de rosas da color al escenario, según una coreografía artística: desde azoteas y balcones empiezan a lanzar primero pétalos blancos, luego amarillos, al final los de color rosa y rojos, toneladas de pétalos de rosas oscurecen el cielo azul, como copos de nieve caen sobre el Palio, por un segundo, un pétalo blanco parece quedarse en la cara de la Macarena como una lágrima. Cuando se levanta una voz profunda, una magnífica Saeta cantada por Pastora Soler, ya se desborda el entusiasmo, dejando a muchos con lágrimas en los ojos. Nos abrazamos extasiados, mirando como se aleja la Diosa, desvaneciendo detrás de un telón de pétalos que siguen cayendo. En toda la calle apenas se ve asfalto, una alfombra de pétalos lo cubre todo. Como niños chicos, nos echamos esos pétalos benditos y guardamos medio kilo en una bolsa para llevarlos como recuerdo. Muertos de cansancio, pero eufóricos, decidimos que hay un "empate" entre nuestras dos Vírgenes y después de 16 horas de Madrugá a almorzar albóndigas de chocos y pavias de bacalao y a la cama.
Viernes santo, 2 de abrilCuando sobre las 10 de la noche consigo llegar a la Capilla del Baratillo (¡otra vez!) , Luna me saluda con la pregunta: "¿Vamos pronto a tomarnos pescaíto con algún vinito?". Pero tengo que responder: "Lo siento, niña, pero acabo de desayunar cereales con leche Pascual semidesnatada."
De nuevo esperamos una procesión procedente de Triana, esta vez es El Cachorro, cuyos costaleros hacen maniobras artísticas con el Paso al ritmo de una música extática.
Después reunimos las últimas furzas para ir a la calle Doña María Coronel, donde vemos como siempre la solemne procesión de La Mortaja. Cristina, apoyada en un naranjo, parece estar dormida de pie - hasta que se despierte tosiendo, porque se encuentre de repente envuelta en una nube de incienso.
Sábado Santo, 3 de abril
Hoy hay que ver una cofradía totalmente nueva, tiene el nombre bonito "El SOL". Hemos decidido verla al salir de la Catedral. Entretanto, ya hemos dormido algo más y protegemos los ojos para mirar la procesión iluminada por la intensa luz de la tarde. El Sol tiene un camino larguísimo, ya que viene de una iglesia del barrio Platinar...
La iconografía del Cristo resulta muy interesante, presenta el Salvador ya resuscitado, pero a la vez como Ecce Homo, cubierto de heridas y abrazando a la cruz. Con mirada escéptica, Luna (es que a ella le gustan más las Vírgenes y sobre todo los Santos Juanes guapos) llega a comentar: "No me dice ná...demasiada sangre..." Manuel replica que la talla sí es bastante buena - aunque un poquito más tarde añade que para Sevilla resulta demasiada vallisolletana esa iconografía.
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Cuando se acerca el Palio de la Virgen, Luna (siendo fetichista del diseño) de nuevo lanza un comentario malhumorado: "Por favor, el Palio parece un mantel de mesa de mi abuela..." Algunos del grupo la miran con rigurosidad para que se calle, mientras que Cayetana murmura que tiene razón. Sin embargo, nuestra jovencita se fija más en detalles positivos del conjunto: "Me gusta mucho la guapa Magdalena - se parece mucho a la de Ortega Bru de Santa Marta". Como reconocimiento de esa observación, recibe una palmadita en el hombro por parte de Manuel, profesor de arte, quien dice que la comparación es correcta básicamente, aunque ésta no llega a la altura de la de Santa Marta.
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Al caer la noche del Sábado Santo, como siempre nos encontramos en la fuente de la Plaza Santa Isabel, para contemplar la procesión de Los Servitas, una de las más bellas e impresionantes de toda la Semana Santa. ¡Pero qué frío hace de repente con el viento que se ha levantado! El viento no sólo mueve la mortaja de Los Servitas como una vela en medio de un huracán, sino también hace volar unas toallas y un parasol desde una azotea al suelo. Los costaleros van acelerando su paso para entrar la Piedad lo más pronto posible en su Capilla y salvarla de la tempestad.
A la medianoche esperamos la última procesión, la de la Virgen de la Soledad, en la Plaza de San Lorenzo. Es una cofradía aristocrática que va en silencio, así que el público también tiene que guardar una postura solemne y silenciosa. Cayetana susurra: "Lo que nos faltaba con el frío que hace..." La Virgen no es bella, pero la más antigua de la Semana Santa. La atmósfera en la plaza que se ha quedado a oscuras con farolas apagadas es mística y los sonidos de todo un concierto de Saetas llegan a los oídos del público y a la columna solitaria de la estatua de la Virgen abandonada en su soledad bajo la cruz. Los cantaores parecen competir por el favor del público y no se cansan. Después de la quintas Saeta, Luna murmura (demasiado perceptible): "Niña, date prisa, que ya estamos hechos unos glaciares de las Alpujarras". Como si la Virgen la hubiera escuchado, la sexta Saeta ya es la última y las puertas de San Lorenzo se cierran para encerrarla durante un año. Después de la medianoche, nos calentamos en un bar en la Plaza de la Gavidia con un par de "riojitas" (como dice Luna) y evocamos las imágenes magníficas y recuerdos más inolvidables de esta Semana Santa. Después de la primera copa, empezamos a comparar ésta Semana Santa con las pasadas, después de la tercera, ya nos parece tan maravillosa como la anterior, y después de la cuarta copa, ya estamos todos de acuerdo que hemos vivido la más incomparable de todas las Semanas Santas.
Estando en mi casa, concluyo esa crónica contemplando un viejo vaso de mermelada de Santa Paula en un estante - ahora contiene los pétalos de rosas de la Calle Parras los que llovieron sobre el Palio de la Macarena.
Texto: Berthold Volberg
Fotos: Vicente Camarasa + Berthold Volberg
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