caiman.de 12/2003

Venezuela: Una Empresa arriesgada - Excursión a la Laguna La Coromoto

Quedo mirándolo y no puedo creerlo. Al borde de caer en un estado comatoso – corporalmente y mentalmente – y con los nervios ya bastante estropeados, insisto preguntándole al guardia: ¿De verdad no hay ningún autobus, ningún taxi, ninguna motocicleta y tampoco un todoterreno o cualquier vehículo que se podría alquilar para llevarnos a Tabay antes de la medianoche? Luego le propongo alquilar el todoterreno aparcado delante su puerta. El guardia muestra su sonrisa más sardónica (para no decir ya sadista) y niega con la cabeza. Pero, para suavizar el choque, añade que luego irá con este todoterreno al valle, pero mucho más tarde…

Todo había comenzando tan bien y bonitamente - ¡y ahora esta mala sorpresa! En la terraza de nuestro alojamiento en Mérida, habíamos planificado ayer todo el día: una excursión por la fauna y flora de los alrededores, moverse al aire libre y un poquito de aventura, así nuestro plan bonitamente imaginado.

Luego queríamos ir a Tabay para comprar provisiones y luego llegar de alguna manera al Parque Nacional Sierra Nevada. ¡Habría sido perfecto! En nuestras mochilas llevamos dos litros de agua (no es exactamente la bebida a la que estamos acostumbrados), un pan y medio chorizo constituían nuestro acompañamiento culinario. Un amigo nuestro nos llevó en su todoterreno, dirección Parque Nacional. Pero después de 20 minutos, de repente ya se acabó el viaje, a causa de un inmenso tronco que "caprichosamente" nos barreaba el camino. Pero todavía manteníamos el buen humor, ignorando ese primer obstáculo, decidimos seguir el camino a pie.

Una opción maravillosa: delante nuestra se extendía el panorama de la "pequeña Suiza", un paisaje idílico, ameno y espectacular. Media hora más tarde, llegamos al centro de observación del Parque Nacional donde normalmente cada visitante debe dirigirse a los guardis del Parque para pedir permiso de entrar. Nosotros no teníamos la intención de hacerlo, porque los guardias responsables pasaron en aquel momento, corriendo a toda velocidad dirección del tronco caído. Así que seguimos lentamente durante 5 minutos, buscando el camino definitvo para entrar en el Parque Nacional Sierra Nevada, nos adentramos en la espesura botánica, y después de otros 10 minutos llegamos a una choza que estaba allí por casualidad. Nos sentamos y comimos el pan y el rico chorizito, tomamos casi toda el agua y fumamos no pocos cigarillos. Todavía lo pasamos de manera fenomenal (para no decir de putamadre).

Después de esta merienda, empezamos a subir lo que los europeos llamamos selva tropical y pasamos por todas las zonas de vegetación. Al lado del camino, encontramos un grupo de Birdwatcher (ornitólogos activos) que ofrecían una imagen insólita: vestidos con botas de goma de color amarillo chillante, horribles gafas con monturas obviamente pagadas por la Seguridad Social, a pesar de su avanzada edad (entre 50 y 60 años), hacían la impresión de ser hiperactivos. Nos saludaron, haciendo señas con las manos como niños chicos.

Huyendo de ellos, nos adentramos más en la selva. Equipados con unos gemelos prismáticos (verdaderamente profesionales, como nos dijeron) descubrimos los especies de pájaros más multicolores y exóticos. Con alta voz y entusiasmo, pronunciamos sus supuestos nombres en latín e inglés. Pero más tarde, leyendo en nuestro libro favorito y ornitológico "El mejor Amigo del Pájaro", teníamos que constatar que sólo habíamos "identificado" a especies que definitivamente no existen en Venezuela.

Resumiendo mis impresiones de ornitólogo novicio, no eran los espectaculares papagayos o tucanes los ejemplares que más me interesaban, sino una pareja de pavos que de repente apareció – dos inmensas sombras que cayeron por el declive y aterrizaron en nuestro sendero. Los dos gordos pavos parecían aún más asustados que nosotros, tenían una mirada casi histérica. Cada uno de los protagonistas de esta escena reaccionó de manera diferente: mientras que yo estaba buscando en los barrancos de mi cerebro por los nombres de estos dos monstruos en latín, inglés o español, el pavo macho aceleró su paso, desapareciendo como un cohete en la espesura verde. Trágicamente, no pensó ni en su elevado peso, ni en el hecho de que al otro lado del sendero esperaba un abismo. Su hembra y yo fueron testigos de su salto mortal, tan grotesco como involuntario. Después de unos instantes de silencio, su "viuda" se giró y con toda la tranquilidad e indiferencia del mundo regresó lentamente el camino por donde había venido.

Parecía como si yo sintiera más que ella la trágica e inesperada muerte de su "marido", porque durante 2 minutos guardaba el silencio funerario más absoluto.

Pero luego aceleramos nuestros pasos, finalmente queríamos llegar a la famosa laguna. Media hora más tarde, empezamos a discutir: teníamos miedo de nunca encontrarla, de que anocheciera, sin que podamos encontrar luego el camino de regreso y nuestros amigos estarían muy preocupados. Pero quizás faltaban ya tan sólo 5 minutos para llegar a la laguna legendaria La Coromoto. Decidimos seguir caminando, siempre pensando que sólo faltaban 5 minutos (y otros 5, y otros 5…).

Finalmente, encontramos a un grupo de indígenas en esa jungla, los que nos aseguraron que la laguna maravillosa se encontraba allí, a sólo 300 o 400 metros, sólo 10 "minutitos". A pesar de que ya sospechábamos que ese consejo no tenía que ver nada con la realidad, queríamos creerlo.

Una hora más tarde, ya estábamos maldiciendo la gente que nos habían animado a seguir, cuando una muchacha, quizás la hermana del "consejero" anterior, cruzó nuestro sendero y repitió: La Coromoto - ¡sólo 10 minutos! De nuevo, esperanza y ánimo, pero después de otros 1000 pasos cuesta arriba, caí agotado. Estaba harto de tanta naturaleza salvaje y vistas panorámicas. Dije a mi compañero que en el futuro, sólo compraría preciosas tarjetas postales. De todas maneras, me negué a gritos de seguir un solo paso adelante, así que iniciamos el retorno, mientras que mi colega murmullaba algo como "…este afeminado…". Me daba igual.

Después de 2 kilómetros, casi me habría ocurrido el mismo destino funesto que al Sr. Pavo, porque mis pasos cada vez más cansados e inseguros me llevaban al borde del abismo.

En el último segundo antes de la caída, mi compañero me salvó, y para recuperarnos del susto, nos sentamos, fumando el décimo cigarillo con vistas al barranco. De repente, se acercó un grupo de muy animados turistas con un guía. Entonces fingimos estar supercontentos y exitosos y repitimos la mentira que nos habían dicho antes: "A la Laguna La Coromoto – ¡sólo 10 minutos, un paseíto!" Cuando pasaron, nos tumbamos en la hierba, muertos de cansancio.

Afortunadamente, caminar cuesta abajo, ya no resultó tan grave, simplemente nos dejamos caer hacia adelante. Pronto volvimos a encontrar nuestros "consejeros" (los de los "eternos 10 minutos") y sólo con fuerza mi compañero podía impedir que los atacara. Muy poco antes de que anocheciera, llegamos cerca a nuestro punto de partida. Apoyándome en un letrero que antes no habíamos notado, leí de repente en el mismo las siguientes palabras: "Laguna La Coromoto, 9 kilómetros, 3 horas". Decidí (sin éxito) morirme de rabia.

Al final, aconteció la discusión con el guardia ya mencionada al principio, y la probabilidad de nuevas palizas. ¡Pero sin nosotros! Al contrario: ahora se acabó de caminatas. Descubrimos un restaurante y nos tomamos con toda la tranquilidad del mundo 6 cervezas (¿o eran más?), esperando que la cosa se fuera solucionado por sí sola. El taxista que luego nos llevó a casa, con sonrisa malévola, pidió 2 dólares para llevarnos 4 kilómetros hasta llegar – y desapareció en la noche como un ángel.

Texto: Sönke Schönauer
Traducción: Berthold Volberg