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V. Un Cristo entre Tierra y Cielo
22.30 en la Plaza de Molviedro, enfrente de la Capilla del Mayor Dolor. El público se ha puesto serio, en el aire está flotando expectación inquieta, mas llena de esperanzas. Sentimos que se está acercando el momento culminante de la Semana Santa. De noche, las procesiones siempre parecen más misteriosas que de día, la ilusión que están sugeriendo, más perfecta. Mientras que de día se puede ver más claramente cómo funciona todo (p. ej. el « relevo » de los costaleros), de noche, en una calleja de luces apagadas, todo parece magia. Sobre todo la cofradía que ahora estamos esperando consigue evocar siglos pasados, con su Barroco suntuoso y a la vez “tenebroso”.


El Paso más
magnífico de Sevilla
Una ola de susurros pasa ahora por la multitud. Todavía no se ve nada. De repente, desde la Calle Castelar, una Cruz dorada, reluciente, parece flotar por la noche por sí sola. Momentos después descubrimos en las tinieblas los Nazarenos con túnicas y antifaces de morado oscuro. El canto de salmos en latín se acerca. Una nube de incienso se extiende por el aire, envolviendo todo. Por la niebla de incienso nos llegan armonías mágicas de oboes, y cuando se está aclarando la niebla, descubrimos mirada por mirada una montaña de esculturas. Una atmósfera mística rodea este Paso de los superlativos: “La Quinta Angustia”. Si se pudiera ver tan sólo un Paso en Sevilla, tendría que ser éste.

El más alto, el más impresionante de todos los Pasos de la Semana Santa sevillana nos muestra una escena inigualable en su dramatismo barroco por excelencia: el descendimiento de Cristo. En dos escaleras están José de Arimatea y Nicodemus, descendiendo el cuerpo de Cristo muerto de la Cruz. La sombra del cadáver torcido pinta un interrogante en la blanca pared de la Capilla. La escultura del Cristo muerto es la obra cumbre de Pedro Roldán (1659) y se mueve en el aire, colgando de una sábana blanca fijada en la Cruz. El realismo y la dinámica de esta escena son asombrosos, casi causan miedo, porque con cada movimiento del Paso, el cuerpo de Cristo oscila de un lado al otro.
Ahora queda inmóvil, los costaleros han parado el Paso al lado de la Capilla. Desde la oscuridad, miradas iluminadas de conmoción se dirigen al Salvador que está colgando entre Tierra y Cielo, conmovedora la mirada sin lágrimas que dirige la Virgen de la Quinta Angustia a su hijo muerto. El silencio absoluto del público se hace inaguantable – ahora, que se levanta el Paso “en cámara lenta”. En este momento, como una liberación, alguien canta una Saeta desde algún balcón y la escena sobrecogedora del Cristo colgante desaparece lentamente entre nieblas de incienso.


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