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El Salvador: La Recuerda, donde el fuego es juego

Nejapa a 25 kilómetros de San Salvador, cuyo nombre significa “río de cenizas” nos ofrece una tradición salvadoreña de proyección internacional, que año con año agita los corazones de los espectadores.

Este poblado ha explotado su atractivo turístico, dándole mayor proyección a su principal fiesta, La Recuerda, celebrada cada 31 de agosto, cuyo máximo espectáculo es el juego de las bolas de fuego. Una emocionante experiencia que ha trascendido al ámbito internacional.

Cada vez son más los turistas nacionales y extranjeros atraídos a este singular evento en honor a San Jerónimo Doctor, patrono y protector de la localidad.

El Torito Pinto se abre paso entre la multitud, lanzando luces artificiales, mientras es cargado por un joven con el rostro pintado, señal de que el juego y el fuego han comenzado. Esta costumbre evoca la erupción del volcán de San Salvador, ocurrida en 1658, que destruyó el primer asentamiento nejapense.


Debido a la catástrofe los pobladores huyeron del valle y se instalaron en lo que ahora es Nejapa, llevando en hombros la imagen de su protector, quien según la tradición, les indicó instalarse en estas tierras. El santo también se situó en el lugar donde se construyó la iglesia, de cuyo altar no se ha movido en más de 300 años.

Con los años la tradición fue desapareciendo pero resurgió a finales del siglo XX. Ahora un grupo de entusiastas jóvenes preparan con mucha dedicación el juego; horas previas a él, se maquillan y se organizan en dos bandos para simular una guerra en la que se lanzan bolas de fuego hechas de trapo y alambre.

Adrenalina al máximo

Año con año el espectáculo es esperado por cientos de amantes de las emociones extremas, muchos son atraídos por este peligroso encuentro, cual pirómanos deseosos de acción; otros presencian el espectáculo con emociones mezcladas, queriendo participar y a la vez corriendo…huyendo del fuego cruzado. Sin importar lo que pase, no obstante la inclemencia del clima, la guerra se lleva a cabo. Este año tuvo un ingrediente más, una copiosa lluvia no impidió la diversión y la fiesta.

Entre malabares y gritos la fiesta comienza, obviando aquel consejo de la infancia de “no juegues con fuego”. El evento se desarrolla en la calle principal, frente a la iglesia y el parque, pocos son los lugares donde resguardarse de estos guerreros que azuzan al público a participar.

Varias fogatas iluminan la calle, donde brotan nuevos ánimos para continuar. Luego de dos horas de enfrentamiento, de huir y regresar al fuego, se acaba la conmemoración de las bolas de fuego, pero la fiesta aún no, le sigue un baile hasta el amanecer y hasta que el cuerpo aguante.

Texto + Fotos: editorial alejandria
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