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Yawar fiesta – arguedas y la fiesta de la sangre
Andahuaylas es una pequeña ciudad en los Andes peruanos. En quechua, Andahuaylas quiere decir “lugar de las bellas puestas de sol”. Aparte de ser la ciudad de las puestas de sol preciosas, Andahuaylas también es la ciudad donde nació José María Arguedas y la ciudad que se hizo famosa por una fiesta extraña: Yawar Fiesta.

Arguedas es uno de los escritores más importantes del país y después de Mario Vargas Llosa y al lado de César Vallejo, el autor peruano de más reputación universal. Su importancia, sin embargo, se debe más a su papel como indigenista que de artista. Arguedas ha contribuido considerablemente a corregir la imagen de los serranos, como se llama la población indígena del altiplano. Mientras la mirada del Perú – incluso después de la independencia 1821 – estaba dirigida más bien hacia Europa con su madre patria y hacia Estados Unidos, el movimiento indigenista con escritores como Arguedas o Cirio Alegría abrió camino a más respeto hacia la propia historia.

Todavía hoy existen muchos prejuicios en contra de la gente de la montaña. Tienen fama de ser traicioneros, brutos, perezosos y un poco simples. El hecho que su lengua materna es el quechua y que adicionalmente sepan hablar español, no resulta en una actitud respetuosa hacia la calidad necesariamente más baja de su segunda lengua. Al contrario, se considera signo de la simpleza incluso el dialecto de los serranos.

Arguedas nació en 1911 en Andahuaylas y creció en la sierra. Su madre murió cuando tenía apenas tres años y su padre – un abogado pobre que estaba constantemente viajando para encontrar nuevos clientes – volvió a casarse pronto. La madrastra no quiso al niño quieto y tímido y éste buscó refugio y calor humano en los sirvientes. De ellos aprendió también quechua, el idioma que estuvo enseñando hasta su violenta muerte.

Después de la escuela, Arguedas se trasladó a Lima y tuvo que vivir el proceso de asimilación que tantos compadres suyos ya habían hecho. Así se convirtió en uno de los cinco tipos de personas que menciona en el epílogo de su primer libro: el estudiante, cuyo cuerpo reside en Lima, cuya alma pero vive en las montañas. A partir de 1931 se encuentra en la Universidad San Marcos de Lima, con la que se relaciona hasta el final de su vida. Allí es donde enseña quechua y etnología.

Escribir sobre los “indios”, como los llama el autor, a principios de los años cuarenta resultó un desafío importante para Arguedas. Los indígenas hablaban casi exclusivamente quechua. Arguedas mismo había vivido entre ellos y tenía muy claras las imágenes que quería dibujar con sus palabras.


En el momento, no obstante, que abrían la boca sus personajes y hablaban español, se desdibujaban hasta el punto de no reconocerlos. Durante toda su vida creadora intentó mejorar la transcripción de la manera de hablar indígena sin utilizar demasiados fragmentos del quechua.

En su primera novela “Yawar Fiesta” mezcla términos del lenguaje indígena con una transcripción de la pronunciación del español del altiplano. (Quechua sólo tiene tres vocales y así la ‘e’ resulta más bien en una ‘i’, mientras la ‘o’ se vuelve una ‘u’.) Es difícil de creer que un indigenista hoy en día siguiese su ejemplo, ya que el resultado que obtuvo es precisamente la impresión que Arguedas quería evitar: que se les considerara incultos a los “indios”. Su descripción del colectivo indígena en Yawar Fiesta sin nombres ni individualidad, por un lado fuerte y irrefrenable, pero por otro lado servil y torpe, ya no satisface el criterio que se le aplica a este tipo de literatura. Se nota demasiado que Arguedas es exactamente lo que describe con ironía ácida: un híbrido que vive entre los descendientes de los españoles de la costa y los hijos de los Inkas en las montañas.

Por un lado hablan desde la novela los prejuicios contra una gente que él ha conocido básicamente como sirvientes y por el otro lado el escritor glorifica de manera exagerada la cercanía a la naturaleza y la superioridad moral de los serranos. El lector no puede evitar recordar Rousseau y su amor algo ingenuo hacia la naturaleza.

No obstante, la contribución de Arguedas a la cultura peruana es sin duda muy importante y libros como „Los ríos profundos“ o „Todas las sangres“ constituyen importantes hitos en la literatura de este país.

Parece que Arguedas fue una persona sensible – incluso demasiado al parecer. Con los años perdió la seguridad de conocer su razón de ser en la tierra. Cuando en una mesa redonda se le criticó duramente el libro “Todas las sangres”, se colapsó internamente. Escribió el mismo día: "Creo que hoy mi vida ha dejado de tener razón de ser... Casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, [también hoy] que mi libro "Todas las sangres" es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo"

Esto era 1965. Cuatro años después lega „El zorro de arriba y el zorro de abajo“, una “espacio novelesco” , que en su apéndice cuenta con unas cartas donde describe minuciosamente su futura muerte. En una de las últimas cartas, el 5 de noviembre 1969 escribe: “PD. (a la vuelta de Lima): Obtuve en Chile un revólver calibre 22. Le he probado. Funciona. Está bien. No será fácil elegir el día, hacerlo.”

Esta carta está dirigida a su editor, pero hay otras para su rector y estudiantes de la Universidad Agraria, donde habla de la creatividad agotada, de la edad y de que la única manera honorable de salir de eso es la retirada

El día 28 de noviembre de 1969 escribe un Addendum a una de las cartas: “Elijo este día porque no perturbará tanto la marcha de la Universidad. Creo que la matrícula habrá concluido. A los amigos y autoridades acaso les hago perder el sábado y domingo, pero es de ellos y no de la U.” Acto seguido, se dirige a un baño de la universidad y se quita la vida con una bala en la sien.

Yawar Fiesta es el título de su primera novela, pero también de una fiesta que se celebra en la región natal de este escritor. Ha sido descrita, filmada y fotografiada muchas veces, debido a su espectacular carácter.

En Cuzco tuve la oportunidad de ver un documental de un etnólogo austriaco que enseñó, aparte de la fiesta, también su emergente comercialización. Para la fiesta se necesita capturar un cóndor. Una aventura bastante difícil que requiere mucha experiencia. Normalmente se encarga una familia que los captura desde hace generaciones.

Aparte del peligro para cuerpo y vida, huelga recordar que el cóndor es uno de los dioses más importantes del mundo andino. Quien daña al cóndor tiene que temer consecuencias tremendísimas.

En lo que es la fiesta, se le cosen las garras del cóndor a la espalda de un toro. El cóndor, asustado de muerte, empieza a machacarle la nuca al toro que a su vez intenta quitarse el ave enorme de encima, brincando fuertemente. El tamaño de los dos animales, a pesar de lo que uno puede pensar, es más que comparable. El toro, por lo tanto, se vuelve casi un animal alado de fábula. Una imagen con mucha fuerza.

Naturalmente hay mucha crítica a esta fiesta y por eso hoy día se les separa a los animales después de poco tiempo. Del toro se “ocupa” un torero – o su equivalente indígena –, mientras el cóndor es llevado con sumo respeto a la familia de anfitriones, donde se le curan las heridas antes de soltarlo.

La interpretación de la fiesta tradicionalmente equipara el mundo andino con el cóndor y los españoles con el toro. Se dice que se trata de una lucha de los nativos contra los intrusos. Que antiguamente el cóndor solía ganar la pelea, era en este marco un resultado más que deseable. Interpretaciones más nuevas , sin embargo, señalan alternativas que no necesitan incluir a los conquistadores.

Se tiene que tener en cuenta que el toreo en su versión indígena se considera muy suyo, como una parte importante de la propia cultura. Que sus raíces quizá se originen en otro continente, juega en este, como en otros casos, un papel secundario.

Texto y Fotos: Nil Thaby


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