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Peru: La guerra del guano

Es agosto y hace mucha calor en Washington, D.C., la capital de los Estados Unidos. Hoy hay una sesión del Congreso donde los diputados tienen que votar tan sólo por una ley. Una ley no obstante que es suficientemente importante para el futuro de los Estados Unidos para que vuelvan de los diversos lugares donde estaban veraneando. Los diputados saben lo que supone el hallazgo de este material en las Islas Lobos, a pocos kilómetros de la costa peruana. Uno de ellos habla largamente sobre la importancia de guano para los campesinos del midwest. Desde que empezamos a utilizar guano, informa, el rendimiento de nuestros campos se ha triplicado y el índice de hambre ha disminuido significativamente. "Si no tomamos lo que necesitan nuestros campesinos, seguiremos dependiente del Perú, un país notorio para los cambios en su política o incluso en su sistema político. En el pasado ya nos hicieron notar que dependíamos de ellos, ¡pero eso se tiene que acabar! No puede ser que los niños americanos pasen hambre, porque algún presidente del Perú decide que el precio del guano tiene que subir.

Y ahora, señorías, con el hallazgo de las islas, por vez primera en nuestra historia tenemos la solución para nuestros campos en la mano.

Mi voto está claro: yo, como todo patriota, ¡a favor!" Se oyeron grandes aplausos y el recuento de los votos no dejaba ninguna duda. El Congreso de los Estados Unidos había decidido que sus ciudadanos podían ocupar pacíficamente cualquier isla o roca con yacimientos de guano que todavía no pertenecía claramente a un país.

Los ciudadanos podían ocupar estas islas por iniciativa propia y el presidente, después, los podía declarar pertenecientes al territorio de los Estados Unidos. Una vez exhausta la existencia del guano, el estado norte-americano no tenía ninguna obligación de mantener dicha isla o roca dentro de su territorio. Como último añadido a la ley del guano, se decidió que el presidente podía decidir hacer "uso de las fuerzas navales y de tierra de los Estados Unidos para proteger los derechos" del descubridor.

Es el año 1856 y en este momento ya ha pasado el gran miedo a una guerra entre los EEUU y el Perú, la guerra del guano. La consecuencia de esta ley será una gran cantidad de islas – un total de 4000 en todo el Pacífico – ocupadas por autodenominados descubridores norte-americanos.

Esta sustancia blancuzca que hace 150 años era capaz de enfrentar hasta a países enteros, ¿qué es?

El nombre del adobe natural guano – o huano, según la trascripción – viene del quechua – uno de los idiomas indígenas del Perú y la lengua de los incas. La traducción ya explica lo que es: "excrementos de pájaros marines". No son los excrementos de cualquier pájaro marino, sino de tres específicos, de una especie de cormorán, del pelicano gris y del piqueros. Habitan en la costa peruana en pequeñas islas rocosas sin ningún tipo de vegetación gracias a la corriente de Humboldt, una corriente de aguas frías que baja del estrecho de Behring. La combinación de aguas frías con el calor tropical resulta en unas condiciones climáticas que impiden las precipitaciones: el desierto costeño del Perú es un de los lugares más secos del planeta. Si no fuera por la intervención humana, no se encontraría ninguna planta, ni siquiera un cactus, sino sólo arena y rocas a lo largo de dos mil kilómetros. Las únicas veces que hay precipitaciones es cuando aparece el fenómeno del Niño con su fuerza de destrucción brutal. Los pájaros habitan en las islas para criar su nueva generación. En una isla mediana pueden habitar hasta un millón de animales, generando cerca de 11,000 toneladas de guano cada año.

La falta de lluvia resulta en unas condiciones óptimas para el guano, porque el excremento puede secarse lentamente. La baja humedad impide la fuga de los componentes con alto contenido en nitrógeno. Además, los pájaros se alimentan exclusivamente de pescado (en su mayoría anchova), que hace los sus excrementos todavía más ricos en nitrógeno. El guano, por lo tanto, es un adobe óptimo y totalmente natural.

Su uso se remonta a tiempos remotos. Ya antes de los incas, las culturas costeñas habían descubierto su utilidad por la agricultura.

Alrededor de 1840, los europeos descubrieron el guano como adobe y empezaron a importar guano para su uso en la agricultura. Cuando se mostraron los resultados espléndidos que aportaba el guano, empezó una importación masiva y no sólo a Europa sino también en cantidades importantes a los Estados Unidos. El mundo a mitades del siglo diecinueve es un mundo antes de la revolución industrial y por lo tanto totalmente dependiente del sector agrícola. Cualquier mejora sistemática en la cosecha resultaba directamente en una riqueza más elevada.

El guano se encontraba en las islas del Perú y en unos pocos lugares de la costa africana. Más tarde se descubrieron también islas en el caribe donde los pájaros dejaban el valioso adobe.

Pero ninguno de los yacimientos fuera del Perú producía la calidad del guano peruano, con el efecto que el Perú casi tenía el monopolio del guano. El Perú en estos momentos tenía una deuda exterior muy importante que estaba sofocando al país. US$20 millones sólo con empresarios de Gran Bretaña y otros US$30 millones con Venezuela y Ecuador resultaban en una pesadilla para la economía peruana, debilitada encima por conflictos internos. Cuando el Perú se dio cuenta de la riqueza amontonada en capas de hasta 40m de grosor en sus rocas agrestes, pensó haber encontrado una solución para todos los problemas del país. Fijaron un precio de US$50 por tonelada, un precio muy alto por entonces, que pesaba considerablemente sobre los campesinos de los EEUU y de Europa.

El dinero empezó a entrar al país de una manera descomunal. El guano parecía un regalo caído del cielo, que sólo tenía el problema de una cosecha muy laboriosa. Al poco tiempo sin embargo se encontró una solución genial. En este tiempo un empresario peruano, Domingo Elías, tuvo la idea de importar chinos. Él tenía mucha necesidad de mano de obra en la selva, ya que los indígenas eran difíciles de explotar y que el Perú había abandonado la esclavitud no hacía mucho. En la China y en Japón, en cambio, la población pasaba tanto hambre que por fuerza tenía que aceptar cualquier oferta de trabajo, fuera donde fuese. Una vez llegados al Perú, los empresarios del guano se dieron cuenta del perfecto aprovecho de los chinos – coolíes como se les llama(ba) equivocadamente, ya que es una palabra de origen hindú que quiere decir jornalero – para el guano.

La cosecha del guano es un trabajo muy duro. El sol tropical y los vientos fuertes hacen que sólo se pueda trabajar por las mañanas. A la tarde las condiciones climáticas son inhumanas. Cuando se levanta el sol despiadado hacia las 4:30h de la madrugada los jornaleros empiezan a trabajar. De herramientas sólo utilizan picos y palas: el guano se obtiene rascando literalmente las rocas. A pesar del duro trabajo que sigue siendo, hoy las condiciones son bastante mejores que para los chinos de entonces huyendo del hambre. Hoy hay comida y servicios médicos gratuitos, se les proporciona una cama y refugio de las duras condiciones climáticas en una tienda. Claramente un trabajo que todavía se aprovecha de los peruanos más necesitados, pero al menos ahora se paga un sueldo a los trabajadores. Los chinos sin embargo ni hablaban el idioma ni tenían a ninguno que defendiese sus derechos. Esta situación la aprovecharon los empresarios escandalosamente, produciendo frecuentes suicidas entre los chinos de las islas guaneras. Algunos testimonios hablan de que los coolíes trabajaban en las islas desnudos y casi como animales, muchas horas en cada uno de los siete días de la semana, que no se les dejaba ir a tierra firme y que a veces ni se los pagaba un sueldo. Habían huido del hambre, pero se habían vuelto esclavos de hecho, sino de ley.

El resultado era que para el Perú, el guano parecía la solución perfecta a todos sus problemas. Explotaban las islas y los chinos, mientras los campesinos de los EEUU y de Europa pagaban a regañadientes el exagerado precio.

En el 1852 no obstante se descubrieron las islas Lobos a 5 millas náuticas de la costa norte del país. Allí yacían unas cantidades de guano hasta ahora inimaginables, seguramente porque desde hacía siglos nadie había accedido a las islas – si es que alguien las había descubierto.

Al menos Estados Unidos – con un interés propio muy grande –pusieron esto oficialmente en duda. El entonces Secretario d"Estado, Webster, emitió una carta a un comerciante de guano, diciendo que "el gobierno de los Estados Unidos no tiene conocimientos de que las islas Lobos hayan sido descubiertas o sean ocupadas por el Perú", ni que se haya utilizado el guano encontrado allí anteriormente. Esta declaración servía en realidad sólo como base para el siguiente paso: en la misma carta, el Secretario deja claro que tal vez era la deuda del estado asegurar militarmente que los ciudadanos de los EEUU puedan explotar la materia valiosa. Y para dar más peso a sus palabras, acompañó la carta por un barco de guerra.

Con antelación los EEUU habían hablado con los peruanos sobre el preocupante tema del precio del guano. Uno de sus predecesores, el Secretario d"Estado, Clayton, había dejado claro que el poderoso aliado del Norte acogería con satisfacción una bajada de precio de US$50 a US$10 por tonelada, dejando totalmente de banda que las naves de carga americanas pedían ya US$15 por tonelada para el transporte del guano de las islas a través del Cabo de Hornos a las ciudades norte-americanas. Así que – aparte de que el Perú estaba sometido a una presión muy alta por culpa de su deuda exterior – este precio ni siquiera era posible.

Cuando llegó el barco de guerra a la costa peruana, la situación se crispó y no pocos sectores peruanos temían una guerra contra los Estados Unidos. Pero por una vez ganó la inteligencia sobre la agresión y el sentimiento de la humillación. El Perú bajó bastante el precio del guano y permitió que los barcos americanos circularan libremente entre los yacimientos y su país de origen. En cambio se reconoció mundialmente el derecho del Perú a sus islas costeñas. Había faltado muy poco.

Todo eso es historia muy lejana. A finales del siglo diecinueve las existencias de guano peruano estaban casi exhaustas por el mal uso que se les hacía. La producción de guano en los años 1909-1910 era tan sólo una decena parte de la producción de años anteriores. La necesidad de un adobe más barato y de un sucedáneo al guano peruano había resultado en el descubrimiento de muchas más islas guaneras. Por último, en el año 1915 el químico alemán Fritz Haber encontró una manera de producir artificialmente sustancias de alto contenido en nitrógeno. La consecuencia de todos estos factores era el colapso mundial del mercado del guano. Actualmente sólo se exportan unos pocos miliares de toneladas al año para el creciente mercado biológico-naturista.

Por descontado – dicho sea de paso – que el plan del gobierno peruano de pagar todos las deudas tampoco no funcionó. El dinero del guano desapareció más rápido que el agua de un colador.

Texto + Fotos: Nil Thraby para imprimir  


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