caiman.de 08/2003

Un Vértigo Barroco - Homenaje a la más bella ciudad de Sudamérica (2)

¿Ya has tomado tu litro de Mate de Coca esta mañana?, me pregunta la encantadora camarera del Hostal Amaru con una sonrisa angélica cuando entrego mis llaves al salir. Que no se preocupe: naturalmente, no voy a pasar ningún día en el Cuzco sin Coca, ya que quisiera disfrutar también de la belleza de los restantes monumentos sin trastornos respiratorios, vértigo y palpitaciones aceleradas. Y el té de Coca es bastante más sano que las medicinas químicas que los turistas suelen llevar en sus maletas.

Mi programa turístico para hoy comienza con una visita del Palacio Arzobispal del Cuzco, o sea, el Museo de Arte Sacro que han instalado en sus salas. Se trata de un edificio precioso, construído a principios del Siglo XVII en estilo mudéjar con un balcón espectacular de madera de cedro. El Museo muestra esculturas y muebles antiguos, pero sobre todo alberga una inmensa colección de pinturas barrocas de la Escuela Cuzqueña. Lo más espectacular e interesante es una serie de cuadros que muestran festividades religiosas, pintados por Diego Quispe Tito (1611 – 1681) quien era el más famoso y popular pintor de la Escuela Cuzqueña. Su temática favorita parece ser la procesión del Corpus Christi cuya pompa barroca muestra en sus obras de vistosos colores entre los que predomina un rojo intenso. Podemos admirar las vestimentas suntuosas de la aristocracia incaica que participó en las procesiones, llevando sus tradicionales coronas de plumas. Esos detalles pintorescos nos demuestran como los españoles integraron de manera hábil la aristocracia incaica en las manifestaciones públicas de la fe cristiana. Pero al mismo tiempo, también indica el general "Renacimiento" de elementos de la cultura de los incas hacia el final del Siglo XVII. Muchos criollos peruanos que querían distinguirse de los peninsulares, adoptaron detalles de la moda incaica que les parecía "très chic": se compraron mantas de alpaca o parasoles de plumas. Pero el retorno "clandestino" de los incas no estuvo limitado al mundo de la moda. También en la literatura, en el teatro y naturalmente en las Bellas Artes empezaron de nuevo estar en boga los detalles incaicos que recordaban las raíces históricas del Cuzco y sus habitantes.

Imágenes muy semejantes me esperan unos momentos más tarde en el Museo de Santa Catalina. En este antiguo Convento se puede contemplar quizás la colección más importante y completa de la Escuela Cuzqueña. En estas salas sigue muy presente el Siglo de Oro del Barroco Mestizo (1680 – 1780). Resulta muy interesante observar como la creación de imágenes de esta Escuela de Pintura se iba "incaizando" durante aquel siglo. Mientras que los primeros cuadros de Diego Quispe Tito me parecen a veces como copias estáticas de Murillo en las que ángeles y santos tienen rostros totalmente europeos, en el transcurso del Siglo de Oro, sus fisonomías y rasgos son cada vez más los de indios. Y a finales del Siglo XVIII encontramos numerosos elementos del ambiente local y de la cultura incaica introducidos en las pinturas de la Escuela Cuzqueña. En las representaciones de la Sagrada Familia aparecen mangos y papayas, parasoles de plumas como los que utilizaron los incas y flores de los Andes. O de repente, un inmenso papagayo multicolor y llamativo está sentado entre la Virgen y el Niño Jesús. El gusto de los indígenas (re)conquista el mundo de las imágenes sagradas del Cuzco, muchos episodios de la historia incaica se integraron en las obras cristianas que quedaron muy marcadas por la tradición incaica. El resultado es un Barroco muy especial: estilizado y plano (a veces sin perspectiva), parecido a la "inmovilidad pomposa" de iconos. Incluso se puede descubrir pinturas de Cristo en las que aparece el Salvador cristiano llevando un inmenso medallón dorado del Sol en el pecho, a modo de un emperador incaico en su trono, como el "Hijo del Sol Divino". Aquellas representaciones pertenecen a las teológicamente más atrevidas de la Escuela Cuzqueña y son más bien escasas. Durante el Siglo XVIII, la mayoría de los pintores cuzqueños, como Marcos Zapata o el muy talentudo Ignacio Chacón prefirieron pintar fabricaciones en serie de vírgenes y ángeles. Una "invasion" de ángeles conquistó el Cuzco durante el Siglo de Oro. Los cuzqueños pedían cada vez más de los mensajeros alados. Rodeados de un juego de colores en el que siempre predominan rojo, oro y verde, los angelitos bailan a millares por los cuadros y retablos del Cuzco. Están en todas las partes. Incluso parece que todavía hoy día están andando por las calles. ¿No son esos rostros de bronce, sonrientes y silenciosos, caras de ángeles que aquí, tan cerca del cielo, desfilan por las calles, mandados al Cuzco como antaño Manco Capac, Hijo del Sol?

Vértigo Barroco
Estoy subiendo la Cuesta de San Blas para llegar a la Iglesia del mismo nombre. Es una de las cuestas más empinadas del Cuzco y me duele la cabeza, mi corazón está galopando. Así que despacito, sin prisa, porque en ese tipo de subidas incluso dos litros de té de Coca no serían suficientes.

Finalmente, me encuentro delante de la austera fachada de San Blas, la iglesia más antigua del Cuzco, financiada y construída hacia 1540 de marineros croatas de Dubrovnik (!). Por fuera, aparte de la espadaña, es un edificio muy austero, por dentro sorprende por retablos magníficos que sólo serán superados por los de la Iglesia de la Compañía. Lamentablemente, está terminantemente prohibido hacer fotos en la Iglesia de San Blas, ni siquiera sin flash.

El vigilante, después de cobrarme la entrada, está observando con cara de serpiente cada uno de mis movimientos. De verdad está mirándome como si yo fuera no un turista, sino un terrorista – y la cámara desactivada en mis manos un cóctel molotov con el que podría destruir todo el edificio. Finalmente, encuentro en esta ciudad de ángeles morenos un ser malhumorado y nada angélico. La expresión enojada de su cara no me hace dudar ni un segundo: en caso de que me atreviera a sacar una fotografía del famosísimo púlpito, me atacaría al instante para destrozar mi cámara. Así que me limito a contemplar sin ambición de fotógrafo esta maravilla tallada de madera de cedro por un genio desconocido del Siglo XVII – una ola barroca de figuras que produce vértigo en el espectador.

Un par de iglesias y meditaciones más tarde, me encuentro entre los retablos del grandioso Convento de La Merced. De repente, tengo una visión. ¿Será la falta de oxígeno o el efecto del consumo excesivo de té de Coca? No puedo creer lo que veo: un Niño Jesús que lleva pelele y chupete, debajo de una aureola de neón, dentro de una urna de cristal y rodeado, casi medio cubierto, de una pirámide de regalitos. Me está sonriendo. Entre los regalitos predominan coches de carreras de plástico, como los que regalan a niños. Lentamente, empiezo a sentir – y pronto este sentimiento se convierte en certeza: no es una visión. Este Niño Jesús super-kitsch y totalmente libre de arte lo veneran aquí en La Merced como portador de la suerte, según un sistema muy simple: a este Jesuscito le regalan – en edición miniatura – lo que por intervención divina esperan obtener, p. ej. un coche de carreras.

Uno puede sentir irritación y hasta consternación al encontrar una muñeca tan horriblemente kitsch en la monumental Iglesia de La Merced como objeto de devoción. ¿Pero por qué esa creencia popular en milagros con sus ilusiones tan humanas (y a veces francamente materialistas) no puede también ocupar un espacio en este templo? Y cuando en el momento siguiente puedo observar como una abuelita arrugada se acerca a ese Niño Jesús, susurrando una breve oración, y después deja caer un zapato de tela por la apertura de la urna, admito que me quedo conmovido. Aunque desde entonces estoy preocupado que ese Niño Jesús pronto desaparecerá por siempre debajo de la montaña de sus regalitos...

La "Cueva" del Eremita
Después de esa visión de dudoso gusto, voy descubriendo las obras de arte de primerísima categoría que guarda el Convento de La Merced. Entrando en el claustro barroco, me quedo fascinado por las impresiones que de repente se me ofrecen. El claustro es como una galería de arte al aire libre, porque sus dos pisos están llenos de cuadros de gran formato que rebosan de ángeles lucientes, la mayoría del maestro Ignacio Chacón. En las salas del Museo del Convento, me sorprende una "Sagrada Familia" de Rubens, al lado de las obras del jesuita italiano Bernardo Bitti, quien vivió en el Perú a finales del Siglo XVI. Pero aparte de pinturas de artistas de fama universal que no habría esperado aquí, La Merced ofrece otra sorpresa al visitante que me impresiona aún más. En una esquina del claustro se puede bajar a una capilla subterránea que fue la celda de Fray Francisco Salamanca, un monje-artista quien pasó aquí la segunda mitad de su vida, a partir de principios del Siglo XVIII. Fue poeta y compositor, escribió villancicos en los idiomas indígenas quechua y aymara Pero sobre todo se hizo famoso como pintor. En esta celda que es como una cueva subterránea aquel eremita pasó en oscura soledad, retirado del mundo como en una prisión autoeligida sus últimos 30 años de vida († 1737). Y toda esta celda la pintó completamente con frescos, a la luz de velas, imaginando sus visiones tenebrosas y luminosas, cubriendo con ellas las paredes y bóvedas rocosas. Una imagen ardiente y espantosa nos espera al lado de la entrada. En la pared están moviéndose monstruos y demonios, serpientes y dragones al punto de salir del infierno y mordiendo a los hombres que desesperadamente tratan de escapar de las llamas del purgatorio. El Infierno Dantesco en el averno del Cuzco. Por la estrechez claustrofóbica de la celda, los demonios de ojos desalmados y los dragones con regañamiento de dientes parecen saltar directamente a la cara del visitante que acaba de entrar. Un fresco como un puñetazo que casi hace retroceder. Sólo los felinos como la pantera parecen demasiado graciosos para causar temor y espanto.

Quien no sale después de la primera impresión recibirá la recompensa de su firmeza en la segunda celda, ya que después del infierno y purgatorio le espera el paraíso. Angelitos de colores lucientes tocando el arpa están rodeados de nubes luminosas y volando encima de de un huerto florido y lleno de papagayos. En medio de este jardín paradisíaco, el artista pintó la escena de la Adoración de los Reyes. En la bóveda se puede contemplar una María Magdalena meditando en un jardín debajo de la inscripción "Eternidad". Mucho tiempo me he quedado en este templo diminuto, contemplando estas pinturas subterráneas. Naturalmente, no se puede comparar los frescos de Francisco Salamanca con las obras maestras del Barroco en Cuzco u otras partes del mundo, y algunos los calificarían de "naiv". Pero este lugar sagrado tan íntimo y especial que nos presenta la obra de su vida, sus temores y demonios, pero también sus esperanzas y visiones del paraíso, me ha fascinado más que muchas obras monumentales.

Un Sueño de Piedra y Oro
Según el lema "lo mejor al final de todo" entro en el más bello edificio del Cuzco cuando ya anochece. "La Compañía" – la Iglesia de los Jesuitas es una maravilla arquitectónica construída después del gran terremoto de 1650 en tan sólo 17 años. Los jesuitas a quienes debemos la conservación de muchos detalles de la cultura indígena, siempre se interesaban – más que otras órdenes – por las culturas y tradiciones de los países donde evangelizaron. Según el principio de delectando docere intentaron "seducir" a los indios mediante la belleza de vírgenes y ángeles para que adoptaran la nueva religión. Aquí en la antigua metrópoli incaica, donde la antigua religión del Sol todavía tenía mucha influencia y su memoria estaba muy presente, esta misión era de suma importancia. Por ello, su iglesia y convento principal en Cuzco era un proyecto de gran prestigio con el que querían conseguir dos objetivos: fascinar a los indígenas y superar la catedral en riqueza ornamental y suntuosidad arquitectónica – lo que lograron.

Ya el edificio anterior, destruído por el terremoto catastrófico de 1650, había sido ambicioso, directamente encargado por el sobrino del fundador San Ignacio de Loyola, el que vivió aquí y se casó con una princesa incaica, sobrina del último emperador de los incas, Tupac Amaru I., ejecutado en 1572 después de su rebelión contra la ocupación española. Los arquitectos quisieron construir la fachada imponente de torres gemelas aún más alta, pero no pudo ser por el peligro constante de terremotos. Así que pudieron dedicar más atención a la decoración del interior del templo de una sola nave. Los retablos de madera de cedro revestidos de pan de oro, sobre todo los del lado derecho, son muy impresionantes, todas las esculturas obras maestras. A la derecha del Retablo Mayor hay un retablo cuyas figuras son de tan clásica belleza que espontáneamente diría que serán obras del mayor escultor español, Martínez Montañés de Sevilla. Pero esa atribución es muy improbable, ya que el maestro sevillano había muerto 18 años antes del comienzo de la construcción de esta iglesia. Quizás nunca llegaremos a saber qué genio desconocido ha creado estas esculturas. Lo más espectacular que supera las otras maravillas vistas en esta ciudad es el Retablo Mayor, una montaña de oro reluciente de 21 metros de altura y 12 de anchura: una apoteosis del Barrocco. El artista cuzqueño Diego Martínez de Oviedo es el creador de esa arquitectura (1670) que ya no parece de este mundo e invita a un viaje onírico. Ángeles y angelitos en cada esquina, y en el centro de ese imperio celestial una Inmaculada, encima de ella un inmenso cuadro que muestra la Transfiguración de Cristo.

En este momento esta comenzando una misa en la Iglesia de la Compañía, sin duda una de las más bellas del mundo. Espontáneamente, decido quedarme, aunque admito que no presto mucha atención a las palabras del sermón del sacerdote, sino dejo volar mis miradas, me pierdo entre las columnas coronadas de ángeles de este Retablo. Cuando la misa está llegando a su final y el sacerdote da la paz, de repente se me acerca corriendo una pequeña muchacha indígena, me abraza – (aunque algo difícil considerando la diferencia de altura) – susurrando "La Paz contigo". En este momento, cuando me mira con una sonrisa de sus ojos negros, parece ser uno de los angelitos que ha bajado del Retablo Mayor, sólo le faltan las alas. Junto con todos los ángeles morenos y silenciosos salgo de la iglesia, llevando de verdad una paz interior conmigo.

Por última vez, estoy cruzando la Plaza de Armas. Ya acaba de anochecer y la luna llena se ha asomado por encima de las cumbres de los Andes y está colgando en el firmamento morado como un inmenso tambor de luz entre la espadaña de la Iglesia de Las Nazarenas. Los templos barrocos del Cuzco están iluminadas de luz dorada y parecen arquitectura ya no de manos humanas sino del Cielo empíreo. San Cristóbal en el punto más alto de la ciudad brilla como una corona de estrellas en la bóveda del horizonte nocturno. Innumerables lucecillas diminutas adornan como guirnaldas los pendientes de los montes que rodean el valle.

El Cuzco no es sólo el corazón antiguo de la región andina, es un sueño del Ultra-Barroco tallado en piedra y oro, creado juntamente por Europa y América, por andaluces y los herederos del Tahuantinsuyu. Esta ciudad de ensueño parece irreal, tan alejado de los espacios vitales normales y tan cerca del cielo y de una espiritualidad etérea. Y tenía dos almas - una incaica y otra barroca – que ya se han fundido en un alma mestiza. Como los muros incaicos resistentes a cada terremoto que fueron coronados por las fachadas barrocas ricamente ornamentadas.

Texto: Berthold Volberg

Recomendaciones:
Iglesia de la Compañía
Plaza de Armas
Horario: Entrada gratuita, pero lamentablemente sólo abre por las misas y poco antes y después, por la mañana entre 11 – 13 horas, por la tarde 18 – 20 horas, mejor preguntar.

Iglesia San Blas
Plazoleta de San Blas
Horario: 10.30 - 12.30 y 17.00 - 19.00 horas
Entrada: 1 US$, se recomienda el Tiquete Combinado

Catedral:
Horario: de momento sólo abre por la tarde de lunes – sábado 14.00 – 17.30 horas, el domingo sólo suele abrir por las misas. Se entra por la Iglesia de la Sagrada Familia. Está totalmente prohibido tomar fotos.
Entrada: es recomendable comprar el “ticket combinado” que vale 10 US$ y vale para 10 de los monumentos más importantes del Cuzco y seis fortalezas incaicas en los alrededores.

Museo Inca:
Horario: Martes – Viernes 9.00 – 13.00 y 14.30 – 17.30 horas, Sábado de 9.00 a 14.00.
Entrada: 1,50 US$, véase recomendación arriba.

Museo de Arte Sacro (Palacio Arzobispal)
C. Hatunrumíyoc/ Esq. C. Herrajes
Tel. (00511)-22-2781
Horario: Lunes (!) - Sábado 8.00 - 11.30 y 15.00 - 17.30 horas
Entrada: se recomienda el Tiquete Combinado (10 US$ para casi todos los Museos de Cuzco)
Domingo: 14.00 - 17.30 horas

Museo de Convento de Santa Catalina
Plazoleta de Santa Catalina
Tel. (00511)-22-3245
Horario: Lunes (!) - Sábado 8.00 - 15.00 , Viernes + Domingo cerrado!
Entrada: se recomienda el Tiquete Combinado (10 US$ para casi todos los Museos de Cuzco)

Museo del Convento de La Merced
Calle Mantas 121
Tel.: (00511)-23-1821
Horario: Lunes (!) - Sábado 8.00 - 12.00 y 15.00 - 17.00 horas
Entrada: 3 US$ (no está en el Tiquete Combinado!)

Alojamiento:
Hostal AMARU
Cuesta de San Blas N° 541
Tel.: (00511)-225933
Hostal muy bonito y recomendable, limpio, con personal muy amable, en una casa antigua (sin calefacción), está muy céntrico y a la vez muy tranquilo, sólo a tres minutos andando de la Plaza Mayor (Plaza de Armas), ycon bonitas vistas a la parte antiguo de Cuzco y la Iglesia de San Cristóbal. Precio: habitación doble con desayuno: 25 US$.

Hay que preguntar por las horas del servicio de agua, como en todos los hoteles del Cuzco, ya que a veces la empresa de agua la corta durante unas horas al día.

Restaurantes:
Haylilly
Calle Plateros
Café/Restaurante muy recomendable. Simple, pero bueno, bonito y barato, ofrece buenos desayunos y meriendas con pasteles/tartas muy buenos (la de chocolate es magnífica), zumos naturales y por supuesto, mate de Coca. También ofrece almuerzos muy económicos (platos del día/menús combinados con bebida y postre incluídos por sólo 4 US$ más o menos) con relación calidad/precio excelente. También ofrece cenas, pero suele cerrar temprano (a las 22.30 más o menos)

Chez Maggy I + II
Hay dos: Calle Procuradores y Calle Plateros
Pizzeria que también ofrece platos típicos de la región y la buena Cerveza Cuzqueña, ambiente acogedor, económica, pero un poco más cara que Haylilly o El Fogón. Abre a mediodía y de noche.

El Fogón
Calle Plateros
Restaurante amplio en la primera planta, ofrece buenos y muy baratos menús (3 – 5 US$ el menú completo que incluye bebida), personal amable. También ofrece especialidades de la región como cuy asado.

Recuerdos:
Arte Perú
Esquina Calle Plateros/Plaza de Armas
Joyería recomendable, personal amable que da buenas sugerencias, tienen muchas joyas y cadenas de plata, esmeraldas, también de oro. Un muy bonito y típico recuerdo es la llamada Cruz andina o incaica, una cruz cuadrada de la mitología incaica, normalmente de plata y nácar que ofrecen de diversos colores.

Artesanías Mendivil
Plaza de San Blas N° 619
Artesanías que son verdaderas obras de arte (p. ej. de cerámica).

Aparte de joyas y cerámica, sobre todo recomendables son las magníficas telas de alpaca (jerseys, chompas, bufandas) y máscaras incaicas de madera. Se puede comprarlas en el gran mercado de artesanía detrás de la Iglesia de los Jesuitas, se puede entrar por la Calle Loreto.

Enlaces:
www.infocusco.com
Una web muy completa y llena de informaciones sobre los monumentos principales de Cuzco, también contiene recomendaciones prácticas en la sección "Turismo Cuzco".

www.tierra-inca.com
Amplia información sobre el Cuzco, con fotos, los artículos son más breves.