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caiman.de marzo 2001
argentina

Los Hombres de Marambio

Mas allá del mar. De pie en la penumbra del fuselaje, con los oídos tapados y muy ansioso esperaba el instante de luz. La línea acostada se ensanchaba lentamente. El portón trasero del Hércules C-130 descendía. El sol que rebotaba en la nieve entraba a borbotones lacerando los ojos. Mi sombra era proyectada sobre las paredes del avión. Las cuatro hélices giraban y rugían invadiéndolo todo. Seres anaranjados agitaban sus brazos sobre la blancura. Era la bienvenida a la Antártida.


JAl alejarme del aeroplano, el silencio absorbía cada ruido. Durante el recorrido de cuarenta metros que me separaban de la primera casa, un aire extremadamente puro ingresaba a mis pulmones. Tenía una naturalidad que desconocemos en la ciudad. A mi alrededor todo era movimiento. Hombres de naranja descargaban y cargaban el avión. La nieve compactada sobre el permafrost crujía con cada pisada, desvaneciéndose en la inmensidad. Era una mañana soleada, con cinco grados bajo cero fuera del traje antártico.

A la izquierda de la pista y a un lado de la torre de control, comienza la pasarela elevada que interconecta los módulos de la Base Aérea Marambio. Son diez edificaciones elevadas y un conjunto de reticuladas antenas que recortan el mar y el cielo. Con apariencia de insectos rojos, los exoesqueletos de los módulos fueron confeccionados con fibras plásticas y costillas metálicas.

Habitualmente la mufa, así llaman los antárticos al mar de nubes, trae tormentas de nieve. Ventiscas de 150 kilómetros por hora y temperaturas que alcanzan y superan los 60 grados bajo cero. En estas condiciones no se puede ver ni a un metro; y la exposición de alguna parte del cuerpo puede devenir en congelamiento. Cuando el cielo está despejado se pueden seguir algunas huellas, algo que con tormenta es imposible.



Marambio sirve de ingreso y puente a la Antártida. Treinta y seis hombres, entre personal militar y civil de la Fuerza Aérea Argentina, realizan el mantenimiento de la base y de la pista. Paralelamente cumplen con tareas de apoyo a las misiones científicas. También realizan vuelos de rescate, logística y distribución de personal y cargas a las demás bases y puestos de investigación.

La evolución tecnológica permite al personal, mantener contacto a diario con sus familias y amistades utilizando Internet, teléfonos celulares y de línea. También las noticias y el entretenimiento llegan a través de una conexión satelital. Estos elementos cambiaron notablemente las condiciones para cumplir con la misión anual. El aislamiento y la falta de contacto con sus familias son las inevitables condiciones que los antárticos deben superar. La transmisión digital de imágenes permite a noveles padres ver a sus lejanos hijos. Conmovidos, relatan los cumpleaños virtuales de su mujer, niños y niñas. Festejos con ondas de por medio. En los comienzos de la exploración Antártica, cuando las bases eran carpas, los hombres debían debatirse en la soledad. Ahora también el personal de las bases más alejadas, utiliza comunicadores de banda radial y la clásica epístola para unirse con sus familias.

Me resisto a interponer cualquier objeto entre mi retina y el maravilloso paisaje. No hay viento. Según Alejandro Gómez, meteorólogo de Marambio, es imposible vivir en dos lugares mentales al mismo tiempo. "Yo estoy acá y nada puedo hacer cuando sucede algo en el continente. Hace poco murió un familiar y yo tuve que vivirlo desde acá sin quebrarme. Mi familia y mis compañeros me necesitan. Es difícil para todos por igual. Aquí dependemos del prójimo porque funcionamos como un panal y más allá de los problemas, el mundo va a seguir dando vueltas” reflexiona el técnico. "Aprendés a compartir y a vivir en otro ritmo.” La unión y la camaradería son características en estos hombres de mirada tranquila. ”Estás pendiente de los demás. Con esta experiencia volví a creer en la naturaleza y aprendí que la felicidad está en las cosas simples.”

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Claramente leo en sus ojos y pausado hablar, el temple y la paz que los nutre. Esa paz que es la profunda conexión de los individuos con sus pares y el universo que los alberga. Mi mirada descansa sobre el mar helado, los témpanos aparentemente inmóviles continúan su paciente camino. El sol se pone y detrás del rugido de los motores del Hércules, queda el continente del silencio absoluto.


Texto + Fotos: Rodrigo Vazquez

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