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Mexico: Bibliotecas para un nuevo siglo

Cuatro obras de Ricardo Legorreta

Una renovación espiritual y formal ha sido parte de la condición de la arquitectura en las postrimerías del siglo XX. Además, los requerimientos funcionales y espaciales han sufrido importantes cambios en este periodo, resultando en edificaciones cada vez más singularizadas, como es el caso de los museos que prácticamente han dominado la actualidad arquitectónica. Sin embargo, es preciso revisar con detenimiento otros géneros que conforman esta nueva manera de aproximación al diseño, como es el caso de las bibliotecas.

Desde la antigüedad se tienen noticias de estos espacios de libros y manuscritos, como los ejemplos paradigmáticos de la colección de tablillas asirias en Nippur o la legendaria Biblioteca de Alejandría, sin olvidar las aportaciones de los emperadores romanos y el ansia conservadora de los Califas de Córdoba y los Benedictinos en sus monasterios.

Sin embargo, la biblioteca, tal y como la conocemos, es un fenómeno de la modernidad ilustrada que vio surgir sus principales soluciones en el siglo XIX.

A pesar de ello, el crecimiento vertiginoso de la informática ha trastocado en la actualidad todos los órdenes establecidos, haciendo de los libros best sellers, que se guían por las leyes de la mercadotecnia, y de las bibliotecas solitarios y reducidos espacios frente a la pantalla que conecta con el Internet. El reto consiste entonces en lograr que estos nuevos locales contengan la infraestructura necesaria para la multiplicación de la cibernética, pero que conserven a la vez su calidad de sitios convocantes a la reunión silenciosa pero enriquecedora, donde la presencia del saber y su comunicación inviten a la sociedad a apropiarse de ellos con un sentido de comunidad.

Es así que Legorreta Arquitectos se ha acercado a esta temática en los últimos años, buscando no sólo una adecuada presencia urbana, amable e invitadora, sino también la solución a los requerimientos específicos que van más allá de las instalaciones técnicas; se trata de aspectos tan complejos como el del crecimiento inexorable de los acervos y su apropiada relación con las salas de lectura, donde la presencia de la luz resulta un factor decisivo, tanto como el indiscutible establecimiento de los medios actuales de transmisión del conocimiento.

Este cuidado en la solución de los proyectos es uno de los rasgos distintivos de quien encabeza este taller desde su fundación en 1960, Ricardo Legorreta. Su obra se ha desarrollado a partir del estudio y la comprensión de los valores de la arquitectura tradicional; a la vez que sus raíces se encuentran tanto en el dominio de la técnica, como resultante de sus estudios y su trabajo con José Villagrán García, como en las enseñanzas de la arquitectura emocional de la cual el principal abanderado es Luis Barragán. Esto se traduce en construcciones masivas de gruesos muros y pocas aberturas que dosifican la luz.


En el exterior los vólumenes se conjugan acertadamente con el entorno y en el interior sus espacios se revisten de texturas y colores cálidos provenientes de materiales naturales como el barro la madera y los textiles; todo esto dentro de un sabio equilibrio entre la austeridad y moderación de ciertos recintos y la imponente generosidad de otros, sin olvidar nunca el estudio riguroso de las funciones y los problemas técnicos de cada proyecto.

Dentro de este orden de ideas, constatamos a continuación como el laureado arquitecto mexicano ha buscado la solución particular de cada uno de los cuatro edificios de manera autónoma, manteniendo en todos los casos su particular visión del diseño y su reconocido lenguaje arquitectónico. En la ciudad de San Antonio, Texas, el taller de Legorreta Arquitectos realizó en 1993 la Biblioteca Central, buscando que esta fuese una estructura alegre e invitadora. El edificio se adaptó a los lineamientos urbanos del centro de la ciudad, destacando por la geometría de volumen exterior donde ángulos y cortes favorecen el juego de luz y sombra dentro de un poderoso colorido. Los espacios interiores se corresponden con las formas del exterior, con seis niveles en torno a un atrio central y un sótano; aquí la iluminación natural resulta determinante en la concepción de las diversas dependencias, donde nuevamente el color tiene un papel preponderante. El deseo principal de los diseñadores fue el de lograr un sitio que la comunidad tomara como propio a la vez que ofreciera los avances tecnológicos de la actualidad, sin olvidar la importancia de los libros. Para el Centro Nacional de las Artes, 1994, la propuesta consistió en agrupar en un edificio central tanto la Biblioteca, como las áreas de investigación pertenecientes a las diversas escuelas allí localizadas: música, pintura, danza y teatro. Le tocó a Ricardo Legorreta proyectar este núcleo del conjunto, que tomó una forma lineal para adaptarse mejor al terreno alargado. Así en el extremo oriental del inmueble se colocó la torre que alberga los doce niveles de investigación, a manera de un volumen cilíndrico donde la protección de las ventanas se convierte en el tema principal. En el extremo opuesto del edificio bajo, cuyos pórticos favorecen la interacción de los estudiantes, se colocó la biblioteca en la planta alta. Su situación aislada propicia el estudio, con amplios ventanales que inundan de luz una sala de lectura, donde el espacio se ve ampliado por la bóveda del techo. Está por demás decir que las instaciones cuentan con un amplio acervo abierto y los últimos adelantos cibernéticos.

En el caso de la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Nuevo León, 1994, en la norteña ciudad de Monterrey, el arquitecto Legorreta y su taller se vieron enfrentados a la necesidad de realizar un edificio exento en los límites de un amplio parque. En el plano arquitectónico, una de las principales preocupaciones fue la de incorporar el inmueble al entorno natural del lago y las áreas ajardinadas, privilegiando con ello las vistas desde las distintas zonas de lectura. Por otra parte, era preciso tomar en cuenta dos funciones principales, la de alojar la central informativa de la universidad, y la de unirse virtualmente con otras instituciones de educación superior. De este modo, el diseño del inmueble basado en un cubo insertado en un cilindro responde a esta duplicidad, tanto de funcionamiento como de relación con el sitio y el estudio; además, esta dualidad se ve reforzada por el hecho de localizar las salas de lectura a manera de una espiral en el cilindro recubierto de ladrillo, concentrando el acervo bibliográfico en el cubo con acabado de concreto aparente. El conjunto cuenta además con un auditorio en la planta baja, salas de exhibición y áreas administrativas.

Finalmente, la Biblioteca de la pequeña ciudad de Chula Vista, al sur de San Diego en California, 1995, estuvo concebida teniendo como objetivo la integración de una población multicultural. Debido a la amplitud del terreno, fue posible crear una serie de elementos provenientes de las haciendas tradicionales mexicanas, como son jardines, patios, pasillos porticados y amplitud en los espacios internos con techumbres elevadas. En este sentido, el inmueble busca integrarse a la vida de la comunidad, haciendo las veces de un centro cultural o de un simple sitio de reunión. Al exterior compuesto de formas escultóricas simples, corresponden interiores donde la luz natural tiene un papel preponderante. Además, una serie de dependencias como un centro tecnológico, la sección infantil, y las salas de conferencias y de estudio, se comunican por medio de los patios que funcionan también como áreas de lectura, aprovechando la bondad del clima local.

De este modo, en la última década de nuestro siglo, Ricardo Legorreta y su taller han propuesto cuatro soluciones para otra tantas bibliotecas, proyectos individualizados que responden en cada caso a los requerimientos de la institución que las auspicia; cabe agregar que en todos los casos toman particularmente en cuenta el bienestar de los usuarios, favoreciendo los lazos de la comunidad a la que sirven, por lo que su relación con el entorno toma un valor especial. Así han creado diversas instituciones culturales para el nuevo milenio, donde se conjugan acertadamente el legado de las tradiciones y las de la tecnología del porvenir.

Texto: Louise Noelle

Éste artículo fue publicado en Matices.
Projektgruppe Matices e.V., Melchiorstraße 3, D-50670 Köln, Tel.: 0221-9727595

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