Casos Limites: El Animal más peligroso de América Latina
América Latina: aventuras inimaginables, junglas impenetrables, ruinas de culturas antiguas y regiones casi vírgenes, cocodrilos y caimanes, anacondas de más de 12 metros de largo, arañas aviculares tamaño sartén de paella, mosquitos en cantidades indecibles, tribus indígenas aún no descubiertos. Todo eso y mucho más se espera encontrar en el inmenso continente.
Pero a pesar de todas las fantasías de aventuras exóticas: el animal más peligroso de América Latina no es ni el caiman, ni la anaconda, ni la araña avicular, sino simplemente el supuesto „mejor amigo del hombre“: el perro normal y corriente. En Europa un perro puede ser fiel compañero en todas las etapas de la vida, manso y sumiso, pero no se puede comparar con su pariente bestial y sanguinario en el Nuevo Mundo.
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La Paz, capital de Bolivia con dos millones de habitantes, alberga por lo menos unos trescientos mil de esas bestias temidas. Esos perros realmente salvajes, parecen estar bien conscientes de su poder.
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Sus manadas siempre hambrientas no sólo saquean los basureros de la ciudad, a veces prefieren también carne humana.
Con asechanza, atacan frecuentemente a seres humanos en plena calle, dejando heridas considerables de mordeduras y el temor de haberse contagiado de rabia canina. En cualquier rincón de las aglomeraciones están acechando en su búsqueda de carne. Incluso en lugares sagrados de paz como camposantos, no muestran respeto, sino atacan a los pobres visitantes, sólo a los muertos los dejan descansar en paz.
Los perreros de la ciudad, ejerciendo una actividad relativamente bien pagada por el „suplemento de riesgo“ que suelen cobrar, cazan los monstruos salvajes, pero sólo para vacunarlos contra la rabia canina, y después los devuelven a su libertad tan peligrosa para los hombres.
Una pregunta que a veces me he planteado es: ¿Acaso estas bestias están adiestradas especialmente para atacar a los turistas, a los gringos indefensos, representantes de imperialismos de todos los tipos? Pues, raramente se puede observar un indígena luchando con un perro que le ha atacado. Así que parece que los turistas que llegan en búsqueda de aventuras, tan bobos como inocentes son el blanco de todas las agresiones caninas del continente.
