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Brasil: El tiburón blanco


El bote se desliza lentamente sobre una corriente moderada mientras que los pescadores se ocupan recogiendo las redes. Repentinamente parecen presentarse dificultades cuando el bote comienza a delizarse contra la corriente tomada. Los pescadores se inquietan sin saber que es lo que deben de hacer.

Un segundo bote se acerca en ayuda y con ambas fuerzas unidas logran parar este incontrolable movimiento acercando las redes despacio, y a la vez, hacia el bote. Con ello se resuelve este misterioso suceso: Un tiburón blanco se ha quedado atrapado en las redes! Cananéia, situada a más de 250 kilómetros de Sao Paulo en el sur del Estado del mismo nombre, es una de la más antiguas poblaciones del Brasil.

Después de la fundación de la ciudad de Sao Vicente en el año de 1534 por Martim Afonso de Sousa, procura éste asegurar estratégicamente su "Capitanía", e impulsarla económicamente, a travéz de la fundación de nuevas poblaciones, así nació Cananéia: puerto seguro, tierras fructíferas para la plantación de la Caña de Azucar junto con una gran riqueza pesquera.

Atónitos nos encontamos en el museo de la ciudad ante el cuerpo embalsamado de nuestro tiburón blanco que en vida llegó a los 3500 kilos!, eso si que es pesado, por ello es que él pudo arrastrar todo un bote consigo.

Casi más sorprendente es la colección de diversas cosas encontradas en el estómado del animal, sobre todo un zapato, como parte de la colección, y que hace volar nuestra fantasía.

Después de la visita al museo acordamos dar a las piernas un poco de "trabajo", asi escalamos el Morro de Sao Joao a cuyos pies se encuentra Cananeía. Nos espera una vista estupenda de la isla de Cardoso, la bahía de Trapandé y del Canal Pequeño que separa Cananéia de otra isla, la Comprida, junto con ella todos estos lugares serán muestras metas para mañana.

De regreso en la población visitamos la plaza central Martim Afonso de Sousa. En sus alrededores se agrupan diferentes construcciones de estilo colonial en buena parte bien conservadas. Aquí se sitúa la iglesia de Sao Joao, construida en el año de 1577, al frente de ella se localiza una columna, decorada con el escudo portugués, que conmemora la fundación de la población a travéz de Martim Afonso de Sousa. Esta plaza esta bordeada por grandes y robustos árboles cubiertos de musgos y lianas y en cuyas astas florecen diversos tipos de orquideas.

Nos sentamos a la sombra y disfrutamos de la vista sobre el Canal Pequeño aunque un poco perturbados por las agrupaciones de perros callejeros que en brasileño se les llaman "vira latas" (voltea latas).

Cansados por el programa del día y fastidiados por el ruidoso ladrido de los perros que se agrupaban cada vez más en la plaza – por suerte existen tales excusas- nos refugiamos en un pequeño bar para reconfortarnos con un "chop" (cerveza de barril) y con algo de comer. Pensamos en "Iscas de Peixe" (pequeños trozos de pescado frito), pero el jefe de la casa nos recomienda algo muy especial que no pudimos decir que no. Cananeía es conocida por su crianza de ostras y el bar había recibido ostras frescas esta mañana. Pedimos "uma maia duzia" (una media docena) por el increible precio de 2,50 reales y como nos gustó tanto repetimos otra vez más junto con una cerveza bien helada – una delicia!

Al día siguiente muy por la manaña cuando tratabamos de cruzar hacía la isla de Cardoso, las nubes estaban muy bajas. Una suave frisa mueve las aguas de la bahía de Trapandé, nuestro capitán junto con nosotros nos encontramos atentos a la vista de delfines que suelen encontrarse por aquí. Pero probablemente es también muy temprano para ellos pues no vimos a ninguno.

Seguimos a lo largo de la costa de la isla de Cardoso, los manglares llegan hasta la orilla, viendo como atráz empieza a subir la isla cubierta de "Mata Atlantica". Estos matorrales habián cubierto antes casi todas las montañas costeras brasileñas hasta que fueron victimas de la hacha y el serrucho como consecuencia de desarrollo del país. Enhorabuena, la isla de Cardoso posee intacta una de estos pocos sistemas ecológicos todavía existentes, por ello se encuentra ésta bajo protección como Reserva Natural.

Después de una hora de viaje doblamos en el canal de Trapandé y después de 20 minutos llegamos a nuestra meta. Delante de nosotros se encuentra una colina compuesta de restos de conchas y ostras. Lugares como estos son llamados " Sambaqui", zonas prehistóricas donde los antiguos habitantes arrojaban sus desperdicios, pues desde ya ellos sabían donde encontrar las cosas buenas.

Atráz, vemos como un sendero se pierde en la selva. Es una de las cuatro "Trilhas" (caminos de aventura) que se encuentran en la isla. Al adentrarnos, nos encontamos con un mundo mágico de plantas: Helechos, Enrredaderas, Orquideas, etc; todas con una variedad, color y expansión indescriptible, cada rincón es utilizado y cubierto. Por supuesto, las enrredaderas sobre los arboles y en tierra estan siempre creciendo. El aire se mantiene inmobil, huele espeso, la humedad bordea problablemente el 100 por ciento hay una atmosfera de invernadero así como aman las plantas tropicales.

Nos movenos lentamente dentro de ese mundo aparte, por un lado hay mucho que ver, por otro nos ataca un sudor incontrolable a cada movimiento brusco. A pesar de ello continuamos pues sabemos que dentro de poco disfrutaremos de algún delicioso jugo. Pronto llegamos a un pequeño manantial con agua cristalina y donde nos pudimos refrescar. Después continuanos de regreso, a pesar de subir al bote "totalmente molhado" (totalmente mojados) la excursión a travéz de la selva ha valido la pena.

Secos por el viento que nos venía en contra a lo largo del recorrido, llegamos después de una media hora de recorrido a Marujá. Esta pequeña poblacion pesquera se situa en el extremo final de la isla y sobre una prolongación de tierra que esta cercado por un lado por el canal de donde llegamos y por el otro se encuentra el mar abierto.

Mientras que nuestro capitan se pone a la búsqueda de algo para comer, procuramos cruzar la prolongación de tierra para llegar a la playa. El camino atravieza un mar de flores: Orquideas terrestres en rojo y amarillo entre una florecida planta en azul del tipo de las gardenias, que finalmente crecen hasta la playa y que hacen una delicia para los ojos.

Nos encontramos con intactos y largos kilometros de una playa de ensueño que junto con una caida fuerte de grandes olas era ideal para los surfistas. Lo unico que tenemos que tener ciudado, es el de no pisar las "Siris" (machas) que recorren de aqui para allá. Ocupados con ello no nos pudimos darnos cuenta de la llegada pronta y repentina de una tormenta. Comienza a llover a cántaros llenos mojandonos completamente en pocos momentos. Por suerte trajimos ropa para cambiarnos y entonses no nos queda nada más que dirigimos hacia el bote.

La busqueda del Capitán fué satisfactoria, nos encontamos frente a una pequeña fritería donde una anchova fresca recién cazada se esta azando en la parrilla. Antes y para prevenir un resfriado nos tomamos una caipiriña, para luego disfrutar de la comida que ya esta lista. Anchova frita con ensalada de tomates y arroz a la Grega, junto con ello, una cerveza helada... que más se puede pedir!.

Satisfechos regresamos al bote y nos ponemos en camino de regreso. Un poco cansados hacemos una pequeña siesta cuando súbitamente la aleta de un gran pez aparece desde el fondo del agua; nos asustamos tremendamente escondiendo nuestros zapatos. En realidad fué una falsa alarma, no era un tiburon blanco, como habíamos pensado, era solo una familia de delfines que quieren acompañarnos un trayecto de regreso a Cananéia.

Texto + Fotos: Dieter Hauguth
Traducción: Juan Carlos Castro Diaz
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