caiman.de 02/2003

Argentina: De la Yerba como espacio en Rayuela

Cortázar está al alcance de cualquier lector atento. Las referencias ya sean geográficas, lingüísticas, sociopolíticas, estéticas o étnicas, se dejan recopilar hojeando a lo largo de la obra cortazariana. Saúl Yurkievitch ilustra las referencias de alcance étnico bajo el lema, "Mate, tango y metafísica". Aunque sea muy excesivamente (al fin y al cabo algo muy argentino) definir el mate y el tango como lo típico de una supuesta etnicidad argentina, es cierto que el conjunto pertenece a las dos orillas de la Plata y la presencia del mate en la novela Rayuela sirve de agente localizador en el dédalo de las calles parisienses. Pero no se puede en absoluto resumir la presencia del amargo a un tópico identitario. Eso sería ignorar del todo las marcas insinuantes, sutiles, tal vez osmóticas, pero seguramente inherentes a la yerba mate.

En guaraní se la llama Ca’à Yarîi lo que podría traducirse como Hada del bosque. Parece ser que para el guaraní la planta misma de la yerba era el hada del bosque de manera que en vez de existir una deidad mística ejerciendo influencia y dominio sobre la planta de la yerba, esa misma planta sería el hada de los bosques. Según cuenta el mito fundador relatado por el gran antropólogo Egon Schaden en su artículo A erva do diabo, Kamby era una joven virgen muy guapa que no quería entregarse a nadie. Para castigarla el gran mago chamán Sumé o Pai Tumé Arandi la transformó en una hierba tonificante que pasara por todas las bocas. "Tu serás a erva maravilhosa da terra guarani; de tuas folhas sairá saude, álegria et fôrça para tôda gente da tribo. E da cabaça de Kamby brotaram folhas verdes, enquanto a jovem ia perdendo a configuração humana, para transformar-se numa árvore." (p. 165-169)

Bajo el tópico de la dualidad
Así desde un principio nació la yerba mate bajo el signo de la dualidad. Ya empezando por Sumé, el chamán guaraní, mitificado y así propulsado a una zona divina, que no crea, por no estar en su poder de humano, pero transforma con la ayuda de los espíritus a la joven Kamby. Este mismo Sumé, el mítico bienhechor, fue confundido muy temprano, y esto desde 1515 con Cumpre en su celebre Nova Gazeta do Brazil, con el Apóstol Santo Tomás. Basta decir que Tomás viene del hebreo Taôma y significa en este idioma…gemelo.

En el mismo orden de ideas es muy interesante la actitud de los jesuitas hacia la yerba. Si hemos de hacer caso a los padres de comienzos del siglo XVII, fue el demonio quien instruyó a los indios sobre su uso. Cuando los jesuitas de las misiones guaraníes logran el monopolio del comercio de la yerba, lo cual sucede en las primeras décadas del siglo XVIII, ya se ha transformado en un producto maravilloso, lleno de increíbles virtudes contra todos los males y, si antes habían procurado que el Tribunal de la Inquisición en Lima excomulgara a los materos, ahora es Santo Tomé quien, al recorrer el continente americano evangelizando a los indios, había instruido sobre la forma de aprovechan sus beneficios.

Combatido al principio como aliado del demonio, el mate se fue tornando, poco a poco, en uno de los más poderosos aliados de los padres de la Compañía, y al mismo tiempo como a erva do diabo para los guaraníes esclavizados en los campos materos. Circula una leyenda muy particular que cuenta que los jesuitas como consecuencia de su expulsión en 1773, habían maldecido la yerba. Así que cuando se la sembraba no se lograba hacerla germinar, mientras que en la naturaleza lo hacía perfectamente. Por esta razón, se necesitaron años de experimentación y búsqueda hasta lograr sistemas o tratamientos que permitieran la germinación.

Por fin cabe decir que la Ilex paraguariensis se utiliza de dos formas diferentes en los primeros testimonios que poseemos acerca del consumo de la yerba: una, a manera de refresco, y otra como emético.

La yerba, figura mantíca
La yerba del diablo, como la llama Egon Schaden, fue siempre considerada por los primitivos habitantes de la región guaranítica como una planta sagrada, como lo fue, por ejemplo, el canelo para los indios araucanos. Pero no fue objeto de culto ni tampoco de adoración. Posiblemente su uso como elemento adivinatorio o profético haya sido uno de los más importantes por parte de los indios guaraníes y guayanás. Bertoni, otro gran experto de las culturas guaraníes a principios del siglo XX, relata la acción del trabajo mental durante el sueño, bajo la influencia del mate. Los indígenas siempre aprovecharon esta propiedad para la consulta previa que hacían a los espíritus amigos. El mismo Bertoni señala que para los aborígenes la yerba tiene un valor místico, por lo cual resultaba difícil recabar informaciones al respecto.

El uso de la yerba tenía un contenido muy ceremonial. En todos los casos se hace mención a la calabaza, que tiene un hondo sentido religioso en la cultura de los Tupi-guaraní. El carácter sociable del mate se ha conservado hoy en día desde sus más lejanos orígenes indígenas. Las rondas del mate, pasado de mano a mano, tienen un hondo carácter de acto compartido, y casi iniciático, cuando llega alguien nuevo en la ronda. Ese carácter se acentúa por el simple detalle de usar siempre la misma bombilla, que pasará de boca en boca.

Utilizado como árbol santo en Misiones para confeccionar con su madera santitos y amuletos, consumido por los hechiceros para sus ceremonias e invocaciones, el espíritu de la yerba, transcendido por su experiencia sincrética prosigue, hasta el día de hoy, su labor protectora.

El laberinto de Rayuela
Como ya acabamos de ver la yerba tiene dos caras. Es un carácter que encontramos también en la narrativa de Julio Cortázar. Una variación de este tema de la dualidad, la del Doppelgänger, es casi monomaniática. La idea del doble pasa a ser monista. Lo vemos ya con la estructura interna del libro. Son tres partes. Pero Cortázar nos advierte que la tercera está hecha de varios capítulos de los cuales, según el mismo autor, uno puede prescindir. Una vez desbrozado, nos encontramos con una obra bífida entre el lado de allá y el lado de acá. Con el tablero de dirección el autor subraya que esta obra es varias obras juntas, pero particularmente dos. Se invita a elegir entre dos posibilidades de lecturas: la primera, diacrónica, seguida, la común y corriente del rollo chino; la segunda siguiendo a partir del capítulo 73, una circunnavegación extraordinaria, un laberinto con la ayuda de un plan ya determinado. No hay aquí ninguna paradoja. La segunda lectura propuesta es sin duda un laberinto en el sentido tradicional simbólico, lo más hondo. El laberinto de la obra, tal vez la única manera de leer la novela, no está como uno lo cree generalmente constituido de caminos embrollados, donde los callejones sin salidas, las vías enredadas y los complejos almocárabes desaniman y extravían al audaz. Todo lo contrario. El laberinto está concebido como un recorrido único, largo y difícil, claro, pero sin ninguna posibilidad de bifurcación. El riesgo de perderse no existe para quien siga su camino. Su fin no es extraviar sino encaminar. El laberinto es la imagen de la Quête, búsqueda espiritual, trámite iniciático, ruta sinuosa con meandros, que lleva al conocimiento. Este laberinto, llamado tradicional, sigue un esquema que no ha variado desde hace miles de años, y que a veces en un plan cuadrado, a veces circular, describe un itinerario sin fantasía, incluyendo siempre el mismo número de vueltas, de viajes hacia el oriente y los otros puntos cardinales. Era costumbre en la Edad Media disponer adoquines blanquinegros en la mitad de la nave de algunas grandes iglesias. Estos formaban combinaciones, meandros complicados a los cuales se daban el nombre de laberinto o camino de Jerusalén. Así que sin duda esa segunda lectura, más lenta, más complicada y por eso a mi parecer, llena de riqueza, es el laberinto de la basílica cristiana dibujado por la rayuela: entre el infierno y el paraíso, el cielo pintado en el suelo.

La desubicación
París y Buenos Aires. En Rayuela todos los lugares son simbólicos. ¿El infierno y el cielo? Sería lógico concluir que el laberinto de la Rayuela conduce al filo de la narración de Paris-Enfer a Buenos Aires-paraíso. De una ciudad sin plan, un dédalo hecho calle, donde el azar ordena los pasos, a otra ciudad cuadrada en su orden colonial, meticuloso arreglo urbano. ¿Pero no sufrirían tal vez las dos ciudades, la Paris francesa y la París sudamericana de la misma arrogancia de creerse un centro? "En París todo lo era Buenos Aires y viceversa." (3) ¿Aunque opuestas en todo, no serían en fin las dos caras de un Jano protector (?) de las puertas? ¿Qué tipo de paraíso es éste que al malestar parisiense, frente a la imposibilidad de encontrar el alma gemela, no le sustituye otra realidad que la de pegarse mate?

Todo en la novela tiene un opuesto desubicado. Todo cambia desplazándose al otro lado. La ficción se vuelve busca, la novela ensayo, el héroe Horacio Oliveira en su doble, Traveler, el uno en París, el otro en Buenos Aires. Hasta el maestro de este juego, el escritor Morelli, no es más que el doble de Cortázar. La novela propondría la aceptación de esta permanente dualidad y luego, su asunción en una unidad superior: la conversión del hombre a un nuevo orden, el descubrimiento de un nuevo mundo en el que las cosas sean y no sean al mismo tiempo, superando de lo que Cortázar atribuye al hábito mental dualista del racionalismo occidental.

No hay una similitud extrema entre el paraíso, donde uno descansa, y el infierno donde todo empieza de nuevo. La simultaneidad está en el instante de la llegada. Así que cada cual, París o Buenos Aires, es un instante, en un punto cerca de la ruptura, el paraíso y el infierno a la vez, antes de empezar de nuevo a serlo el uno para el otro. Entre los dos hay este hilo que ata a Buenos Aires con París. Es un hilo verde y amargo, verde color de la esperanza, y amargo como la vida. ¿No canta acaso Carlito "hoy tienes el mate lleno de infelices ilusiones"? ¿Por qué no imaginarse que la bombilla es este laberinto, y que dentro de las cebaduras se esconde el medio por el cual, soñando o en éxtasis, se llega al conocimiento?

Mateando en Rayuela
"Si se me acaba la hierba estoy frito", pensó Oliveira. "Mi único dialogo verdadero es con este jarrito verde." (19) Ya de antemano el mismísimo Oliveira nos confiesa la importancia del mate para él. Más que una bebida es un compañero de charla, la representación de un otro más allá en el cual Oliveira se reflecta, en el cual se reflexiona. El otro no es más que un agente utilizado para reflejar y reflexionar al mismo tiempo. En el mismo pasaje, él sigue estudiando el mate, "la ventaja de meditar con la atención fija en el jarrito verde estaba en que a su pérfida inteligencia no se le ocurriría nunca adosarle al jarrito verde nociones tales como las que nefariamente provocan las montañas, la luna, el horizonte, una chica púber, un pájaro o un caballo" (19). Así, el mate no deja a la mente de Oliveira, acostumbrado a los juegos surrealistas, escaparse a campos traviesa, aun por medio de un campo semántico. El mate impone al pensamiento de Oliveira seguir un camino recto, concentrado, fijo hacia él mismo, igual camino que el del laberinto. El mismo Horacio, algunas líneas más tarde agrega que "también este matecito podría indicar[le] un centro…" "¿Y este centro que no sé lo que es, no vale como expresión topográfica de una unidad?" (19)

Es entonces el mate este aleph donde se concentran el principio y el fin de todo. En la calabaza se suman los opuestos. Allí se encuentran "la yerba, [que] en París costaba quinientos francos el kilo en las farmacias y era una yerba perfectamente asquerosa que la droguería de la estación Saint-Lazare vendía con la vistosa calificación de "maté sauvage, cueilli par les indiens", diurética, antibiótica y emoliente." (19) Es esta la hierba mala, curativa, el medicamento vomitorio. Pero también se encuentra la yerba buena, la que se puede beber, la Cruz de Malta mandada directamente de la Argentina por el hermano rosarino. Esta yerba, marcada del sello de la cruz, es otro centro donde convergen las antítesis.

El Mate como puente
Un puente es un medio de comunicación. Sirve para comunicar lugares diferentes entre ellos, para que dos individuos, separados por su posición distinta dentro del continuo espacio-temporal, puedan reunirse. Y si el mate es un espacio, no podría ser otra cosa que un puente: pasarela social entre los hombres sentados en la ronda de la cebadura, punto de pasaje genético entre el pelo del llano y los árboles, puente mitológico entre el mundo vegetal y el animal, entre los humanos y los dioses, puente mágico entre este mundo y el otro, un puente entre el lado de allá y el lado de acá. El puente es un elemento arquitectónico que en las obras de Cortázar sugiere la idea de dobles, de paso a otras zonas o la posible reconciliación de los opuestos. Así en la noche ritual, inicíatica del capítulo treinta y seis, Horacio Oliveira, "el recién llegado", desciende a las orillas del Sena, debajo de un puente. Él desciende hasta el infierno y/o paraíso de los marginados antes de ser expulsado hacia el lado de acá.

En los capítulos diecinueve y veinte es cuando más se habla de mate o de yerba. Son también los capítulos donde Horacio y la Maga, esa vertiginosa rayuela (de la cual "(se) sentía antagónicamente cerca" (2), están solos (Rocamadour flotando ya entre los dos mundos). En esos mismos capítulos constatan, mateando, la irremediable muerte de su relación como pareja. La separación inevitable, casi fatal, tiene hasta algo misterioso.

Puente, clavos y mate
El otro capítulo donde se habla con más frecuencia de la yerba, es el cuarenta y uno y la famosa escena del tablero. Horacio Oliveira busca a lo largo de las páginas de Rayuela una segunda realidad sepultada por la costumbre y la cultura bajo nuestra versión actual de la realidad. La búsqueda de este puente hacia la verdadera realidad, según el aforismo de Nietzsche, lleva o al plano fantástico o a un absurdo existencial, constituyendo los dos el reverso de esta rígida realidad. En la percepción de Cortázar de la realidad, el empleo de los sueños y de los estados de enseñoramiento nos abren un agujero hacia esta otra dimensión real. En Rayuela este empleo se hace de un modo alucinante o caricaturesco de la más inmediata realidad.

El puente de tablones que se construye no sirve a ningún fin determinado. A medida que se va perdiendo la meta final de este puente, porque entretanto ha regresado Gekrepten, su significado se desplaza hacia el absurdo." Y ahora resulta que mate más, mate menos, te da lo mismo", dice Traveler. Clavos y mate ya sirvieron como significantes que se oponen entre si: los clavos como característica del homo faber con su mundo conceptual esclavizador, y la yerba por su esencia intuitiva, mántica. A través de ellos Traveler y Oliveira se acercan un poco más al verdadero objeto de su deseo: la isla final..

El puente pasa a ser una estructura latente, como una verdadera imagen mental que acepta una amplia polisemia simbólica. Es el arquetipo del camino seguido en búsqueda de un centro o axis mundi, que se transforma en un arquetipo de la expulsión violenta. Recordemos que la única descripción del mate (19) compara a éste con un pequeño volcán petulante, con un cráter espumoso y un humito copetón. ¿ Qué decir de una descripción simbólica tan rica? El fuego lo hace todo y lo destruye todo. Limpia las impurezas del agua. Es el único en cambiar la naturaleza y el color de esta. Vivifica e ilumina al cuerpo. Esta capacidad del fuego para hacer volver el ser a su simplicidad indiferenciada de su origen, parece ser lo esencial de la virtud transformadora del fuego.

En mi opinión, la presencia del Mate no es solamente una marca paradigmática que cae por su propio peso como expresión de la argentinidad de Horacio Oliveira, sino que participa de un tipo de intertextualidad antropológica, que va a buscar en lo más hondo de la yerba mate, como mito y producto, con el fin de participar en el proceso de cifrado simbolismo de la obra. Leer Rayuela viendo el mate solamente desde el punto de vista del homo faber y no como uno de tantos puentes que permiten conocer esta otra realidad, sería desconocer la carga sacra de esta obra, cuyo autor quiso en un principio llamar Mandala: una representación del universo dotada de poder transmutador.

Texto:
Brice Calsapeù