caiman.de 10/2004

Peru: La despedida


El hombre que está parando el taxi en la calle Israel no es nada menos que el Dr. Miguel Sánchez, especialista en oncología infantil en Lima. Había estado un par de días en Arequipa porque un amigo y compañero de trabajo, Felipe Aráoz, le pidió ayuda respecto a un caso difícil. Lamentablemente el Dr. Sánchez tampoco pudo dar otro resultado al jovencito de siete años: fase avanzada, y lo que resulta peor: perniciosa.

Una operación es inevitable, pero no es seguro que la familia vaya a conseguir el dinero necesario para atender a su hijo. La posible intervención sería observada por el Dr. Sánchez desde lejos, ya que tiene que regresar a Lima. El hombre vestido de traje que está subiendo al taxi está cansado y parece perturbado. "Al aeropuerto, por favor."

El viaje le resulta una eternidad, y él bloquea rápidamente el intento del taxista por charlar un poco con algunas respuestas cortas..

Ojalá fuera posible dar otro diagnóstico a Martín (recuerdo haber escuchado ese nombre), pero no puedes vencer los hechos evidentes.

Como distracción el hombre de traje intenta identificar todos los carteles de las calles. Pero no extiende su pequeño juego mucho tiempo, porque el joven se le aparece a cada instante, así que su mirada deja los carteles y vaguea por el paisaje. No se da cuenta de que las indígenas y sus niños descalzados ya preparan su rica comida en las enormes ollas para vender a los trabajadores en la calle.

El paisaje urbano desaparece como una señal de que se acercan al aeropuerto. Pagó al taxista y ya aprieta el picaporte para abrir la puerta. Con un ruido sencillo se quiebra la manija, aún la tiene en su mano derecha.

Bárbaro, como no pasaría esto...

Refunfuña una disculpa y se mueve al otro lado del asiento para finalmente bajar del taxi, antes de que el taxista pudiera reaccionar. Mientras aprieta el picaporte hasta la ultima posición posible, el hombre del traje escucha una frase corta e incomprensible del taxista, pero igual se detiene. El taxista sale lentamente de su lugar, da una vuelta al coche hacia la puerta del pasajero y la abre desde afuera. "El seguro, por los niños", se excusa con una sonrisa al hombre de traje. "Gracias."

El doctor cruza el edificio hasta el mostrador que justamente está vacío. Cuando intenta sacar su pasaporte del bolsillo de su chaqueta se da cuenta de que sigue teniendo el picaporte en su mano. Torpemente lo pone sobre la mesa frente a la señora, toma su pasaporte y lo ubica junto al picaporte. "Un recuerdo", murmura con una sonrisita. La señora de la taquilla le recuerda a su mujer, la que lo dejó hace un par de años.

Porque trabajaba demasiado...

Tiene pelo negro y largo, y algunos mechones cubren su cara de vez en cuando mientras chequea los datos en su computadora. Sus lindos ojos cruzan a veces su mirada. Por un instante el hombre de traje piensa tener a su mujer enfrente. "¡Buen viaje, Dr. Sánchez!" "Gracias Martha."

El dolor en la mejilla hace retroceder al doctor. La mano de la señora del mostrador le había pegado de repente cuando se inclinó sobre la mesa para darle el último beso.

Texto: Andreas Dauerer