caiman.de 12/2006

[art_3] España: Roberto Zapperi: El salvaje Gentilhombre de Tenerife
La singular historia de Pedro González y sus hijos

Casi todos conocemos el mito de "La Bella y la Bestia", una temática que frecuentemente aparece en leyendas y películas, como p. ej. en la versión cinematográfica del surrealista francés Jean Cocteau. Sin embargo, aparte de todos esos cuentos ficticios, ese encuentro también tuvo lugar como historia real a finales del Siglo XVI y principios del XVII. En aquella época, seguramente provocó cierto escándalo e inspiró también cuentos y rumores, hasta que haya sido relegado al olvido.

Se trata de la extraña biografía de Pedro González y sus hijos, reconstruída después de estudios de fuentes históricos y testimonios de contemporáneos de González por el historiador del arte italiano Roberto Zapperi y ahora publicado por la editorial Zech en Tenerife.

Casi todos conocemos el mito de "La Bella y la Bestia", una temática que frecuentemente aparece en leyendas y películas, como p. ej. en la versión cinematográfica del surrealista francés Jean Cocteau. Sin embargo, aparte de todos esos cuentos ficticios, ese encuentro también tuvo lugar como historia real a finales del Siglo XVI y principios del XVII. En aquella época, seguramente provocó cierto escándalo e inspiró también cuentos y rumores, hasta que haya sido relegado al olvido.

Pedro González fue un guanche nacido en la Isla de Tenerife, quien siendo un niño chico había sido robado por conquistadores españoles y luego, teniendo la edad de diez años, se convirtió en un "regalo" para el Rey Enrique II. de Francia en el año 1547. Después de llegar a la corte de Paris, a ese chico de las Islas Canarias no le esperaba la "carrera cortesana" normal y corriente, no iba a ser ni sirviente ni bufón. Es que tenía una peculiaridad que resultaba muy interesante para la Corte Real, convirtiéndolo en una atracción exótica: todo su cuerpo, incluso su cara estaba cubierto de vello espeso que le daba el aspecto de un animal salvaje. A principios, las damas de palacio lo miraron como a un habitante de un jardín zoológico y Enrique II. posiblemente habrá tratado y acariciado ese chiquillo velludo como su perrito lulú, pero luego mandó ofrecerle una educación humanística. No sólo aprendió a leer y escribir, sino incluso latín.

El lector quien espera ahora una historia narrada en forma de una novela histórica será decepcionado. Por ello, durante la lectura de las primeras páginas puede haber cierta irritación, parece que el autor mismo esté algo indeciso entre eligir una estructura novelística y la de un ensayo científico, pero pronto queda claro que se dedica a una obra historiográfica. De todas maneras, el itinerario biográfico del "Salvaje de Tenerife" - como lo llamaron a González - se presenta como cautivador y sumamente fascinante también en esta forma de un análisis científico.

Roberto Zapperi subraya con toda la razón el dilema principal de ese "Salvaje": su peculiar y extraña vellosidad fue la causa de su destino como marginado - quien en alguna y otra situación podía ser discriminado - pero a la vez su "terrible atracción" le asegura el sustento de la vida en la corte. Exagerando se podría decir que González fue pagado por hacerse ver en su aspecto de "Monstruo". El autor indica que los problemas en la vida de Pedro González se hicieron más graves al llegar a la edad de un adulto. Mientras que de niño, por su vellosidad podía evocar ideas relacionadas con la imaginación de un gato gracioso, siendo adulto, su apariencia debía haber sido espantosa a la primera vista. A pesar de su indudable cultura y buena educación, a pesar de su posición relativamente privilegiada en la Corte Real, su cara velluda tuvo el aspecto de la de un mono salvaje. ¿Cómo ese extraño ser podría encontrar una esposa, teniendo él más cara de animal que de hombre? No obstante, pudo celebrar una boda, aunque no haya datos exactos: no se sabe cuándo exactamente tuvo lugar y tampoco cuáles fueron las circunstancias concretas. Muy probablemente, 1573 fue el año del casamiento y la boda fue arreglada y pagada por la Casa Real. La novia, una de las damas de palacio, era bella y veinte años más joven que Pedro González. Así comenzó esa historia real de la unión entre la Bella y la "Bestia". Solamente podemos especular sobre las enormes dificultades y problemas de aquel matrimonio, ambos estuvieron sin duda confrontados con los numerosos prejuicios que predominaron en al ambiente cortesano mirando al "salvaje velludo". Apenas existen fuentes escritas que nos podrían ofrecer detalles de la vida coticiana de esa pareja extraña. Pero hay una serie de cuadros, especialmente retratos, descubiertos por Zapperi en distintos lugares, como p. ej. en el Castillo de Ambras en Austria. Esos retratos, encargados por el Duque Carlos de Habsburgo, despertaron el interés de muchos aristócratas y fueron copiados pronto. Pintores famosos como Agostino Carraci o Lavinia Fontana son autores de algunos de esos retratos que dejan claro el contraste entre la belleza y blancura de la esposa y la imagen tenebrosa del "monstruo" González.

También hay retratos interesantísimos de los hijos de la pareja, igualmente velludos, que aparecen en el libro. La historia parece repetirse cuando el Cardenal Farnese recibe Enrique (Enrico), el hijo de Pedro y Catalina, como "regalo" en el año 1595. Más tarde arregla una boda de una mujer bella con Enrico.

Pero tanto el padre Pedro como su hijo Enrico González tuvieron que aceptar un destino diferente a la suerte de los protagonistas en las versiones del cuento "La Bella y la Bestia": en su caso, el amor de una mujer lamentablemente no los transformó en guapos príncipes...

Texto: Berthold Volberg
Foto: Zech-Verlag

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