[art_3] Colombia: De vuelta a la Cueva
Una meditación en la Catedral de Sal de Zipaquirá

¿Ya habéis celebrado una vez la Navidad bajo la tierra? La pequeña ciudad colombiana de Zipaquirá, situada en la Cordillera Oriental de los Andes, ofrece un escenario ideal para realizar esa idea extravagante. La Sal es la causa. Todo el mundo sabe que es un condimento fundamental. Aquí en Zipaquirá el visitante queda fascinado al contemplar que la sal también sirve para construir catedrales - debajo de la tierra.

Tan sólo a unos 50 Kilómetros al norte de la capital de Colombia, Santafe de Bogotá, o sea a unos 45 minutos de recorrido, la bella villa de Zipaquirá, a una altura de 2750 metros en los Andes - "más cerca de las estrellas" - suele atraer sobre todo los fines de semana numerosos visitantes y peregrinos gracias a su atracción principal: la Catedral de Sal. Durante el recorrido por la "Sábana" de Bogotá, el paisaje con sus prados y bosques verdes y sus vacas de blanco y negro que están pastando pacíficamente nos hace recordar más bien nuestras tierras alemanas en vez de cumplir con los "estereotipos tropicales". La "tierra fría", en la que se encuentran Bogotá y Zipaquirá se caracteriza por paisajes que a la primera vista parecen "nórdicos" y aquí se cumple el lema de las oficinas de turismo de Colombia: "donde Verde es de mil colores".

Lo primero que llama la atención al llegar a Zipaquirá, aparte del magnífico paisaje, es la Catedral barroca que con sus dos torres domina la pequeña ciudad que se encuentra en una colina enmarcada por montañas verdes y árboles florecidos. Todo parece un jardín paradisíaco rodeado de paz en esta tarde de siesta soleada. Pero algo más tarde podremos leer en un diario que sólo tres días después de nuestra visita, el arzobispo de Zipaquirá fue secuestrado aquí por miembros de la FARC. Entretanto, ya ha sido liberado y ha perdonado a sus secuestradores, y de nuevo puede celebrar misas en sus dos catedrales: en la barroca y en la subterránea. Ésta la construyeron dentro de los socavones de las salinas que son de las más grandes del mundo. Ya en los siglos antes de la conquista española, los indígenas de las culturas de los Muisca y Chibcha habían utilizado la sal como moneda y habían explotado esas salinas, aunque todavía de manera esporádica y no sistemática. En el año 1537 vinieron por primera vez los conquistadores españoles, bajo el mando del que iba a ser el fundador de Bogotá, Don Gonzalo Jimenez de Quesada quien también se interesaba por el oro blanco.

Pero durante siglos, la explotación de las salinas quedó reducida - hasta la llegada de otro visitante famoso. Era el gran científico y humanista alemán Alejandro de Humboldt, el "conocedor de todas las cosas", quien durante su visita en 1801 recomendó una explotación sistemática de las salinas e inició la construcción de minas para alcanzar la sal más pura en las profundidades del monte. A partir de entonces, ingenieros alemanes y colombianos construyeron socavones cada vez más profundos y pronto también se construyeron las primeras capillas bajo tierra, adornadas por los mineros.

En los años 50 del siglo pasado, las donaciones del Banco de la República y la ambición del arquitecto José María González Concha hicieron posible la construcción de la primera Catedral de Sal, la que tuvo que ser cerrada en 1992 a causa de riesgos de seguridad.

Al lado de la antigua, construyeron entre1992 y 1995 la Nueva Catedral de Sal, algo más grande y majestuosa que la antigua. El arquitecto Garavito Pearl dirigió la construcción durante la que emplearon la gran cantidad de 80 toneladas de explosivos para excavar 250.000 toneladas de roca salina a fin de conseguir una inmensa cueva artificial para consagrarla como catedral. Al mismo tiempo, a nivel de la tierra inauguraron un Museo de Salmuero y crearon un bonito "Parque de la Sal". Por una alameda empinada de este parque nos lleva ahora el camino para llegar al tunel de entrada de la Catedral de Sal. Durante la subida notamos que estamos a casi 3000 metros de altura. También los turistas deportistas tienen que detenerse de vez en cuando porque el corazón está latiendo intensamente por la escasez del aire. Finalmente, nos encontramos ante la boca de las tinieblas y el descenso al sagrado mundo subterráneo puede comenzar.

Nuestro guía nos recomienda a respirar profundamente, ya que el aire salino en los socavones resulta muy sano. Pero estamos bastante ocupados por acostumbrar nuestros ojos a la oscuridad casi completa. Afortunadamente, instalaron aquí sólo pocas fuentes de luz artificiales para no interrumpir demasiadamente la atmósfera misteriosa de tinieblas. Oficialmente, es obligatoria la participación en una visita guiada, pero ya después de iniciar la visita, cada uno que quisiera podrá seguir a solas su camino por los tuneles y cuevas.

Alrededor de 200.000 visitantes entran anualmente en esas salas subterráneas, sólo un 20% de ellos son turistas extranjeros. Nos parece poco al considerar que esta Catedral de Sal en las montañas colombianas es algo único en el mundo por sus dimensiones. La más oscura de las Catedrales pertence a los más grandes edificios sagrados del mundo: tiene tres naves, su longitud es de 120 metros, en total cubre una superficie de más de 8500 metros cuadrados e incluye cúpulas y capillas excavadas de la roca salina.

En el interior de esa cueva sagrada todo está tallado de sal: cruces monumentales, ángeles lucientes y estatuas de Vírgenes - todo de sal o roca salina. Alntes de llegar a la nave principal de la catedral, se puede meditar en las 14 capillas que forman la Via Crucis que nos lleva por un laberinto de socavones. En la primera capilla, que marca el comienzo de la Pasión de Cristo, casi nos asustamos de la austeridad con la que fue diseñada - muy poco usual en Colombia, donde en general, como en todos los países latinoamericanos, domina el estilo barroco en la arquitectura sagrada. En medio de las tinieblas de la cueva artificial se erige una gran cruz, sin crucificado y sin ninguna decoración, inclemente y con fulgor frío, gris plateado e irreal. Encima de la cruz, la bóveda negra y desnuda de la cueva. Nada más. Esta sala parece obligar a guardar silencio, los visitantes enmudecen y pronto siguen el camino.

De repente, nos quedamos solos en la oscuridad, lentamente nos dirigimos a contemplar las demás capillas que componen la Via Crucis. Son todas muy parecidas a la primera vista: una cruz monumental de sal tallada en la pared de la cueva o en el centro de la misma domina cada una de estas salas sagradas. Pero se distinguen por la manera de emplear la luz. En la mayoría de estas capillas, la cruz está rodeada de una luz misteriosa, que simboliza un sentimiento de Cristo durante su Pasión: luz azulada, morada, rojiza y plateada que evoca soledad, meditación en el huerto de Getsemaní, angustias y esperanza de eternidad.

Las explicaciones muy detalladas e interpretaciones de los guías al respecto resultan a veces algo raras y no fácilmente comprensibles o convincentes. Es más recomendable seguir el camino a solas para disfrutar del silencio subterrrráneo y de la atmósfera mística. Acompañados por los ecos difusos de un canto lejano que nos llega desde la profundidad oscura de los socavones, nos acercamos a la catedral misma, descendiendo cada vez más a las entrañas de la tierra. De vuelta a la cueva, a las profundidades subterrráneas donde comenzó el convivir humano y donde pintaron los primeros símbolos sagrados y religiosos en las rocas y celebraron las primeras ceremonias religiosas. De vuelta a la morada primitiva de los hombres. El tunel parece llevarnos cada vez más lejos del sol, al corazón de las tinieblas, donde sólo los cristales de la sal brillan, cada vez que los roce un rayo de luz. Un reino místico de Noche Oscura nos rodea - y un sinfín de sonidos, ecos y voces desde todas direcciones, distinguimos la voz cristalina del sacerdote que celebra una misa. Y de vez en cuando aparece un ángel luciente en la pared del socavón que de repente se abre y desemboca en una gran sala: debajo de nosotros se extiende la nave central de la catedral y podemos ver al sacerdote vestido de blancura reluciente, el retablo iluminado, y los bancos con los creyentes que están cantando. La acústica resulta fenomenal. Por ello, asistir a una misa subterránea aquí, especialmente si es una Misa de Navidad, es algo muy especial.

Por una escalera muy estrecha y oscura bajamos al centro de la catedral y admiramos una copia de La Creación de Adán de Miguel Ángel, no es pintura como en la Capilla Sixtina, sino un relieve de "mármol salino" de grandes dimensiones.

Encima se encuentra una cúpula rocosa iluminada de luz azulada. Tanto de lejos como de cerca nos fascina la inmensa cruz tallada en la roca del coro de la catedral y "llenada" de luz.

Después de la misa subterránea, visitamos las naves laterales y capillas, pero lentamente, después de pasar tres horas bajo la tierra, nuestros ojos están añorando la luz solar. En el camino de regreso casi nos hubiéramos perdido al seguir un tunel que llevaba de nuevo hacia abajo. Cuando nos acercamos a la puerta de la luz, el "choque de claridad" resulta grande, nuestros ojos necesitan algunos minutos para acostumbrarse de nuevo a la luz del día. Y durante el descenso a Zipaquirá, retornando a la vida normal, todavía escuchamos los ecos de las voces subterráneas que flotaban por ese "templo de cuevas".

Texto + Fotos: Berthold Volberg

Enlace:
catedraldesal.gov.co