caiman.de 11/2006

[art_3] El Salvador: País Portátil, Memorias e Identidades (Parte 2) (Parte 1)

El Museo de la Palabra y la Imagen, MUPI, es una iniciativa ciudadana dedicada a la investigación y difusión de la historia y cultura salvadoreña. En San Salvador, la capital del pais centroamericano El Salvador tiene una sala de exposición y proyecciones audiovisuales, así como un valioso archivo histórico. Sus exposiciones itinerantes recorren todo el país con temas erlacionados con identidad y memoria histórica.

Memoria, identidad, terremotos y paramientrismo
Una vez producidos los dos terremotos que inauguraron el siglo, mientras sobrevolábamos la cordillera del bálsamo en un helicóptero de la solidaridad venezolana, al ver en el horizonte las montañas con heridas cataclísticas, nos preguntábamos, ¿que respuesta podría dar el MUPI a esa coyuntura de tragedia y dolor?

Fue así que se nos ocurrió explorar el tema de los fenómenos naturales que se han producido en nuestra historia, y comenzamos a interrogarnos:

¿Que impacto ha originado en los salvadoreños y salvadoreñas las inundaciones, los continuos terremotos, y hasta el tsunami que azoto nuestras costas occidentales en 1902?

Este esfuerzo permitió atesorar una colección de imágenes, documentos y objetos, que convertimos en una exposición bautizada con el nombre de un personaje mítico del Popol Vhu, "Kab rakan, la furia de los dioses", exposición que actualmente recorre el país para recordarnos que ante la realidad sísmica del país, no podemos seguir basando los planes de prevención y planificación estratégica en lo que llamamos la filosofía del paramientrismo. Planes "para mientras", que se convierten en realidades para siempre. Del terremoto de 1986, todavía hay construcciones de plástico y zinc, que se había dicho era "para mientras". Ese sino que nos ha tocado vivir, construir y volver a construir lo que se vuelve a destruir, por los istmos o la violencia, ese tejer y destejer que nos impone esa realidad sísmica, nos entrega claves importantes en ese dinámico proceso en la construcción de las identidades.

Memoria y accion social
Hablar de la importancia del papel de la memoria oral en la configuración de esas identidades, que hemos constatado al investigar el levantamiento y el etnocidio de 1932, donde los testimonios orales, contrastados con los documentos escritos, nos permiten aproximarnos a este suceso fundacional de la sociedad salvadoreña de siglo XX.

Durante cuatro años nos adentramos a los cantones del occidente y centro de El Salvador en busca de la memoria colectiva de lo sobrevivientes de la masacre de miles de indígenas durante el régimen del General Hernández Martínez.

La captación de la memoria oral de los sobrevivientes de la masacre, fue tarea difícil debido a la cultura del terror que origino la matanza, y determinando que durante setenta años, en las comunidades sólo se hablaba del tema, en la intimidad del seno familiar. Con esa memoria oral rescatada, realizamos el largometraje documental "1932 cicatriz de la memoria", audiovisual que ha sido visto por miles de espectadores en todo el país, un producto más que se integra como instrumento en nuestra línea de Memoria y Acción social, la cual abre a las comunidades la posibilidad de apropiación de estos materiales documentales, para reflexionar sobre sus identidades y la fijación de las memorias comunales, en el contexto de sus esfuerzos por conquistar reivindicaciones locales, y de acompañarles en posibles proyectos de desarrollo local.

Las comunidades nos han enseñado que la historia no es patrimonio exclusivo de los investigadores inclinados sobre montañas de documentos oficiales. Y es que desde las concepciones contemporáneas de la misma disciplina historiográfica hay apertura a otras visiones de lo histórico. La historia quiere ser también de los sin nombre, pertenece a los "Otros", los que la padecen asomados tras las sombras en un limbo anónimo e invisible.

Y ese emerger de las sombras, lo están logrando algunas comunidades por todo El Salvador, abriendo las compuertas de la memoria, para reforzar las identidades dinámicas en constante transformación, reafirmando su voluntad de seguir imaginando y construyendo el país que queremos, resistiendo a la globalización de las conciencias y a los fundamentalismos posmodernos.

Recientemente, el Museo de la Palabra y la Imagen, realizó una exposición en la iglesia de San Antonio Abad, mostrando manuscritos del siglo XIX y XX, máscaras y trajes de los Historiantes, en la conmemoración del centenario de la Sociedad San Antonio Abad.

Esto se hizo con jóvenes empeñados en no dejar morir los elementos culturales locales, con esa sorprendente universalidad que tiene esta expresión de teatro popular que pervive en ese pueblito que se quedo envuelto en la ciudad capital.

Es la memoria y la identidad que mueve a la acción social de los jóvenes. Ese día, habo flauta y tambor, habo jóvenes danzando, vestidos de memoria y de orgullo, y los cohetes estallaron en la noche de San Salvador. Cuando ustedes se vieron esos fogonazos en la oscuridad, no eran los fuegos artificiales del Mac Donald o del Pollo Kentucky. Erán los cohetes lanzados por las manos de los muchachos de San Antonio Abad, que se alzaron hacia los cielos, para trazar las fronteras imaginarias de una comunidad, una isla en medio de la ciudad, que se niega a morir, que resiste el tsunami invasivo de los gigantescos centros del consumo, que nos ofrecen una copia de Miami, para plantar cemento y palmeras importadas, donde antes había bosques y pájaros ancestrales.

En medio de la oscuridad, la pólvora de los cohetes, nos dibujó al país imaginado, el país portátil, que nos convoca con urgencia.

Texto + Fotos: Carlos Henríquez Consalvi

Dirección
Museo de la Palabra y la Imagen
27 Av. Norte, #1140, Urb. La Esperanza
San Salvador. El Salvador

PBX: (503) 2275-4870
http://www.museo.com.sv

Autor
Carlos Henríquez Consalvi, mejor conocido bajo el pseudonimo de "Santiago", nació en los andes venezolanos. En Caracas estudió Periodismo. Después de su estancia en Nicaragua y de la caída del regimen dictatorial de Somoza llega en diciembre de 1981 a El Salvador con el propósito de fundar una emisora en zona bajo control insurgente. En enero de 1992 baja de la montaña rumbo a la capital y trasmite la celebración de los acuerdos de paz. Funda el MUPI y es salvadoreño de todo corazón.