caiman.de 11/2005


[art_1] Portugal: En el Monasterio de San Jerónimo en Lisboa
Visitamos la Iglesia más bella de Portugal

El Día de Todos los Santos en el año 1755. El terremoto más catastrófico que jamás se produjo en Europa convirtió una de las más bellas ciudades del mundo, la capital portuguesa Lisboa en un apocalíptico campo de ruinas y tan sólo en el centro urbano causó 30.000 víctimas, cien iglesias y un sinfin de palacios fueron destruídos. Pero hubo un gran complejo arquitectónico que resistió y apenas fue dañado por aquella catástrofe: el Monasterio de San Jerónimo. Así que el monumento más importante de Lisboa se salvó y todavía se puede contemplarlo en todo su esplendor auténtico.


Hace medio milenio, el arrabal de Belén, situado en la desembocadura del Río Tajo, fue und población aislada que más tarde quedaba poco a poco integrada en la creciente metrópoli del imperio lusitano. Y entonces, en el Siglo XV, no hubo aquí un monasterio monumental, sino sólo una modesta capilla. En la alborada del día  8 de julio de 1497, un capitán barbudo se encontró arrdillado en esa Capilla de la Virgen de  Belén, rezando para obtener el amparo divino para la aventura que iba a realizar. Es que Vasco da Gama había recibido del Rey Manuel I., quien obtuvo el el epíteto "El Feliz", el permiso de llevar a cabo una expedición para descubrir la ruta de navegación a la India.

Cuando Vasco da Gama, un descubridor sin demasiados escrúpulos, volvió exitoso a Lisboa en el año 1499, con su barco lleno de especias y otros artículos de lujo procedentes del lejano Este, el Rey Manuel I., a fin de dar las gracias por tanta riqueza, decidió construir un gran monasterio en el lugar de la pequeña capilla. En el año 1500 se iniciaron ese proyecto ambicioso y en muy poco tiempo, hasta 1522, los arquitectos Diogo Boytac y Joao do Castilho pudieron terminar grandes partes del conjunto, como la iglesia conventual, aunque hasta que se concluyeran todas las obras, tenía que pasar casi un siglo (1604).


No era por casualidad que el lugar de la construcción del Mosteiro dos Jerónimos estaba ubicado en la orilla del Tajo, muy cerca de su desembocadura al Atlántico: desde aquí los barcos de los valientes descubridores partieron para desaparecer en la infinidad azul, buscando rutas nunca antes navegadas por europeos y pisando territorios desconocidos y exóticos. Y aquí tomaron puerto volviendo con especias de la India o con oro y perlas de las costas de Brasil, recién descubiertas por Cabral y Amerigo Vespucci.

Sin duda, la época del gobierno del Rey Manuel el Feliz fue el Siglo de Oro de Portugal. Una era de abundancia y del apogeo de las Bellas Artes y durante aquellas décadas de la primera mitad del Siglo XVI, el pequeño país en el extremo oeste de Europa llegó a ser una una potencia mundial, conquistó colonias en todos los continentes y estableció un comercio global. Así que la desembocadura del Tajo se convirtió en la puerta abierta a nuevos mundos y en su orilla erigieron un edificio sagrado único en el mundo que ya causó la admiración de los contemporáneos, pero todavía en el Siglo XXI provoca el asombro de los visitantes.

No sólo impresionan las dimensiones de ese castillo de Dios - la fachada del Sur que mira al río tiene una extensión de 300 metros - sino también la decoración pomposa y la riqueza de los detalles de la iglesia y del claustro que guardan sorpresas inesperadas. Ya desde lejos está luciendo la amplia fachada blanca, la que por la obra filigrana de sus portales no evoca nunca la impresión de fortaleza patética, sino invita a acercarse. Entrando en la Iglesia de San Jerónimo, en el primer momento puede sorprender la relativa oscuridad que nos espera en el interior de ese edificio blanco.

Después de acostumbrarse a la oscuridad mística, quedamos fascinados por las vidrieras maravillosas cuyos colores iluminan todo el templo con una luz enigmática, dominando los matices de rojo y azul. Los rayos de luz que caen por las vidrieras pintan dibujos resplandecientes en los muros y las elegantes columnas de 25 metros de altura.


Esas columnas parecen esbeltas palmas cuyas ramas forman bóvedas em froma de estrellas allí arriba. Totalmente cubiertas de decoración plateresca, las columnas parecen casi frágiles. Es difícil creer que precisamente esa construcción se salvó del derrumbamiento por el gran terremoto del 1755.

Lentamente caminamos por esa palmeral tallado de piedra para llegar al centro espectacular: el gran Retablo Mayor renacentista que ocupa todo el espacio del coro incluyendo las bóvedas y consiste de pinturas del pintor de cámara Lourenço de Salzedo enmarcadas con columnas doradas. La iluminación hace brillar los colores de los cuadros y de los marcos dorados. Debajo de ese esplendor, en sarcófagos ubicados en el coro, muchos de los portugueses más ilustres han encontrado su última morada: el Rey Manuel el Feliz (fallecido en el año 1521) y sus sucesores hasta el infeliz Rey Sebastiao, quien murió jovencísimo con sólo 24 años en la gran batalla desastrosa de Ksar-el-Kebir en Marruecos en 1578. Pero también el afortunado descubridor Vasco da Gama, el poeta renacentista Luis Vaz de Camoes, quien celebró los descubrimientos del capitán en los versos de la epopeya nacional "Os Lusíadas", y el poeta  Fernando Pessoa están enterrados en el Monasterio de San Jerónimo.

Así que no es de asombrar que el monasterio en Belém para muchos portugueses es un santuario nacional. Es fácil notar que en la construcción de ese edificio suntuoso gastaron una fortuna incalculable. Es que el Rey Manuel, inmediatamente después del retorno de Vasco da Gama de la India impuso un impuesto especial, recaudando de todas las especias y demás mercancías de lujo un 5% para financiar el edificio gigantesco en Belém. Y como si quisieran volver a las raíces de toda esa pompa y riqueza, establecieron el Museo Nacional de la Navegación en unas salas del monasterio después de su secularización parcial. Pues a finales del Siglo XV y principios del XVI, las naves de los descubridores Bartolomeo Díaz, Cabral o Vasco da Gama que hoy día nos parecen tan pequeñas y frágiles, hicieron de Portugal un imperio mundial.

Pero todas las salas de Sao Jerónimo, incluso la iglesia, son superadas en su esplendor por el claustro grandioso, sin duda uno de los más bellos del mundo. Consiste de dos plantas y su construcción se inició en 1517, más tarde que la iglesia.

Todo el conjunto es un ejemplo principal del llamado Estilo Manuelino, que nació durante la época de Manuel I. más o menos al mismo tiempo que el similar Estilo Plateresco en España y como aquél combinó muy logradamente estructuras góticas con decoración renacentista y relieves muy finos que recordaban a piezas de orfebrería. cada visitante quedará profundamente impresionado por las decoraciones tan filigranas de los arcos de ese claustro, en el que se puede descubrir muchos detalles sorprendentes, no muy comunes en un monasterio. Destacan símbolos de la navegación como áncoras y amarras que son alusiones a los descubrimientos y a los orígenes de la riqueza del Siglo XVI. También hay alusiones a los nuevos territorios descubiertos: no es pura imaginación o fantasía si muchos detalles decorativos aquí hacen pensar en templos de la India u otros edificios orientales. Muchas impresiones traídas de las expediciones de los descubridores dejaban sus huellas en ese magnífico conjunto arquitectónico, naturalmente declarado como patrimonio universal por la UNESCO (en el año 1983).


Tanto gasto y derroche de materiales y artes no solamente se empleó para crear un espacio para la oración y meditación. Portugal, como potencia mundial, se repartió el mundo con su hermana ibérica España, dibujando fronteras imaginarias en el nuevo globo terrestre (Tratado de Tordesillas 1494, Tratado de Zaragoza 1529), y necesitó edificios representativos que manifestaran el nuevo poder de un imperio  global. Por ello, construyeron el Mosteiro dos Jerónimos no sólo como templo sacro y lugar de peregrinación, sino también con motivo de convertirlo en un monumento nacional. El programa iconográfico con toda su pompa y sus influencias exóticas sirvió para demostrar a todos los que entraron que Portugal se había extendido por todos los continente, convirtiéndose en un imperio universal. Así que no es por casualidad, sino parece todavía indicar aquel mensaje programático el hecho de que la dirección oficial del monasterio nacional se llama hasta hoy día "Praça do Império".

Texto: Berthold Volberg
Fotos: Camila Uzquiano

Horario:
Octubre - Abril: 10.00 - 17.00 horas
Mayo - Septiembre: 10.00 - 18.00 horas

Entrada:
libre para visitar la iglesia,
para el claustro y el museo: 4,50 Euro