[art_1] España: Aníbal González – el Gaudí andaluz

Sucedió muy de repente, en una mañana del 9 de enero de 1920. Dos tiros de pistola desde muy corta distancia. La víctima no sólo sobrevivió el atentado, sino – como por milagro – ni siquiera fue herido. Quizás hayan temblado las manos del autor del atentado, porque su blanco fue un hombre quien no tuvo enemigos y fue más bien uno de los ciudadanos más queridos de Sevilla: el arquitecto Aníbal González y Álvarez Osorio. El motivo concreto del atentado no era muy claro. No había ninguna razón para odiar personalmente al arquitecto. Pero eran tiempos violentos y caóticos en España, sobre todo en Sevilla, donde los contrastes sociales y el potencial de conflictos eran tan grandes como en ninguna otra ciudad española. Aquí siempre han vivido los más ricos y los los más pobres de España muy juntitos. En el antiguo centro administrativo y económico de un imperio mundial, del que había quedado apenas nada después de la guerra perdida contra los EE UU en el 1898, se enfrentaron dos mundos contrastivos: las dinastías esplendorosas de la alta nobleza andaluza, las que desde la Edad Media podían disponer de inmensos latifundios, residiendo en sus suntuosos palacios, separados quizás tan sólo unos metros, pero infinitas distancias de los míseros alojamientos de jornaleros, ganapanes o gitanos, que tuvieron que luchar por sobrevivir de día en día.

A pesar de la revolución industrial (la que en Sevilla apenas tuvo lugar) y fuertes movimientos socialistas y liberales, seguía dominando un orden social de carácter casi feudal, y la capital de Andalucía había perdido el tren del progreso al Siglo XX.


Debajo de la superficie y detrás de las fachadas pomposas, iban aumentando los conflictos sociales para estallar cada vez más violentamente. Las sombras amenazadoras de Lenin y Bakunin oscurecieron no sólo Cataluña, sino también Andalucía. Desde los años setenta del Siglo XIX la violencia motivada por la injusticia social estalló con más frecuencia, dirigiéndose contra los terratenientes, la burguesía y la Iglesia. Así que Aníbal González (nacido en el año 1876) fue testigo de tales agresiones y actos violentos en las calles de su ciudad. Especialmente después de la revolución de octubre de 1917 en Rusia, Sevilla llegó a ser nombrada "La Roja", porque las actividades de comunistas y anarquistas incrementaron considerablemente , y atentados, saqueos de conventos e iglesias y huelgas violentas se convirtieron en fenómenos casi cotidianos. Y el arquitecto ingenioso Gónzalez Osorio, un hombre modesto y más bien más bien apolítico, de repente se encontró en medio de esa batalla de frentes innumerables. Muchos de los obreros y albañiles que estaban construyendo la gigantesca Plaza de España según su proyecto, de repente entraron en huelga y lo identificaron con los odiados aristócratas, para los que construía nuevos palacios. Confundieron el arquitecto con sus comitentes y clientes. Posiblemente, la frustración debido al fracaso de la huelga buscó un culpable y lo encontró en la figura del arquitecto. Sería una razón para explicar el atentado del 9 de enero de 1920. Las reacciones a ese atentado eran enérgicas y apasionadas. Los diarios conservadores lo condenaron como una agresión antiespañol, ya que se dirigió contra el arquitecto más sevillano y querido por el pueblo. Aníbal González mismo estuvo sorprendido y estremecido por el odio inesperado de los conspiradores que habían planeado el atentado fracasado. En general, también la mayoría de los periódicos de la izquierda se distanciaron claramente del atentado, condenándolo . Es que Aníbal González, el arquitecto de la gracia andaluza, según cuyos planes se estaban construyendo en el Parque María Luisa los palacios espectaculares para la Exposición Ibero-Americana de 1929 y para el renacimiento de toda la ciudad, parecía demasiado popular en Sevilla y no el personaje adecuado para ser calificado como "enemigo del pueblo".

Desde el año 1911, después de haber triunfado con sus conceptos arquitectónicos y obtener el encargo de construir los más emblemáticos pabellones para la EXPO 1929, ese mago de la piedra empezó a realizar su visión de una Sevilla Nueva, en la que, no obstante, renació también todo el encanto y la magia del Siglo de Oro de la ciudad.

Aníbal González citó en sus obras, calificadas ya por muchos contemporáneos como "poesía de piedra", los tres estilos históricos que él consideró los más típicamente españoles: Mudéjar, Renacimiento (en su versión nacional de estilo plateresco) y Barroco hispánico.

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En sus proyectos, empleó todas las particularidades sevillanas introducidas durante el Siglo de Oro en esos tres estilos de arquitectura. Por ello, en sus construcciones hay muchos detalles que recuerdan a palacios sevillanos o campanarios de los siglos XVI y XVII, pero también en la selección de los materiales se concentró en los tradicionales que desde siglos se solían utilizar en Andalucía. En la construcción del complejo central del recinto de la exposición, del gigantesco Pabellón Español de la Plaza de España, empleó principalmente ladrillos rojizos – como Leonardo de Figueroa, el gran arquitecto del Barroco sevillano – y muchos elementos de cerámica (azulejos, ladrillos vidriados, puentes adornados con cerámica), así como magníficas farolas y rejas de hierro forjado.

La Plaza de España (1911 – 1929), ejemplo principal de la arquitectura de Aníbal González, es grandiosa bajo todo punto de vista, no sólo por sus dimensiones colosales. La amplia plaza de forma semicircular tiene un diámetro de 200 metros, el Palacio Español que la "abraza" tiene medio kilómetro de longitud. Quizás lo más logrado (ya que difícilmente a conseguir) de esa construcción de Neorenacimiento y Neobarroco es su combinación de solemne monumentalidad, decoración afiligranada y su finalidad practica y cotidiana. Se puede pasear de un extremo al otro de la plaza, caminando por debajo arcadas que ofrecen sombra y frescor, bonitos puentecillos de cerámica forman arcos que llevan desde la plaza al edificio del Pabellón Español, cruzando el canal construído paralelamente según el semicírculo del palacio. En la parte inferior del edificio, zócalos de azulejos representan las (en aquella época) 48 provincias de España.

Pocas veces se ha construído un monumento nacional en aquel entonces que excluye totalmente la rimbombancia guerrera y militar, sino se limita a celebrar – eso sí, con orgullo – las creaciones culturales y la producción artística de una nación.


En el amplio semicírculo del pabellón aparece un mapa compuesto de azulejos para cada una de las provincias españolas y encima del mapa , se puede contemplar una imagen de azulejos que muestra una escena histórica representativa de la provincia respectiva. Entre las representaciones de las provincias hay bancos, también decorados por azulejos. A su lado hornacinas de cerámica, en las que durante la exposición pusieron libros de los clásicos españoles. Una idea original y bonita del arquitecto, la que también demuestra que principios didácticos desempeñaron un papel importante en la planificación de todo el recinto de la Expo de 1929. Y considerando la didáctica del monumento, Aníbal González sabía que explicaciones escritas no eran lo más importante para una población andaluza que en aquella época todavía tenía un alto porcentaje de analfabetos, sino que imágenes, dibujos y adornos resultaban más adecuados para fines didácticos. Por ello, toca todas las teclas del repertorio andaluz en su composición llena de armonía, hasta en los más pequeños detalles. González parece motivado por el "horror vacui" que en Andalucía no ha nacido en el Barroco, sino predomina ya en el arte y en la arquitectura árabes. En el semicírculo gigantesco hay muy poca superficie sin imagen o decoración: columnas, azulejos, escudos adornan la fachada de ladrillos rojizos, los artesonados dentro de las arcadas son parcialmente dorados y – como ya era costumbre en la arquitectura árabe – en cada sección hay otro diseño. Incluso las tejas son multicolores, a veces vidriados, y ordenados según figuras geométricas. Todos los detalles componen un conjunto armónico: el canal con los pequeños puentes, las farolas de diseño nostálgico, la fuente en el centro de la plaza y el singular palacio cuyas arcadas terminan en las dos torres angulares de 70 metros de altura.

Aníbal González ha creado aquí una de las plazas más bellas y espectaculares de Europa. Y se trata de una plaza que vive, no es un recinto de museo.

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Es el mérito del arquitecto sevillano, haber concebido y construído con esta Plaza de España en medio del Parque de María-Luisa un espacio público que se ha convertido en un escenario para la población de Sevilla, la que ha conquistado esta plaza con entusiasmo. También a los autodeclarados protagonistas y estrellas de la vida metropolitana, ese escenario les atrae mucho. Aquí hay de todo: Señoritas que posan en trajes de flamenca, adoradores del sol, que lucen sus cuerpos morenos y musculosos en los bancos de cerámica, invitados a una boda que vienen aquí sólo para aprovechar el fondo para una foto, turistas que pasean por la plaza en coches de caballo, y niños que están jugando en patines en el canal. El creador de este escenario se alegraría al ver esas imágenes, sobre todo cuando en la primavera, en marzo o abril, toda la plaza se convierte en bastidores para el espectáculo de procesiones de la Semana Santa o en una pista de baile para los bailaoras y bailaores que practican unas "Sevillanas" aquí, antes de ir al recinto de la Feria o volviendo del mismo.

A veces al arquitecto Aníbal González le han llamado el "Gaudí andaluz" – y de hecho ha sido tan importante para Sevilla como su gran contemporáneo catalán para la imagen de Barcelona en el mundo. Por otro lado, algunos críticos reprochan a González (contrariamente a Gaudí) que haya diseñado una arquitectura conservadora e historicista para una ciudad que siempre queda viviendo en su glorioso pasado, negándose de integrar auténticas innovaciones arquitectónicas. Es acertado sin duda que los conceptos del sevillano han sido menos originales e innovadoras que las obras de Gaudí. Sin embargo, Aníbal González ha conseguido algo que parecía imposible.

Sus numerosos edificios nuevos – aparte de los grandes pabellones para la Expo 1929 ha planificado muchísmas casas y casas-palacios en el centro de Sevilla – encuadran perfectamente en el conjunto del casco antiguo más grande de Europa.


Integrando elementos (neo)-barrocos, -platerescos y mudéjares de características típicamente andaluzas, el arquitecto ha respetado las estructuras centenarias y ha contribuído decisivamente a conservar y salvar el singular encanto de Sevilla hasta nuestros tiempos. En su época, cuando la arquitectura moderna estaba a punto de romper con toda la tradición, orientándose p. ej. en el movimiento del "Bauhaus", y eliminando todo tipo de volutas o decoración de fachadas, Aníbal González lucha contra la naciente "Dictadura del Cubo" y pone en juego su fantasía y Romanticismo - ¡en este aspecto coincidiendo con Gaudí! Su arquitectura es una poesía de piedra que incluye azulejos, volutas, arabescos y remates de cerámica. Y ha tenido éxito, porque la belleza intemporal de su obra se ha imitado durante décadas y hasta hoy día, su estilo se considera la arquitectura sevillana por excelencia. No sólo ha concluído sus pabellones prestigiosos para la Expo de 1929, sino suyo es el concepto de una Sevilla Nueva, ya que sus construcciones han otorgado una nueva percepción de su propio ser a la capital de Andalucía. Aparte de la Giralda y de la Torre del Oro, la Plaza de España se ha convertido en el tercer símbolo arquitectónico de Sevilla.

González consiguió abrir la ciudad hacia el Sur, también con su bella Plaza de América y ese espacio, situado en el extremo sur del Parque de María Luisa, fue convertido en un salón al aire libre por los sevillanos.


Aquí se encuentran dos pabellones bien distintos que forman un contraste interesante. El Palacio Renacentista, construído en estilo neoplateresco (1912 – 1920, siendo Pabellón de Bellas Artes durante la Expo de 1929), alberga hoy el Museo Arquelógico. El edificio consiste de cinco grandes salas rectangulares. unidas por una galería. A pesar del cornisamento florido, este palacio parece más monumental y menos andaluz que los restantes edificios del conjunto.

Enfrente del Museo Arquelógico, se encuentra la construcción que para mí es la más bella de Aníbal González: el Pabellón Mudéjar, erigido entre 1911 y 1916. El estilo Neo-Mudéjar de este palacio muestra ciertas influencias orientales y hasta del extremo oriente, como p.ej. en los pisos altos de las torres y de la parte central que aluden un poquito a pagodas.

Las elegantes columnas de las arcadas parecen casi frágiles. Este edificio con sus almenas mudéjares, sus arcos de herradura multicolores y torres airosas se presenta como un palacio encantado, una especie de Neuschwanstein andaluz.

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Después de la inauguración de la Expo 1929, muchos periodistas describen entusiasmados la "poesía" de la arquitectura de Aníbal González. Ese hombre modesto y poco vistoso quien ha creado tantas obras bellas para su ciudad natal, había prohibido que se levantara un monumento en su honor o una estatua suya en el recinto. Murió casi justo después de ver su obra concluída, el 31 de mayo de 1929 – sólo tres semanas antes se había inaugurado la Exposición Ibero-Americana.

El esplendor de esa Expo y el orgullo de los sevillanos de entrar de nuevo en el escenario mundial, iluminados por las candilejas de la prensa internacional, después de casi dos siglos de "ausencia" y olvido, logró reprimir y resplandecer sobre los problemas fundamentales y los conflictos sociales de Sevilla – pero sólo por momentos. Un par de años más tarde, los mismos conflictos que habían motivado también el atentado contra Aníbal González, estallaron de nuevo, y más violentamente que antes.

Entre 1932 y 1936 hubo muchas huelgas violentas e incluso batallas callejeras en Sevilla, se cometieron muchos atentados y docenas de iglesias y conventos fueron saqueados e incendiados por anarquistas.


Después de la Guerra Civil, la dictadura franquista trajo su silencio de cementerio y causó de nuevo la paralización de la ciudad. Había que esperar hasta la próxima "Expo", la Universal de 1992 y sus consecuencias, para ver como Sevilla finalmente – y esta vez parece de manera sostenible – consiguió el salto adelante para entrar de nuevo en la fila de las metrópolis culturales de categoría mundial. Esperamos que en la actual modernización haya suficiente espacio para evocar también el esplendor de las épocas doradas de la ciudad – como en la arquitectura de Aníbal González.

Texto + Fotos: Berthold Volberg