ed 08/2014 : caiman.de

revista cultural y de viaje sobre latinoamerica, españa y portugal : [edición actual] / [primera página] / [archivo: edición/país/columna]
deutsch// 


[art_2] España: Todo esplendor debajo el sol
Octava edición de nuestra crónica no tan seria de la Semana Santa (2014), Segunda Parte
 
Sevilla, Jueves Santo, 17. de Abril 2014, a las 2 de mediodía cruzamos el puente de Triana debajo de un sol radiante y llevando traje negro con corbata (yo) y un nuevo trajecito de color morado (Cayetana) a pesar de la calor sofocante de 34 grados. Entramos en el restaurante “Blanca Paloma” en Triana y mi compañera dice lo que yo también pienso: “Entramos en un frigorífico.”

Teresa y Regina están tan acostumbradas al aire acondicionado que ni lo notan. Pero los de Madrid, Manuel y Cristina, los recién llegados Isidoro y Marina (también de Madrid) y yo sí lo notamos. Sin embargo, los platos deliciosos distraen nuestra atención, así que olvidamos la temperatura invernal aquí dentro cuando nos traen solomillo al jerez, pinchos de merluza con champiñones salteados, alcachofas gratinadas, croquetas caseras y demás delicias.

“La comida y la camarera son magníficas, pero nos vamos a convertir en cubitos de hielo”, comenta Cayetana, preocupada porque ve en peligro la Madrugá.
Y lamentablemente tiene razón. Cuando a las 10 y media de la noche nos reunimos de nuevo en la Plaza de Molviedro para ver como siempre allí la procesión de la Quinta Angustia y luego los pasos de la Madrugá, todos menos Teresa y Regina tienen la voz más o menos afónica, están tosiendo o tienen dolores de garganta – todo gracias al aire acondicionado tan supérfluo como asqueroso. Pero claro, hay que seguir, la Madrugá no se pierde. NUNCA.



La Madrugá, 18. De Abril 2014.

Pasión, la última cofradía del Jueves la vemos ya después de la medianoche, entrando por la Plaza del Salvador. A pesar del enorme gentío, la mayor parte del público sabe comportarse y reina un silencio sorprendente cuando se acerca la barca de plata del Nazareno de Montañés, iluminando la noche con un fulgor de esperanza. A mi lado una joven compatriota alemana explica susurrando a su padre los detalles en los que hay que fijarse. Y me acuerdo en este momento de mi primera Semana Santa, en el 1988, cuando estuve aquí, siendo también estudiante de Erasmus, y viendo por primera vez a ese Salvador tallado por el genio más grande que ha dado esta tierra (aparte de Velázquez). También estuvieron mis padres y les expliqué todo (lo poco) que había aprendido hasta entonces durante los cuatro primeros días. El Cristo de Pasión sube con su cruz la rampa a Gólgota, pero en su caso Gólgota es el templo más bello de Sevilla, así que todo termina bien.

A las 2 de la noche colocamos nuestras sillas plegables en la esquina de la Calle Placentines con Alemanes, a pocos metros de la Giralda, en el “ojo del huracán”, como lo llama Manuel, mirando los alrededores. Estamos en medio de una “bulla sentada”, así llama Cayetana el ambiente. Habrá como cien mil personas en las callejas cerca de la Catedral, esperando las cofradías de la Madrugá. Y los que componen ese pueblo de Dios en esta noche sacra tienen un aspecto muy variopinto – “porque de todo hay en la viña del Señor”, como afirma Teresa. Como ya temíamos, debido al buen tiempo hay más gente en las calles que en la Madrugá de los años anteriores, también más niñatos y “canis”. Pero al final, ellos también forman parte del pueblo de Dios, y quizás Dios los quiere más que algún y otro fariseo que lleva traje azul con escudos de dos docenas de hermandades, pero en el fondo tenebroso de su corazón sigue siendo un racista creyendo que el pueblo de Dios sólo consiste de señoritos blancos de sangre visigoda, como si ningún moro, gitano, indio o negro hubiera pisado jamás la Tierra de María Santísima. Y eso que en su Siglo de Oro, por lo menos una tercera parte de la población de esta bella ciudad la formaron negros, mulatos, indios y gitanos y la segunda cofradía más antigua de Sevilla es efectivamente la de los Negritos – como ya indica su nombre no fue fundada especialmente por blancos, dicho sea de paso. Así que habrá que concluir claramente de una vez: no se puede ser cofrade y a la vez mirar con desprecio a algún pobre inmigrante de piel oscuro quien ha llegado aquí huyendo de guerra y miseria, porque nosotros hicieramos lo mismo.

Falta un cuarto para las 3 de la noche. Ahora todas las miradas se dirigen hacia la Giralda y la luna llena que alumbra las sombras negrísimas de los Nazarenos de la “Madre y Maestra”, la hermandad El Silencio, fundada en 1340 y la más antigua de Sevilla. Casi todos se levantan cuando se acerca el Cristo del Silencio con su cara de moro, tallado por Francisco de Ocampo en 1609. Cuando pasa, llevando su cruz al revés, sólo se escucha el sonido de los zapatos de los costaleros y algún y otro comentario susurrado. La luna con su luz de marfil ilumina el baldaquino “veneciano” de plata de la Virgen de la Concepción, la Dolorosa más sobrecogedora del Siglo XX en Sevilla. Mira a su pueblo con esos ojos inmensos que ennoblecen el llanto y emanan consuelo a la vez.



A las 3 y media nos dejamos llevar por una corriente de cuerpos en busca de su soberano Salvador, Jesús del Gran Poder. Hay que llegar al otro lado de la Catedral, a la Plaza del Triunfo, por la que también se mueve solemnemente una doble fila de Nazarenos vestidos de negro riguroso, observados por el rostro cada vez más pálido de la luna llena. Lentamente, los costaleros traen el Paso de Cristo que más devoción evoca en Sevilla. Rodeado por angelotes, allí está el Dios de Sevilla, llevando su austera túnica morada, mirando con su oscuro rostro cubierto de sangre y sudor al mundo que le ha condenado, burlándose de Él con una corona de espinas. El Gran Poder clava la vista acusadora de sus ojos negros en todos los que se atreven contemplar su cara y no la olvidarán jamás – no olvidarán jamás su llamada a obrar bien. Va en silencio morado por la larga noche de la condena y traición, en busca de un mundo mejor, sin racismo, sin falso juicio y sin Calvario. ¿La salida del sol de la resurrección nos traerá ese mundo mejor?

La sombra morada del Gran Poder avanza al lado de las murallas del Alcázar. Regina le sigue al Señor, ensimismada y llorando, le acompaña con esa eterna sabiduría sevillana que las imágenes del arte sacro, aunque sólo sean dioses de madera, se vivifican con gran poder cuando la intensidad de la devoción lo exige, y hacen obrar bien a su pueblo mientras que ese pueblo se deje impresionar por la mirada del Gran Poder.

Son las 4 y media. Sintiéndose solo y abandonado después de que su Dios haya pasado por el Arco del Postigo, el pueblo de la Plaza de Triunfo se mueve hacia el otro lado de la Giralda, en busca de su Madre con cara de quinceañera. El silencio impuesto por el Gran Poder se retira y da paso a un ambiente de fiesta y alegría primaveral. Con la Centuria Romana de la Macarena vuelven las trompetas y tambores, los colores y la vida. Cuando ya haya pasado el gran Paso del Cristo de la Sentencia, se intensifican las peleas por conquistar un sitio en primera fila, o por lo menos en segunda, para tocar los varales del Palio de ELLA: la Esperanza Macarena.



Nosotros estamos en segunda, más ya no es posible. A nuestro lado, hay un grupo de guiris del norte. “Oye, ¿en qué lengua rara habla esa gente?”, me pregunta Cristina susurrando. Escucho un momento, luego contesto susurrando: “Es que no es una lengua, es un dialecto: holandés.” (Que Dios me perdone, pero tengo razón). Mientras que estamos tomando fotos y mirando con gran expectación al Palio de la Macarena acercándose, una holandesa del grupo ha conseguido adelantarse algo descaradamente y a empujones se coloca de repente en primera fila, delante nuestra. Cuando Teresa hace un gesto de desaprobación total poco disimulada, la turista rubia encoge los hombros y chapurrea “Una vez en la vida...”, mostrando una sonrisa un poquito falsa. Y se prepara a tomar fotos desde la primera fila. En este momento, Cayetana se lanza asomándose para aparecer sonriendo en la foto que acaba de tomar la holandesa. “Una vez en la vida – ¡yo en una foto holandesa!”La expresión de la cara de la turista también habría merecido una foto.

Pero mejor dedicar las fotos a la Diosa de Sevilla, la Macarena, ese rostro moreno entre llanto y esperanza. Lamentablemente, todas fotos me han salido movidas, sea por el movimiento del Palio que pasa sin pararse, o sea por emoción de un macareno que ha superado dos mil kilómetros para ver a su imagen viva en marcha triunfal por la Madrugá.

A las 6 y media de la mañana estamos sentados en las cadenas de la Plaza del Triunfo al lado de la Puerta de los Príncipes. Ya está amaneciendo cuando los Nazarenos de la Esperanza de Triana salen de la Catedral. Pero no nos alumbra la radiante salida del sol que esperábamos, de repente el cielo se ha puesto de color gris y parece que el tiempo va a cambiar. Cansados y sufriendo por nuestros resfriados de distintas intensidades, intercambiamos caramelos de sauco y eucalipto y jarabe contra la tos. Cayetana saca una micro-botella de Pedro Ximénez con las palabras: “Al final, esto es lo mejor.”

Incluso sin los rayos del sol, ELLA ilumina el mundo: la Esperanza de Triana. Su palio atraviesa la plaza, rodeada por una ola de devoción. Un grupo de jóvenes tira pétalos de flores, incluso Cayetana saca una bolsa de pétalos de su bolso (¡hay que ver cuántas cosas sorprendentes guarda esa chiquilla en su bolso!) para tirarlos hacia el Palio. Manuel, Cristina y Cayetana tienen lágrimas en los ojos cuando acaba de pasar la Virgen. Al final coronamos a Cristina con el resto de pétalos que quedaban en la bolsa de Cayetana, y su sillita plegable le parece un trono.



Viernes Santo, 18 de Abril 2014.

Paso el día tosiendo en la cama, lanzando maldiciones contra el que inventó el aire climatizado para poner enferma a la mitad de la humanidad. Finalmente, sobre las 9 cuando ya se ha puesto el sol, nos llaman los madrileños (Regina y Teresa se han quedado en Triana con su Cachorro) para salir a ver por lo menos el Paso más importante del día: La Mortaja. Nos cuesta animarnos para salir, el tiempo ha cambiado y ahora hace fresquito. Vamos dirección Alfalfa donde vemos, casi sin querer, la entrada de la Virgen de Loreto en San Isidoro. Luego nos encontramos con Cristina y Manuel al lado del Horno de San Buenaventura y tomamos un par de copitas para que nos entre calor.

El reloj marca la una y media cuando una nube de incienso invade la Calle Boteros y necesitamos un par de minutos para poder contemplar la magnífica escena de la Piedad roldanesca rodeada por toda su pompa y dramatismo del Barroco total. El viento nocturno mueve la mortaja colgando de la cruz. Esta noche reina la muerte, la resurrección aplazada para pasado mañana.



Sábado Santo, 19 de Abril 2014.
Siete puñales en el corazón que lleva en su pecho la Virgen de la Piedad de Los Servitas. Siete puñales en el escudo que muestra el estandarte de esa Hermandad. Sigue siendo mi favorita del Sábado Santo, aunque esta vez no la vemos donde casi siempre, en su “sitio estrella”, la plazita de Santa Isabel al lado de la fuente, poco antes de su entrada, sino por la Cuesta del Rosario.

Luego vamos con mucha prisa para ver la salida de La Trinidad de la Catedral. Un grupo de costaleros de la Virgen espera su turno al lado del Palacio Episcopal. Antes de que Cayetana pueda elegir su favorito, ya se desvanecen debajo del Paso que acaba de llegar. Es la hora azul del crepúsculo. En la Calle Alemanes hay un gentío enorme, muchos carritos para esperar la popular “Canina”. “Lo siento, pero ese Paso no me dice ná...”, comenta Cayetana cuando pasa el esqueleto que en este caso simboliza la muerte superada.

En el segundo Paso del Santo Entierro, lo más importante ya no se ve por tanto brillo de oro de la canastilla. “A mí me gusta mucho el oro, pero si hay un Paso en toda Sevilla que no deberían haberlo dorado, es éste,” opino al contemplar. Es que por tanto resplandor de oro y vidrio apenas se ve el magnífico Cristo muerto de Juan de Mesa dentro de su urna.“

Como de repente tenemos mucha hambre, decidimos ver la última procesión más tarde y vamos a cenar al “Baco” de la Calle Cuna. Allí tardamos más de lo que calculábamos, así que el postre no ha llegado cuando abajo por la calle ya avanza la noble cofradía de la Soledad de San Lorenzo.

“Eso sí es decadencia”, dice Regina, “estando aquí comiendo cómodamente y viendo abajo la última procesión pasando, y sólo miramos, sin penitencia ni ná....” Intentamos apaciguar la mala conciencia recordando que durante toda la semana hemos hecho penitencia pasando calor, y luego aguantando toda la Madrugá estando resfriados y con dolores. Claro que salimos a los balcones para contemplar la procesión allí abajo “desde la perspectiva arzobispal”, como dice Teresa. Impresionante la inifinita doble fila de Nazarenos vestidos de blanco y negro, y detrás la Dolorosa más antigua de Sevilla, sola y abandonada debajo de la sombra de la cruz. Una tragedia patética. Pero la vida sigue. Aunque esta noche el Resuscitado no llegue a la Catedral, porque empieza a llover, de esta Semana Santa del 2014 no nos podemos quejar, ya que después de tres años de diluvios semanasanteros que obligaron más o menos la mitad de las cofradías a quedarse en sus templos, la semana grande del 2014 sí ha sido radiante y llena de estampas bellísimas. Brindamos con copitas de Miura, cuando Cayetana empieza a decir bobadas en un intento de ligar aquí mismo con el guapo camarero (guapísimo la verdad). Lo dicho: la vida sigue. Y somos pecadores, por ello, la Semana Santa existe.

Texto + Fotos: Berthold Volberg

[print version] / [archivo: españa]

 

 



© caiman.de : [disclaimer] / [imprint] / [data protection]