[art_3] Argentina: El sueño

¡Ya está! El hombre se despierta y parpadeando mira al sol. Es un día tibio en Buenos Aires y la ciudad respira evidentemente. Las últimas semanas fueron insoportables. En cada rincón olía a sudor, hacia calor y también se quejaban unos muertos por la aguda escasez de agua. Pero los muertos no eran gente importante. Según la opinión popular el agua en Argentina no es escasa y hasta cierto punto esa opinión es justificada porque la Patagonia tiene mucha agua, solamente es la distribución la que no funciona apropiadamente. Como en otros países latinoamericanos. Este hecho no es importante en el siguiente cuento aunque se tratará del calor.

El hombre, un poquito pálido, se levanta lentamente y anda por la multitud. En todos los lados hay gente. Corren, exclaman, gritan y lloran. También la ambulancia y la policía forman parte de la escena.

Después de cinco minutos - a él le parecieron infinitos - Santiago Bustos atraviesa la multitud hasta llegar a la valla. Justo a tiempo para no ensuciar a alguien con su vómito. Pero será solamente un alivio breve. Todas las imágenes corren por su cabeza de nuevo y vomita otra vez. Nunca se sintió tan terrible antes en su vida. Había humo, personas gritando, la música, el ruido, miedo y rabia, el llanto de las sirenas que trascendían la noche… Y a cada instante ojos llorando, caras negras por el humo. Todo había pasado demasiado rápido.

"De repente nos rodeaba ese telón oscuro que nos sofocaba y como ratas intentábamos llegar afuera." Santiago tropezaba en el intento y ahora siente el dolor en la espalda porque muchos, sino todos los que estaban detrás, lo pisaron para escapar. Sin consideración, con miedo y pánico. Ahora se terminó. Por lo menos casi terminó porque las heridas se muestran, tanto dolor. Faltan las palabras. Al menos para Santiago. Aquí, en este momento. El había intentado encontrar al joven que lo había ayudado a levantarse cuando caía como si alguien lo hubiese fusilado. Por un instante breve podía ver su cara. Probablemente, ahora se da cuenta, el lo había defendido no solo de las pisadas sino también del humo intenso y oscuro. Una muerte negra. Todos hubieran sido capazes para escapar… Si, todos hubieran podido escapar de verdad! Pero esto no sucedió. Santiago llora. Nunca lloró en su vida. Ni siquiera por el fallecimiento de su abuela. Hoy es uno de estos días donde cambian las vidas, se replantean los valores, todo cede por la realidad.

Uno de aquellos hubiera sido yo. Uno de aquellos. Segundos deciden sobre el amor, la vida, sobre la muerte y la eternidad. La pérdida. ¿Se puede morir con dignidad? O sea: ¿podemos salir dignos de este mundo? Este mundo a el cual somos traídos sin que alguien nos pregunte antes, con el que tenemos que tratar, en el que actuamos. No encontramos nada y buscamos todo. El camino se bifurca pero es un laberinto del que no podemos salir. Anoche este callejón sin salida estaba cerquita y el Minotauro ya esperaba a muchas de ellos para desgarrarlos como sacrificio.

"Los cuerpos bordean las calles, huele mal, me siento horrible. Vomito, no queda nada en mi estomago. Estoy vacío. La cabeza, el cuerpo, todo disminuye. Un sentimiento de insensibilidad me ocupa."

Santiago se tambalea mareado por la valla pero no encuentra la salida. No la encuentra hoy ni mañana.

Texto: Andreas Dauerer

La noche del 29 al 30 de diciembre del año pasado no la olvidará nadie en Buenos Aires. En el barrio de "Once" toca la banda de rock "Callejeros". Esto no es nada especial, pero mientras tocan hay un incendio. Por una bengala el techo se incendia. De repente todo dentro está teñido con humo intenso. Hay pánico. Las puertas de emergencia estaban cerradas para que nadie entrara sin pagar. 192 personas fallecen esa noche en el boliche República Cromagnon. Hasta este semana ni un boliche abre sus puertas. Las investigaciones de quién es responsable por el cierre de las puertas de emergencia, todavía continúan.