ed 03/2017 : caiman.de

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[art_4] España: Pacheco – algo más que el suegro y maestro de Velázquez
 
Pacheco no pasaría de ser un autor de segunda fila si no hubiera sido el suegro y maestro de Velázquez, aunque tal vez sea este una afirmación excesiva, pues algunos méritos más deberíamos concederle.

Su pintura se encuentra incardinada en el manierismo tardío con ciertos toques de modernidad (en especial tras su viaje a la Corte) como las entonaciones cálidas o un uso cada vez más expresivo de la luz, como pueden verse en sus últimos retratos, a mi juicio lo más interesante de su producción.

Muchos de sus críticos (Pérez Sánchez) hablan del carácter leñoso de sus personajes, como si estuvieran esculpidos en madera, con un dibujo un tanto seco que también evolucionará en sus últimos años, aunque sin poder rivalizar con los nuevos modos de Herrera el Viejo o Roelas.



Más interesante parece su faceta como encarnador (pintor de esculturas religiosas), colaborando activamente con Martínez Montañés. En estas escultura abandonó pronto los estofados y utilizó colores naturalistas, adaptándose perfectamente a la escultura para, sin competir con ella, conseguir una mayor expresividad y realismo, especialmente en sus encarnaciones.

Sin embargo, lo esencial de Pacheco serán sus actividades no exclusivamente pictóricas. Sobrino de un canónico de la catedral supo integrarse plenamente en la élite cultural sevillana, relacionándose con poetas, humanistas, eclesiásticos y aristocráticos mecenas con los que llegó a constituir una academia informal que dominó el gusto artístico de la ciudad durante casi un tercio de siglo.



Imbuido en este grupo intelectual se interesó por la tratadística, creando uno de los primeros Manuales de Teoría pictórica hispanos: El arte de la pintura. Su publicación fue póstuma pero su manuscrito funcionó desde muchos años antes, influyendo a muchos pintores con su teoría del decoro puramente contrarreformista, con gran importancia de los temas iconográficos (Inmaculada, Crucificado...).



También estuvo trabajando durante toda su vida un interesante libro de retratos de personajes ilustres que dibujaba en busto y escribía una loa. En su taller, como ya dijimos, se educó Velázquez, que luego emparentaría con él al casarse con su hija Juana, y unos años más tarde Alonso Cano.

La inmaculada de San Lorenzo
 
Hoy queremos revisar uno de sus mejores cuadros (por lo menos a mi parecer) que ha regresado a su templo original (San Lorenzo, Sevilla). Desde el punto de vista iconográfico el cuadro ofrece un gran interés. Por una parte, representa perfectamente las ideas que defendiera ardorosamente como veedor de la ciudad y que terminarían por ser plasmadas en su famoso Arte de la Pintura.

Muy joven, casi una niña, con la mirada baja y los brazos unidos sobre el pecho presenta una silueta cerrada y estática, apoyándose en una afilada luna, recordando la idea de la mujer apocalíptica. En su parte baja, además del magnífico paisaje, se encuentran las distintas letanías dedicadas a la Virgen (también presentes en los ángeles) que forman parte intrínseca del la iconografía y que ya analizamos aquí.


A este modelo (ya tradicional en su obra y que influirá directamente en sus discípulos, como Alonso Cano o Velázquez, y otros autores jóvenes, como Zurbarán), Pacheco introduce novedades significativas, especialmente la aparición de la Trinidad, con el Padre y el Hijo en la parte superior derecha, y la presencia de los ángeles, mientras se eliminan los donantes que aparecían en otras obras sobre el mismo tema del autor.

En el terreno pictórico, la obra es una de las escasas ocasiones en la que el pintor abandona su estilo leñoso (Pérez Sánchez) por un colorido muy más amplio y un modelado más suave y delicado. Tanto la aparición de rosas y dorados como la factura menos seca se podría relacionar con la emergencia de nuevos pintores en Sevilla (especialmente Roelas), con el que guarda grandes afinidades estilísticas.




Pues no debemos de olvidar que esta obra fue realizada cuando el pintor ya tenía 60 años y Velázquez había salido hacia Madrid. Inolvidable es su paisaje inferior (verdaderamente naturalista) en donde se nos contrapone el edén (derecha) a una vista del Guadalquivir con su Giralda y torres del Oro y la Plata, siguiendo los modos iniciados en la ciudad por Alejo Fernández en su Virgen de los Navegantes.

Texto: Vicente Camarasa

Para saber más:
https://seordelbiombo.blogspot.de/

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