[art_4] Argentina: Catamarca en septiembre - parte 2 [parte 1]

Después de una noche corta vamos en el bus a San Salvador de Jujuy donde quedamos una sola noche y alquilamos un coche para el día siguiente. Dentro del bus había una conversación con un payaso argentino. El es pantomimo de verdad y también había recorrido Europa con su show, pero ahora vive a salto de mata. No obstante, nunca perdió las ganas de seguir con su vida movida y hablamos un poquito en alemán que aprendió mientras tenía una novia alemana en Friburgo. Al llegar a Jujuy vamos a un bar para tomar una copita juntos. El nos cuenta la razón de su estadía en la ciudad: Va a encontrarse con una chica que había conocido por Internet y estoy confundido cuando habla de la dificultad de encontrar a alguien que tenga una opinión franca y que no se vaya disfrazando todo el tiempo. Yo siempre pensaba que los Argentinos son más abiertos que los Alemanas con respecto a varios aspectos de la vida, mientras que en la opinión pública en Alemania, los chats se consideran espacios para gente poco sociable.


El día siguiente vamos de nuevo a lo largo de una quebrada larga con dirección a Purmamarca, pasando unos cuantos lugares de interés turístico. Las plantas de cactus nos acompañan todo el camino, una planta muy común aquí en el norte de Argentina y su leña se usa para construir puertas, techos, cajones y mucho más. Seguimos hacia Tilcara donde visitamos unas ruinas. Antes quedamos en el mercado en el centro porque mis amigos necesitan algunos regalitos para sus queridos. Las artesanías son casi iguales que las que venden en Perú y Bolivia y no resulta tan sorprendente si nos damos cuenta que solamente faltan 150 kilómetros hasta la frontera boliviana. Las ruinas no nos parecen tan impresionantes y vamos a Maimará donde podemos ver dos cosas distintas. Primero un cementerio que está ubicado en la colina dentro de la ciudad con sus tumbas pintorescas completamente desordenadas. Segundo descubrimos una formación andina tras del pueblo que se llama la Paleta del Pintor y - ¡brilla con varios colores que realmente parecen una paleta! Por erosión y varios minerales, la montaña absorbe distintos colores que varían con la luz del sol. El lugar nos invita a relajar y meditar un tiempo y tomamos la última copita de vino antes de regresar a Purmamarca.

El pueblito de Purmamarca queda cerca de la ruta 52 que va directamente a Chile. Al trasfondo hay una montañita que se llama el Cerro de los Siete Colores. Igual que la Paleta de Pintor son minerales que causan colores diversos y en realidad descubrimos aún más de siete colores. Especialmente impresionante a la luz de atardecer.

Pero estoy tan fascinado que decido volver en la alborada. El Cerro de los Siete Colores brilla más a la luz de la mañana y disfruto con el aire fresco y con un mate, mientras que los indígenas ya empiezan a preparar el mercado para los turistas que deben llegar cada instante. Durante el desayuno, hablo con un chico quien me recomienda las Grandes Salinas que quedan a dos horas en coche de Purmamarca. Con mi compañero decidimos hacer esa excursión. Por supuesto el chico ya sabe quien pueda conducirnos hasta las salinas. Estamos de acuerdo con el precio ofrecido y vamos juntos con una mujer argentina y una chica estadounidense por las montañas. El camino ya vale la pena y por serpentinas subimos al pico y cada curva permite otras vistas a los colores, valles y sierras.

Cuando pasamos el pico de 4.200 metros, vemos por primera vez las salinas relucientes de blancura como la nieve. Al llegar podemos comprobar que la comparación con la nieve es adecuada. Si no tienes gafas de sol, no podrás disfrutar de mirarlas. Trabajarán unas diez personas en las salinas que protegen sus caras con paños.

Con esta luz fuerte, reflejada por el suelo, seguramente ya mucha gente se quemaron la cara. La vista es fenomenal todo está dominado por la blancura de la sal. El viento produce panales en el suelo y a mi me parece muy bizarra toda esta situación, pero la aprovecho muchísimo. Una tienda pequeña ofrece artesanías típicas de la región: cristales de sal y discos de roca con dibujos indígenas.

Encontramos a un Argentino joven y discutimos con él sobre la política actual del país y me da la impresión que el joven tiene muy clara su opinión sobre varios temas. En otros países de América Latina raramente puedes discutir tan abiertamente sobre la situación política o social.

Antes del amanecer vamos con el bus a Hunahuaca donde podemos cambiar el coche para llegar a Iruya. El bus es uno de los viejos buses de los E.E.U.U. con poco espacio para las piernas y me duelen mis rodillas cuando pienso en este tipo de coche. El bus está llenísimo porque hay solamente dos idas por la mañana y por la tarde a Iruya y ¡necesitamos cuatro horas para un camino de 80 kilómetros! La pista está de roca, así que nos sentimos como si estuviéramos en una lavadora.

El pueblo está ubicado en una altura de 2.700 metros y ya esperan los chicos y chicas para llevar a los turistas a los hostales. También nosotros somos "víctimas" y una chica nos muestra un alojamiento. No estamos en la temporada alta y nuestra pensión queda en el pico de la colina.

La dueña es muy amable y las habitaciones con la vista al pueblo nos gustan y tomamos la oferta. Contempando los alrededores, vemos montañas que brillan en un verde esmeralda, marrón y amarilla y con el azul del cielo es un contraste enorme. La dueña de la pensión nos da un poco de mate y una especialidad de Argentina: Dulce de Leche. ¡Qué rico! Disfrutamos el calor de la luz porque al desaparecer el sol hace bastante fresco en estas alturas y nos preparamos para ir a comer. Aquí estamos un poco retrasados buscando un restaurante a las ocho de la noche. Normalmente, no hay ningún problema de cenar a partir de las nueve o diez de la noche, pero aquí solamente encontramos un restaurante que está abierto, pero no tiene vino. Antes de que podamos llegar a una decisión si nos quedamos o no, el dueño ofrece que podemos comprar un vino y tomarlo aquí. Así lo hacemos a gustito.

Muy temprano nos levantamos por la mañana para hacer el trekking por la quebrada. Dos horas marchamos bajo un sol rígido, cruzamos varios ramos del río y disfrutamos del agua fresca.

Durante el día - también a estas alturas - hace mucho calor, mientras que de noche hace frío. No hay mucha vegetación en la puna y solamente los colores y las formaciones distintas de las montañas nos llaman la atención.

Por la tarde tenemos que regresar a Humahuaca para dar la vuelta por Salta donde nos quedamos una noche más con un asadito y un baile para festejar los últimos días de nuestro viaje. Antes de regresar a Buenos Aires, cruzamos la ciudad de Rosario que está ubicada en el norte, a cinco horas en bus de la capital. Aquí nació el Argentino más conocido del mundo: Ernesto Guevara. No tiene muchas atracciones esta ciudad, pero disfrutamos el festejo de la primavera con los estudiantes que organizaron un festival de música con varias bandas locales.

Texto + Fotos: Andreas Dauerer