[art_3] México: Ritmo Delta - Una estilizada sátira del mundo editorial

Daniel Sada es un escritor de rigurosa formación clásica. Mientras que gran parte de los narradores de su generación se deleitaban en su juventud con los literatos de la Onda (José Agustín, Gustavo Sainz...) y otros escritores contemporáneos, el autor de Una de dos se sumergió desde su infancia y adolescencia en la lectura de los clásicos: los antiguos griegos, Cervantes, Góngora, Quevedo, Shakespeare. Actualmente, cuando incluso numerosos escritores beben poco de los clásicos, Sada deviene en lector atípico, y su escritura, también.

Ajena a las modas literarias y a los imperativos del Mercado, la escritura sadeana no obedece más que a sus propias leyes. La primera pasión de Sada fue la poesía, pero muy pronto dio el salto al cuento y la novela, géneros donde su talento ha dado los mejores frutos. Sin embargo, que se haya decantado por la prosa no significa que su narrativa esté exenta de elementos poéticos: algunas de sus novelas, por ejemplo, están escritas en octosílabos, métrica característica del corrido norteño.


Hasta la monumental Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (1999), con la que Sada cierra su ciclo del desierto, los escenarios predominantes de su narrativa fueron los pueblos y el desierto del norte de México. A partir de Luces artificiales (2002), su pluma conquista la urbe, una gran urbe cuyo nombre se escamotea al lector, pero que nos hace pensar indefectiblemente en la Ciudad de México. Ritmo Delta también transcurre en una enorme urbe —de la que tampoco sabemos el nombre—, en el año 2015. En esta obra, a diferencia de las anteriores, los protagonistas han dejado de ser gente poco ilustrada de los pueblos, siendo ahora editores y escritores de la ciudad.

En Ritmo Delta, Sada se interna en los vericuetos del mundo editorial para, por medio de la sátira y la parodia, develar su carácter eminentemente mercantilista. Roberto, licenciado en Letras Hispánicas, trabaja como dictaminador en la editorial Fronda, donde absurdamente tiene que aprenderse de memoria varios manuales que contienen la supuesta fórmula para la creación de best-sellers. Al poco tiempo lo despiden de la editorial, pero después lo contratan en Ediciones El Faro, donde propone publicar El sueño ayuda a la telepatía, novela escrita, hacía 25 años, por su abuelo Dagoberto Pastrana, cuyo apellido serviría asimismo como calificativo de su obra. Pese a la mala factura de El sueño ayuda a la telepatía, la mercadotecnia logra hacer de ella un best-seller. Como afirma el narrador: "cualquier libro mediocre podía tener éxito si se le montaba un exuberante aparato publicitario".

La editorial, interesada únicamente en las ganancias, sólo persigue un objetivo: publicar las obras que tengan mayores posibilidades de convertirse en best-sellers. Así, la Literatura se subordina al Mercado, y el escritor apreciado es aquél que sólo escribe para el gran público, el escritor- vendedor que se encarga de comercializar su propia obra. Aquí la filosofía cínica y mercenaria de uno de los editores, Jonás Parada, de la editorial Fronda: "Entonces, hay que empujar a los autores a que se vuelvan vendedores. Hay que sacarlos —al menos durante unos meses— de su comodidad creadora. Que se fleten con todo lo que representa el engorro de la promoción de las ventas. Que de una vez se eduquen de esa manera". Además, para asegurarse una fructífera venta de los libros, corrompen, con jugosas sumas de dinero, a los periodistas que pretenden despotricar contra alguno de sus best-sellers.

Dagoberto, que compartía con su nieto Roberto el gusto por la literatura, establece con él una rudimentaria telepatía durante los sueños, tema de trasfondo de la novela. El abuelo, un escritor pobre e invidente, un estorbo para su familia del que finalmente se deshacen mandándolo a un asilo, siempre había publicado en editoriales marginales, pero de pronto, gracias a las ventas millonarias de El sueño ayuda a la telepatía, se vuelve un escritor rico y famoso, un fenómeno mediático, un conferencista ultrabarroco que ni siquiera se entiende a sí mismo.

La prosa sadeana está indisolublemente ligada al ritmo, a la música. Si antes sonaba el corrido, en sus novelas urbanas suena el jazz. En esta última obra hay un pasaje donde el narrador funde con maestría el ritmo de un jazz estridente con una escena brutal en la que Roberto recibe una golpiza: "Imaginemos, mientras tanto, una música de fondo: jazz, puro jazz complejo discurriendo al compás de los golpes. Largueza de un solo de jazz acompañado de platillazos histéricos.

"Ritmo de puñetazos hasta que el cuerpo cayera totalmente flácido: ¡oh muñeco de trapo! [...]". Mediante la incorporación en Ritmo Delta de los diferentes lenguajes que cohabitan en una misma lengua, Sada crea una mosaico de ritmos, transportándonos de la precisión fría del lenguaje científico al lenguaje obscuro y delirante de los sueños, del lenguaje simple y soso del mundo empresarial, al lenguaje estilizado y barroco del escritor-artesano.

Indudablemente, el autor de Luces artificiales es un explorador y experimentador del lenguaje. A través de la sustantivización, de la adjetivización y de otros recursos, crea neologismos y nuevas posibilidades de expresión; revela al lector que los límites del lenguaje son también artificiales, los cuales transgrede siguiendo la lógica misma de la lengua. Sada no sólo enriquece el lenguaje creando neologismos, sino que también rescata expresiones y palabras (o acepciones en desuso) olvidadas en nuestra sociedad, desde registros atípicos del lenguaje coloquial mexicano hasta los cultismos y arcaísmos más inusuales.

Aunado esto a una sintaxis intrincada, a un uso singular de la puntuación, al uso de recursos como la aposiopesis, a un narrador que se inclina más por la conjetura que por la afirmación..., la escritura sadeana, que transita por la estética neobarroca, requiere siempre de un lector activo. Pese a las dificultades de su prosa, un elemento nos permite superar el barroquismo y terminar sus novelas incluso con una sensación de frescura: el abundante sentido del humor que contienen.
Daniel Sada no sólo es uno de los más conspicuos estilistas de la narrativa mexicana contemporánea, sino también uno de los más agudos observadores de la sociedad y la psicología del mexicano, mismas que logra captar y reflejar magistralmente, como lo hizo Juan Rulfo, a través su cada vez más amplia gama de personajes.

Daniel Sada, Ritmo Delta, Ediciones Destino, España, 2005, pp. 504.

Texto: José Antonio Salinas
Foto: amazon

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