logo caiman
caiman.de archiv
 

Costa Rica: Con una tabla de surf entre los dientes


Me desplazo sobre las mansas aguas dejándome arremolinar por las olas ya reventadas. De nuevo en la playa contemplo el diverso juego de las olas. Sus recorridos no son derechos, algunas veces vienen al borde playero por la izquierda, otras veces por la derecha, mientras que otras vienen de frente.

El sol trata de ganar más la atención. Ese quemar intransigente me pone de pronto en jaque haciéndome que me adormesca. Una hora después me despierto con una ligera resaca en la cabeza así que me decido avalanzarme en las aguas frescas. Mi compañero me sigue.

Apenas nos habíamos adentrado por lo menos tres metros en el agua cuando uno de dos futuros corredores de olas nos dice en voz alta que esta vida es una de las mejores - por lo menos creímos haberle entendido bien.

Nos decidimos adentrarnos unos cuantos metros más para coger una ola desde su punto más alto antes de que caiga rodando. Sobre ella, con los brazos hacia adelante y la cabeza inclinada, queríamos deslizarnos hasta llegar a la orilla. El agua nos llegaba a las rodillas y en el momento de seguir movimiento hacia adelante, vimos como dos inmensas olas, una detráz de la otra, estaban a punto de envolvernos, estas tenían la doble altura de una persona normal. Sin problemas nos sumergimos atravezándolas pero luego, al salir, nos dimos cuenta de encontrarnos más adentro de lo planeado, así que decidimos, en silenciosa y mutua comprensión, a nadar un poco más en dirección de la orilla. En vano!, el suelo, ese suelo fijo bajo los pies que en ningún momento nos hizo dudar ser los amos y señores del reino de poseidón, ya no estaba; la playa tampoco se dejaba ver más.

Cuando apenas nos envolvía el pánico, emerge del agua uno de los pequeños surfistas y nos coloca su tabla de surf entre los dientes. Con ella luchamos seguir en la dirección que el pequeño nos indicaba y que solo podíamos suponer sería la playa y su anciada orilla.

La siguiente ola que nos sorprendió por detráz hace que me separe de la dichosa tabla de surf para salir apenas dos metros detrás de los dos. A pesar de intentar alcanzarlos con una viva fuerza nadadora solo logré acercarme un poco y eso que para ello había mobilizado hasta mi última fuerza posible. Necesité treinta segundos para poder superar esa distancia ridícula. Cuando los tres nos acercabamos a la orilla el pequeño nos deja enseñandonos al próximo salvavidas con su boya roja. Logré cogerla en el instante próximo. Mi compañero de sufrimiento agarrado a media tabla y yo con una mano sobre la otra mitad y con la otra sobre la boya nos dejamos jalar por el salvavidas, quien con una fuerza muy suya nos lleva paralelamente a lo largo de la orilla. Como por milagro y después de unos metros más pudimos colocarnos de pie.

Con la advertencia de que hasta unos cincuenta metros uno se puede adentrarse en el mar, el salvavidas coge su boya y desparece. El pequeño surfista juega en aguas poco profundas. Nos saluda con un, algo cansado, "Pura Vida" ( típico lema de los costarisenses) al agradecerle por todo entregándole nuevamente su tabla de surf. Ahora sabemos cuanto lo habíamos malentendido.

Text + Fotos: Dirk Klaiber
Traducción: Juan Carlos Castro Díaz
para imrimir    







 
Archiv
nach




© caiman.de - impressum - disclaimer - datenschutz pa´rriba