ed 12/2011 : caiman.de

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[art_1] España: La Vera Cruz – la Iglesia de los Templarios en Segovia
 
La pequeña pero monumental ciudad de Segovia en Castilla tiene 18 Iglesias románicas. Ya hemos presentado las más importantes en ediciones anteriores, con una excepción. (Segovia – rebelde y románica). Falta todavía la más importante.

Se trata de un templo singular y no hay que buscarlo en el centro amurallado de esa ciudad medieval.

La Iglesia de la Vera Cruz se encuentra extramuros, al norte de Segovia, como si quisiera demostrar a cada visitante o peregrino ya desde lejos por aquella situación aislada: "Soy especial, soy única." Y lo es.

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Si contemplamos todas las iglesias románicas de Espana (excluyendo las catedrales como la de Salamanca, Santiago o Zamora) ese templo segoviano forma junto a San Isidoro en León y Santa María en Toro el triángulo de las más bellas  iglesias de estilo románico en la península ibérica. Hoy día la Iglesia Vera Cruz pertenece a la Orden de Malta. Arriba, a los dos lados del portal principal se puede ver, en color rojo y ya algo borrosa, la cruz de Malta. Pero fue edificada, como ya insinúa su nombre, por otra orden de caballería: por los Templarios. Las obras de la construcción de la Iglesia se concluyeron en el 1208. En una Capilla a la derecha se guarda aquella reliquia de la Vera Cruz traída por los templarios desde Jerusalén.

Al acercarse desde el sur, viniendo del casco antiguo de Segovia, la visión del templo puede resultar poco vistoso, de lejos no impresiona demasiado.

Sus dimensiones parecen modestas, la torre más bien baja – sobre todo comparada con otras torres románicas de Segovia (San Esteban, San Martín) – y sus fachadas destacan por su austeridad.

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La única decoración exterior son las tres columnas a cada lado del portal principal con sus capiteles que muestran monstruos ya medio borrados por el tiempo. Sólo la forma dodecagonal del edificio demuestra que aquí un templo único nos invita a entrar, para embelesar a todos los que descubran este decágono. Como sus arquitectos, los templarios, esta bella Iglesia está rodeada de mil misterios.

En su interior, tampoco nos espera una decoración suntuosa, el templo se presenta casi vacío. En la soledad austera de una de las capillas del ábside, debajo de una diminuta ventana está una estatua románica de la Virgen de la Paz. Al lado, en la capilla central, contemplamos un Cristo crucificado del Siglo XIII y al lado de la entrada a la Capilla de la Vera Cruz hay un bello relieve de estilo plateresco. El único retablo (Retablo de la Resurrección) ya no está en el ábside, sino en frente del portal lateral, compuesto por un ciclo de pinturas góticas que data de 1516 que muestran escenas de la Pasión y Resurrección de Cristo en vivos colores. Eso es todo.

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Algunos echarán de menos algo más de decoración, especialmente retablos. Pero la austeridad y la falta de añadiduras nada adecuadas contribuyen mucho a la impresión de autenticidad y exaltan aún más la belleza de esa iglesia.

Se trata de arquitectura pura. Arquitectura inspirada en las impresiones coleccionadas por los  templarios en la Tierra Santa. Allí hubo dos nobles modelos en Jerusalén para un edificio dodecagonal como lo encontramos aquí en el templo de la Vera Cruz: la Iglesia del Santo Sepulcro (en su forma original), pero también la Mezquita (!) de la Roca.

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En el centro del dodecágono de la Vera Cruz construyeron en medio de una rotonda otro dodecágono, como si fuera una torre interior de dos plantas. A la planta superior se llega por una escalera cuyos muros destacan por raros dibujos  de estilo oriental. En el corredor circular están colgando las diez distintas banderas de la Orden de Malta, según los idiomas de los países donde los caballeros de la Orden de Malta estuvieron presentes durante la Edad Media.

El modelo arquitectónico del Templo de la  Vera Cruz en Segovia destaca por su perfección del "doble dodecágono", modelo único en Espana, sólo en Portugal, en la ciudad de Tomar hay una iglesia similar, también erigida por los templarios. Con un poco de fuerza imaginativa, vemos entrar a los templarios con sus armaduras, banderas  y espadas, arrodillándose para rezar y prestar juramentos sacros ante el Crucificado (para luego romperlos de vez en cuando). Despertando de tal visión, podemos dar las gracias a Dios que hoy en nuestra civilización la defensa de la fe con la espada en la mano ya no es admitida en la buena sociedad.

Pero al final hay que agradecerles a los templarios por lo menos dos cosas. Primero, que hayan renunciado a la lucha contra el Islam, reconociendo además que la civilización oriental y musulmana estaba superior en muchos detalles a la europea de aquel entonces. Segundo, que hayan creado y edificado  esta  Iglesia maravillosa delante de las murallas de Segovia – según el modelo de un perfecto templo islámico, la Mezquita de la Roca en Jerusalén (transformada transitoriamente en Iglesia por los caballeros de la Cruz después de la conquista de Jerusalén).

En la mayoría de los edificios sacros hay un lugar concreto donde se concentra la santidad, sea  el Mihrab de una Mezquita o el Retablo Mayor de una  Iglesia. En este templo de la Vera Cruz buscamos en vano tal foco de lo sacro, sin embargo, todo el espacio emana una atmósfera tan sacra que hasta el más ateo queda hundido en silencio. Todo dentro de ese sacro dodecágono es santidad de piedra de arenisca y luminosidad. La Vera Cruz no necesita  retablos dorados o grandes esculturas de Cristos o Vírgenes para evocar la meditación.

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Casi tímida nos saluda la pequeña Virgen de la Paz en el vacío del ábside, ni siquiera un ángel la acompaña, sólo un ramo de flores rojas. Y el retablo gótico no está en el centro o en el ábside central, sino fue colocado en el margen izquierda de la Iglesia. El "centro sacro" de ese templo de 800 años no se puede fijar, está en todas sus partes: en las bóvedas, en la sombra apenas visible de un fresco del Siglo XIII a la derecha del ábside, en un rayo de luz que entra y en cada piedra iluminada. La inferior de las capillas del dodecágono central es muy baja, hay que agacharse para entrar, y parece muy oscura, casi triste. Pero cuando se abre el Portal, se derrama de repente un torrente de luz por todo el espacio e ilumina la cruz en el suelo de la capilla. En un momento así florece todo el encanto místico de ese dodecágono románico.

En la capilla central superior, debajo una cúpula califal, se encuentra un altar adornado con arcos mudéjares muy interesantes, algo similares a los del Claustro de San Juan de Duero.

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Otra vez una clara referencia islámica, quizás traída por los templarios desde Jerusalén. En los muros de la capilla hay unas ventanas muy estrechas por las que entra la luz y que ofrecen  sorprendentes perspectivas desde lo alto a la nave del templo. Se ve de repente un detalle del retablo mayor o una parte del portal. Sólo para la vista al Cristo románico en el ábside central han construido una ventana más amplia. A pesar de las ventanas tan pequeñas, la capilla superior del dodecágono parece bastante luminosa y unos bancos invitan a sentarse para meditar.

Alrededor de este altar se arrodillaron los templarios, algunos se habrán sentido como los 12 apóstoles – ávidos por proclamar el Evangelio, un mensaje de la Luz, en todas las partes del mundo. Pero en 1312, como resultado de una intriga asquerosa entre el Rey francés y el Papa, las tinieblas cubrieron la Luz y los templarios fueron asesinados y aniquilados por la Inquisición. La mayoría de sus caballeros fueron ejecutados después de torturas generosas y su rico patrimonio (el motivo nada santo para su destrucción) se lo repartieron el Rey y el Papa.

No pocos están convencidos de que  los templarios, presintiendo su destino funesto, escondieron un enorme tesoro. En casi todos los lugares donde los caballeros misteriosos dejaron sus huellas, hay  buscadores de tesoros.

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Sin embargo, el tesoro más grande que dejaron los guardianes del templo lo podemos encontrar en sus edificios que combinaron elementos del Occidente cristiano y del Oriente islámico. En sus iglesias dodecagonales de Tomar o de Segovia.

Texto + Fotos: Berthold Volberg

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