[art_2] España: Los Viajes póstumos de Cristóbal Colón

Actualmente, cada niño ya conoce su nombre y hay escritores que mantienen que él fue el segundo hombre más importante después de Cristo (o al menos el segundo más famoso): Cristóbal Colón, el descubridor de América. Por ende, parece casi lógico que muchos hayan intentado acapararlo para fines propagandísticos y que no tenga un solo sepulcro como cada hombre normal y corriente, sino en tres tumbas (por lo menos) sus restos mortales están esperando la paz eterna. Pero ésa no es fácilmente alcanzable para el descubridor del Nuevo Mundo, ya que durante los cinco siglos pasados dieron cuatro o cinco veces nueva sepultura a su osamenta, incluyendo dos travesías póstumas del Océano Atlántico, de Europa a América y viceversa.

Después de cierto olvido, con motivo del Quarto Centenario del descubrimiento de América en el año1892, renació el interés de investigar la biografía y los viajes de Colón y había sobre todo tres instituciones que se interesaron especialmente por sacar el descubridor del olvido y reclamarlo para sí.

La primera era la Iglesia Católica, la que buscaba una figura simbólica para evocar los comienzos de la cristianización de América. ¿Y quién habría sido más adecuado que el descubridor del Nuevo Mundo quien había iniciado la misión del continente? Además, en ese contexto también la significación simbólica de su nombre era de gran importancia. „Cristóforo“ (Cristóbal) quiere decir „el portador de Cristo“. Era él quien había llevado el nombre de Cristo y el cristianismo de Europa a las Américas. (Aunque es al menos dudoso si su motivación fue dominada por ideas verdaderamente cristianas...)

A fin de subrayar la importancia clave de Colón para la evangelización de América, en el año 1866 la Iglesia Católica incluso inició un proceso de beatificación para el descubridor. Pero al final el gremio eclesiástico que investigó su caso llegó a la conclusión de que Colón no era un santo. No es que ese resultado sea sorprendente, es más llamativa la razón de la negación. Lo decisivo para el fracaso de la beatificación no era tanto el hecho de que Colón había traído la esclavitud al Nuevo Mundo y vendido por primera vez indios en el mercado de esclavos de Sevilla – aunque no parece un comportamiento especialmente adecuado de un santo. Para los canónigos era más grave que Colón haya vivido como concubino con Beatriz de Harana. Así que no llegamos a tener un „San Cristóbal Colón“. Sin embargo, era un mérito de la Iglesia Católica haber sacado a Colón del olvido, dejando claro de una vez que fue él – y no el listo de Amerigo Vespucci – el descubridor de América. Desde que en el año 1507 el cartógrafo alemán Waldseemüller había bautizado las regiones transatlánticas „América“, honrando así a Vespucci, muchos pensaron que aquél - y no Colón - había sido el descubridor del nuevo continente.

Y hubo una segunda institución la que, motivada por la celebración del Quarto Centenario del descubrimiento en 1892 quería subrayar sus vínculos con Colón: el Ayuntamiento de Sevilla. La razón es obvia: los sevillanos estaban conscientes de que su ciudad tenía que agradecer buena parte de su riqueza, su universalidad y con ellas el florecimiento de las Bellas Artes en el Siglo de Oro a los viajes de Colón y al comercio de Indias que seguía al momento del descubrimiento. Sin la aventura de Colón, Sevilla nunca habría llegado a ser el centro económico del comercio de Indias y la sede del Consejo de Indias, nunca habría alcanzado una posición tan dominante en la historia mundial. Por ello, existía un enorme interés de „recuperar“ los restos mortales del descubridor genovés. Y en el año 1899 se cumplió ese deseo.

Dicen las malas lenguas que después de su muerte, Colón ha estado aún más de viaje que durante su vida. Muchos de sus „itinerarios post mortem“ son dudosos. Lo único totalmente cierto es que el „Almirante del Mar Océano“ murió lejos de la mar en Valladolid el día 20 de mayo de 1506 y fue sepultado en la cripta del Convento de San Francisco en la misma ciudad. Entre 1509 y 1513 su sarcófago probablemente fue traído a Sevilla a ruegos de sus hijos que vivieron allí, y encontró una nueva morada transitoria en una capilla del Monasterio de Santa María de las Cuevas (La Cartuja). Entre 1537 y 1539, después de la muerte de Diego Colón, hijo del descubridor, Doña María de Toledo, nuera de Colón y sobrina del Duque de Alba, pidió al Emperador Carlos V. que permitiera llevar los restos mortales del almirante a su segunda patria – la ciudad Santo Domingo en la isla Hispaniola. El emperador dió el permiso, pero el obispo de Santo Domingo se negó a principios ofrecer sepultura a un „forastero“ en su catedral – ¡pero ese forastero era el fundador de la ciudad!


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Finalmente, comenzó la quinta travesía del Atlántico del „Almirante del Mar Océano“ – esta vez como cadáver. Después de convencer al obispo, las urnas de Colón y su hijo Diego fueron sepultadas en la catedral más antigua de América. Pero tampoco ésa era la última morada del descubridor. Pues en el año 1795, seis años después de la Revolución Francesa, cuando las tropas republicanas de los franceses ocuparon Santo Domingo, los españoles tomaron el sarcófago de Colón y lo llevaron a toda prisa a la catedral de La Habana (Cuba).

Allí permaneció como un siglo, porque después de la guerra perdida contra los EE UU, cuando Cuba obtuvo su „independencia“, España decidió llevarse los huesos de la figura simbólica de Colón que así llegaron de nuevo a la ciudad que en su tiempo fue capital administrativa y puerto de Las Indias (América): Sevilla.

Se erigió un monumento fúnebre para el descubridor en la catedral sevillana. Pero los sevillanos se acordaron de que Colón había dicho en su testamento que no quería ser enterrado en tierra española – por rabia a causa del rechazo de sus reclamaciones por parte de la corona española. Por ello, su sarcófago en la catedral de Sevilla se encuentra flotando en el aire – en los hombros de cuatro estatuas de heraldos que representan los cuatro reinos de España: León, Castilla, Navarra y Aragón.

Posiblemente alentadas por la celebración del Quarto Centenario y la renacida popularidad de Colón, de repente tres ciudades declararon tener la „única auténtica“ tumba del gran genovés en su catedral: en la República Dominicana mantuvieron que el auténtico sarcófago con sus restos mortales siempre había quedado en Santo Domingo desde 1537, en La Habana dijeron que había llegado a la catedral de la capital de Cuba y permanecido allí, y en Sevilla estaban convencidos de que la urna del almirante había encontrado su última morada después de tan larga odisea.



Hay algo que todos los tres monumentos fúnebres tienen en común: se caracterizan por un mal gusto tremendo. El sarcófago de Colón en Sevilla parece un cuerpo extraño en la grandiosa catedral donde es quizás la única obra de arte de mal gusto. Esculpidas en el año 1900, las estatuas heroicas de los cuatro heraldos, decoradas con los escudos de los cuatro reinos, son marcadas por la tosca expresión del nacionalismo de aquella época.

La tumba antigua de Colón en Santo Domingo estuvo decorado con una reja llena de poesías tipo kitsch. Pero todo eso no es nada en comparación con un monumento mucho más reciente. Desconcertados y estupefactos estamos ante la monstruosa arquitectura tipo Mussolini que caracteriza el inmenso santuario de Colón construído por orden del presidente de la República Dominicana con motivo del Quinto Centenario del descubrimiento de América. Aquí trasladaron en el 1992 la urna del descubridor. La única idea original y bonita es la integración de de citas de grandes filósofos y citas de la Biblia que hablan de un Nuevo Mundo más allá del gran océano. Están inscritas en las losas de piedra que cubren ese bloque de hormigón. Parece que el genovés – aunque no quisieron su tumba aquí a mediados del Siglo XVI – ahora se está convirtiendo en una especie de héroe nacional de la República Dominicana.



En general, llama la atención que sobre todo gobiernos nacionalistas quieren declarar suyo a Colón, descubridor de nuevos mundos, para fines propagandísticos. En el año 1946 p. ej., el gobierno franquista encargó una investigación a Antonio Ballesteros sobre los viajes póstumos de Colón y Ballesteros llegó naturalmente al resultado de que el único sarcófago verdadero del almirante está en la catedral de Sevilla. El gobierno de la República Dominicana – la tercera institución que quería utilizar el nombre del descubridor para sus fines, encargó otra investigación en los años cincuenta del siglo pasado. No es sorprendente el resultado: los restos mortales del descubridor se encuentran sin duda alguna en la catedral de Santo Domingo, porque los españoles, al intentar de trasladarlos a toda prisa a La Habana en el 1795, cogieron una urna falsa (la que supuestamente contenía los restos de su hijo Diego).

Cuando en el año 1959, un experto estadounidense investigó los huesos del sarcófago en la catedral de Santo Domingo, llegó a la conclusión que pertenecen a distintos esqueletos. Posiblemente, se habían mezclado los huesos de Colón y su hijo Diego - ¿por casualidad o a propósito? Así que una parte quedó en Santo Domingo y la otra llegó a La Habana.

Sin embargo, hay otra hipótesis acerca de la última morada de Colón que es la más original de todas y ni siquiera tan improbable de lo que parece al primer instante. El autor de esa teoría es el italiano Gianni Granzotto quien la presenta al final de su brillante biografía de Colón, publicada en 1984. Según él, el cadáver de Colón nunca fue llevado fuera de Valladolid, sino quedó en la cripta del Convento de San Francisco. Es que los franciscanos, grandes rivales de los dominicanos, habían presentido la importancia de Colón y por ello entregaron alguna otra urna a su nuera, quedándose con la auténtica para evitar que cayera en manos de los dominicanos en la catedra de Santo Domingo.

El Convento de San Francisco en Valladolid lo derribaron a mediados del Siglo XX, pero la cripta subterránea con las urnas se ha conservado. Y encima de la cripta se construyó el Café del Norte, en el que hoy día hay muchas mesas de billar. Exactamente debajo de esas mesas de billar - según la hipótesis de Granzotto - se encuentra la verdadera tumba olvidada de Colón. Posiblemente, pronto nos será presentado el resultado de una nueva investigación científica encargada por el Ayuntamiento de Valladolid a fin de encontrar pruebas para la tesis de Granzotto o no sería sorprendente si construyeran un monumento fúnebre para Colón en medio de las mesas de billar...

Aunque la veneración de Colón a veces llega a extrañas exageraciones como el templo de hormigón en Santo Domingo: cuando ese 12. de Octubre, como cada año, unos 500 millones de personas en el mundo hispanohablante celebran el „Día de la Hispanidad“ en la fecha del descubrimiento de América, se deberían acordar de la persona a la que hay que agradecer esa fecha conmemorativa – con todas sus buenas y malas consecuencias. Colón no era ningún santo y naturalmente tampoco el „segundo hombre más importante de la historia“, pero el iniciador de la globalización y descubridor de un gran continente que no debería llamarse América, sino Colombia.

Texto: Berthold Volberg
Fotos: Berthold Volberg + Dirk Klaiber