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España: Un distribuidor automático de bebidas y un Arco romano en medio de la Nada
Después de mi excursión a Plasencia volví en Junio del 2015 a la Vía de la Plata, el antiguo camino comercial y de peregrinación que lleva casi 1000 kilómetros desde Sevilla hasta Santiago de Compostela. Como la ciudad de Plasencia oficialmente no forma parte del Camino a Santiago, al encontrarse una docena de kilómetros al este de la Vía de la Plata, está permitido tomar el autobús que me lleva de allí hasta Oliva de Plasencia, donde de nuevo me encuentro en la ruta oficial de peregrinación. Desde aquí la primera etapa me lleva 8 kilómetros por dehesas pobladas por toros bravos que dan miedo. Aunque las dehesas tengan medidas de seguridad como muros y alambradas, las mismas no son muy altas y apenas podrían retener un toro bravo enfurecido de atacarme. Los señales de aviso en las vallas de las dehesas tampoco consiguen tranquilizarme, más bien al contrario. Bueno, a lo mejor el miedo que tengo sea exagerado, porque a la izquierda y derecha de las alambradas que enmarcan la senda de peregrinos hay sobre todo toros jóvenes y pequeños y entre ellos tampoco hay toros negros, sino sólo unos de color marrón que parecen mansos y un par de blancos que parecen hasta inocentes. Así que vamos a seguir caminando a paso regular, ni de prisa ni lento. Gracias a Dios las alambradas no tienen que demostrar su estabilidad.
Pronto el sol llega a estar alto y el termómetro se acerca a los temidos 40° grados. Estamos a mediados de Junio y las dehesas ya están más secas de lo normal, la sequía del verano ha empezado pronto y como símbolo de advertencia de ahorrar agua caminando por esas soledades dominadas por la calor, de repente descubro en medio del camino una tortuga muerta, ya momificada. De mis 3 litros de agua ahora sólo me queda como medio litro y todavía hay que andar unos 20 kilómetros por el panorama infinito de encinas. Me está entrando casi vértigo por la calor y falta de agua.
Y allí aparece como un espejismo en medio de la estepa: el símbolo de la Vía de la Plata, el famoso Arco romano de Cáparra, construido hacia el año 75 d.C., único monumento en pie de la rica ciudad romana de Cáparra, abandonada pronto después del derrumbamiento del Imperio Romano. Con este arco singular de cuatro puertas envuelto en el olvido, casi nada quedó de esa ciudad, sólo su nombre y el magnífico arco como símbolo de la Vía de la Plata que proclama que aquí los peregrinos han dejado atrás más o menos la mitad del Camino. Actualmente, arqueólogos siguen excavando muros de casas romanas alrededor del arco y han abierto recientemente un nuevo centro de información, donde folletos y videos ofrecen datos detallados sobre la extinguida ciudad de Cáparra, la que resuscita aquí gracias al diseño gráfico.
Todo muy interesante, la verdad, pero lo siento: a mí de momento sólo hay una cosa que me interesa en este centro de información: es muy profano y mucho más reciente que 2000 años. Es que en mi guía he leído que aquí se encuentra un distribuidor automático de bebidas (y la única posibilidad en un radio de 20 kilómetros para rellenar mis "reservas hídricas"). Me arrastro hasta la puerta del centro. Dentro, debido al aire acondicionado, hace casi frío. Cuando mis ojos se hayan acostumbrado a la penumbra, uno de los guías del centro ya está a mi lado, proponiendo que me podría explicar la maqueta de Cáparra detalladamente. Con mi voz ronca de sed le doy las gracias, pero a la vez le respondo sin diplomacia supérflua que ahora mismo no tengo el más mínimo intéres en explicaciones arqueológicas y que el único destino muy profano de mis deseos es el distribuidor automático de bebidas.
La compra de 2 nuevas botellas de agua de 1,5 litros cada una resultará fundamental, porque sin esa nueva fuente de líquido no habría podido caminar los 20 kilómetros por dehesas que me faltan. En el horizonte me sigue acompañando el panorama borrosa de la Sierra de Gredos durante mi caminata hacia el norte. Aquí en la Extremadura, España sigue siendo diferente, porque apuesto que en el resto de Europa no existan señales de aviso en la carretera que indiquen que aquí toros pueden atravesar la calzada. Lamentablemente, este paisaje precioso y llena de soledad en el extremo norte de la Extremadura fue cortada por una autopista y los vías del nuevo AVE y eso será una de las razones por qué se encuentran tantas casas de campo vacías y abandonadas en esta región. Después de haber perdido gran parte de sus tierras por la construcción de la autopista, muchos campesinos se resignaron y se mudaron para vivir en ciudades. Atrás quedaron esas casas arruinadas que otorgan a esa región un ambiente de "Arcadia perdida" - en una de las ruinas el antiguo dueño ha pintado la lema: "Jesús, confío en tí". Esperemos que no haya sido en vano.
Como en un trance sigo caminando por la estepa poblada de encinas, para llegar después de 32 kilómetros y 6 litros de agua a mi destino para hoy: Aldeanueva del Camino. un pueblo bonito y verde, con muchas huertas, un puente antiguo y un ambiente muy relajado.
Antes de la cena estoy sentado en la plazita del Ayuntamiento donde dos chicos juegan al volante. De repente el mayor de ellos interrumpe el juego, me queda mirando y me pregunta si soy alemán. Sorprendido por tanta sagacidad tengo que admitir que "Sí." Será el comienzo de una conversación bastante divertida, ya que desde aquel momento los dos chicos empiezan a atacarme con frases (medias) en alemán. Ya saben hablar sorprendentemente bien y me cuentan que están nerviosos porque en 2 días tendrán un examen de alemán en una escuela privada (Nivel A1). Consigo calmarles diciendo que tanto su pronunciación como su vocabulario suenan bien y prometen buenos resultados. Pero los dos no me dejan en paz y quieren practicar conmigo a modo de preparación. Por turno pronuncian frases cada vez más largas en alemán, con bastantes faltas y me preguntan para corregirlas. Al principio no sé qué contestar, es que estaba preparado para todo tipo de problemas de la Vía: la calor de más de 40° grados, toros bravos que acechan al lado del Camino, albergues cerrados - pero nunca tenía un plan para ser de repente profesor de alemán al atardecer después de una caminata de 32 kilómetros. Intento a corregir sus frases, sin embargo, cuando ya me preguntan por explicaciones detalladas de gramática, ya no sé qué hacer y quiero desviar la conversación a otros temas, comenzando a hablar del fútbol (fútbol le gusta a todos).
"Odio el fútbol!", grita (en alemán) el mayor de los chicos (tiene 13 años). Afirma solemnemente que prefiere "dedicarse a cosas realmente importantes". Olé, parece que se me haya presentado el único niño intelectual del pueblo. Se apresura a declarar que tanto Messi como CR7 (Cristiano Ronaldo) le parezcan "idiotas iguales" y en vez de malgastar el tiempo jugando o viendo fútbol prefiera leer y estudiar. Su hermano joven admite que sí admira Ronaldo, sobre todo su postura antes de un saque libre le gusta como chuli. "¡Calla canalla! No digas esas tonterías, el fútbol entontece a la gente!", le advierte su hermano mayor. Vale, no hablemos de fútbol. La conversación vuelve al examen de alemán e intento en vano a explicar a los chicos la diferencia entre dativo y genitivo en el idioma alemán (los mismos alemanes ya no la entienden tampoco...). Finalmente, por gran suerte mía, la madre llama a los dos para que vengan a cenar y les deseo buen éxito para su examen. El sol se ha puesto ya, tengo que ir al albergue, porque mañana hay que madrugar de nuevo para seguir el Camino.
Texto + Fotos: Berthold Volberg
Recomendaciones y enlaces:
Alojamiento en Aldeanueva del Camino:
Albergue de peregrinos "La Casa de mi Abuela", (Calle Alcázar 4), uno de los mejores albergues en toda la Vía, cama para 13 Euros, tiene lavadora y secadora, microhondas y WLAN.
www.turismoextremadura.com
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