[art_2] América Latina: Buscando un Papa

El Espíritu Santo estaba durmiendo profundamente. O sea, que estaba ausente, expulsado de la Capilla Sixtina por el espíritu de la cobardía. No puede haber otra explicación de un resultado tan funesto como temido.
El nombre de Ratzinger apareció al final en más de dos tercios de los votos que se leyeron con alta voz debajo de las trompas del "Juicio Final" de Miguel Ángel.

El Cardenal Ratzinger: el rostro glacial del dogmatismo burocrático, el fariseo del poder arrogante y sumo sacerdote de la Inquisición, quien se encuentra años de luz alejado del auténtico espíritu de amor cristiano, porque para él, entre las tres virtudes teologales sólo cuenta la fe, la que está acostumbrado de defender sin piedad contra todo tipo de "impurezas". En vano buscamos en él un ejemplo del "Buen Pastor" quien se dirija con amor a su rebaño...

Y con años de luz se mide la distancia que separa Ratzinger de más de dos tercios de ese rebaño de 1300 millones de católicos. Será un Papa - como mucho - para defender los intereses de la Europa ultraconservadora, un Papa de una Iglesia rica, senil y sumamente cansada. Su elección es una bofetada para todo el continente católico de América Latina, tanto como para la Iglesia de África. Además, resulta una ofensa a todas las mujeres, las que para él son sólo cristianos de segunda clase.

Amplias partes de la Iglesia de América Latina reaccionaron con considerable desconfianza, a veces con horror apenas disimulado, a la elección de Ratzinger quien de Benedicto no tiene nada. Está muy presente en la memoria de casi todos los creyentes la doble moralidad del Vaticano determinada por Ratzinger al definir el papel político de la Iglesia. Mientras que en Polonia, la Iglesia oficial no mantenía para nada una neutralidad política, sino animó los luchadores de la Solidarnosc a manifestarse contra el régimen comunista llevando imágenes del Papa, el Cardenal Ratzinger se dedicó a ahogar en su lugar cada tipo de declaraciones de la Teología de la Liberación, amordazando a sacerdotes carismáticos como Ernesto Cardenal y Leonardo Boff .

Mientras que el Vaticano contribuyó decisivamente a la caída de las dictaduras comunistas a finales del siglo pasado - lo que sin duda era un mérito personal del Papa Juan Pablo II. - luego ni éste ni su sucesor Ratzinger ha condenado abiertamente el enemigo principal de la Iglesia: el capitalismo desalmado y desencadenado. Al contrario: la elección de Ratzinger demuestra que la junta directora de la comunidad de creyentes más grande del mundo no ha sabido dar el salto al tercer milenio. Ratzinger es sinónimo de retroceso. Posiblemente, su elección incluso provocará un nuevo cisma a mediano plazo. Pues, América Latina, donde está viviendo mucho más de la mitad de todos los católicos, desde Los Ángeles en el norte y Buenos Aires en el Sur, ya no aguantará la tutela colonialista redactada en el lejano Palacio del Vaticano. ¡Como si Roma, históricamente la capital del imperio más pagano, fuera todavía el centro del Mundo! El Pontificado de Ratzinger significará sobre todo más dogmatismo anti-cristiano y más centralismo romano-europeo. También podríamos llamarlo colonialismo clerical el intento de dirigir la Iglesia Mundial por reglas obsoletas definidas por viejos cardenales quienes viven allá en su torre de márfil del Vaticano, tan lejos de los problemas existenciales de su rebaño y pertenecen a ese aparato burocrático tan superfluo que se llama curia romana. ¡Qué distancias increíbles hay entre ese aparato burocrático y el mensaje original de Jesucristo! Nuestro Salvador, lo primero que haría si retornara es echar a todos esos tecnócratas pálidos de su Templo, porque lo que practican diariamente no es sino política, apenas velada por flores retóricas y teológicas, para defender sus prebendas y conservar su poder centralista.

La verdad es que ahora parece haber llegado el momento para proclamar otro Papa - allí, donde verdaderamente está latiendo el vivo corazón de la Cristiandad católica: en Salvador da Bahía, la "Roma Negra" de la nación católica más grande que es Brasil, en el lugar sagrado de Congonhas do Campo (Brasil), o en Guadalupe (México), a donde cada año llegan más peregrinos que a Roma.



Congonhas:
Santuário de Bom Jesus de Matosinhos

Todos esos lugares sagrados del continente católico están fuera del horizonte que puede ver Ratzinger alias Benedicto XVI., un Papa claramente europeo, desde su torre de márfil en Roma. No piensa en la miseria cotidiana de las Favelas de Río de Janeiro, Lima, México y Bogotá o en la lucha de jornaleros sin tierra por un par de hectáreas de campo árido, cuando pronuncie sus discursos retóricamente brillantes, pero casi cínicas en su ignorancia de las realidades y su espiritualidad hipócrita, ya que sirve para el mantenimiento del poder. En esos lugares inhóspitos esperarán en vano al nuevo Papa, allí sólo se encuentran abandonados, a veces incluso condenados por Roma - sacerdotes y monjas que pertenecen a las personas más valientes de América Latina, están al lado de los pobres con quienes comparten su vida, desafiando a latifundistas locales con sus ejércitos de paramilitares y solidarios contra la Hidra del capitalismo globalizado. ¿Cómo reaccionará el futuro Papa a la desesperación, a esa miseria, también globalizada? Seguramente como el anterior Pontifex Maximus: con silencio. ¿Por qué Juan Pablo II. y Ratzinger, su jefe ideológico, no dijeron nada claro para condenar los asesinos del arzobispo Romero en San Salvador - aunque el país entero sabía los nombres de esos desalmados que por colmo siguen allí más o menos en el poder? ¿Por qué el Vaticano no empleó su omnipotencia para excomulgar a los desalmados del clan de Saravia en El Salvador y al asesino mercenario D`Aubuisson, a Pinochet en Chile o al General Videla en Argentina en vez de ofrecerles respeto indirecto mediante visitas oficiales? Cierto que el Reino de la Iglesia no es de este Mundo, pero dar la comunión a dictadores que tienen las manos manchadas por la sangre de miles de víctimas no se puede justificar con ninguna excusa teológica.

Mientras que el nuevo Papa seguirá - como en sus tiempos de Cardenal - comentando, sin que nadie se lo pida, cuestiones tan "fundamentales" como las preferencias sexuales de su rebaño y sus pastores, el silencio papal con respecto a las verdaderas cuestiones decisivas de la humanidad también se prolongará. En África, Benedicto XVI. no tiene que abrazar a millones de huérfanos del SIDA - o sea, a uno de ellos por un segundo para una foto de toque "humanístico". Una razón principal de la existencia de esos niños olvidados de una generación perdida: el Padre nada santo Ratzinger seguirá negando la catástrofe del SIDA y condenando condones, abriendo así todas las puertas al virus mortífero que no conoce moral.

Hay que temer que Benedicto XVI. intensificará la burocratización de la fe y que durante su Pontificado la misógina y oscura secta del Opus Dei (¡qué blasfemia llamar una obra humana fundada por un enfermo quien sufrió trastornos mentales "obra de Dios"!) se divulgará como la peste o como un cáncer por el cuerpo de la Iglesia.

Y el Vaticano en sus palacios del poder no responderá a los problemas existenciales de la periferia (miseria dramática, SIDA, globalización), para no asustar a los mayores pagadores del impuesto eclesiástico...
Pero ya se levanta un Iluminado contra el Emperador ajeno a la realidad que reside en la arrogancia de Roma.
Ven y verás: ¡ya se está acercando el Lutero latinoamericano!
¡Despierta, Espíritu Santo, despierta!

Texto: Berthold Volberg
Foto: Thomas Milz