ed 03/2011 : caiman.de

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[art_2] España: Sensaciones del Peregrino (Segunda Parte) (Primera parte)
 
Cortamos en el peor momento, cuando ya teníamos dentro el gusanillo, cuando ya conocíamos a los peregrinos, sabiendo que muchos llegarían a la meta y a nosotros nos quedaban a casi seiscientos kilómetros...



Y lo prometido, es deuda, aunque con una "pequeña trampa" de más de trescientos kilómetros... había que retomar el Camino, pero por exigencias del guión que no vienen al caso, teníamos escasos diez días y queríamos llegar a Santiago ya que el año anterior terminó, permitidme la expresión, en coitus interruptus.



Ponferrada, duras tierras leonesas, castillo templario muy reconstruido, y frio en julio. Mochila recuperada, botas desempolvadas, conocimientos anteriores... y vuelta a los madrugones con impaciencia, aún sabiendo de las dificultades, pero con grandes compensaciones. Y vuelta a buscar hitos, y flechas amarillas y personajes con mochila anónimos que, seguramente volverán a dejar de serlo con el paso de los días. Nuevos pueblos desconocidos sucediéndose y descubriéndonos sus encantos (o no): Compostilla, Columbrianos, Camponaraya, Cacabelos, Villafranca del Bierzo (que bien merece parada y fonda), Pereje, Trabadelo, Ambasmestas, Ruitelán (curiosísimo albergue al lado del rio), Herrerías... y el ascenso en que seguro te ganas el cielo a O Cebreiro, con un cambio en el paisaje que poco a poco nos anuncia las tierras gallegas.



Más amaneceres espectaculares por encima de las nubes, con el aire fresco inundándote los pulmones, con la humedad del rocío mañanero, caballos y vacas mirando el cansino desfilar de los caminantes, animándose a seguirnos en ocasiones... y aldeanos ganaderos que saludan monótonamente a gente anónima desfilando por sus aldeas. ¿A cuántos habrán visto pasar?

Liñares, Alto del Poio, Fonfria, Biduedo, Triacastela, todos ellos con diminutas capillitas e iglesitas románicas rodeadas por cementerios. Piedra granítica y mucha modestia ,belleza y testimonio. San Gil, Samos, espectacular conjunto eclesiástico y espectacular entorno, Aguiada, Sarria, Fonte... cuantos bosques que parecen encantados desde hace decenas de kilómetros, donde la frondosa vegetación y el murmullo de un agua siempre corriente, lo inunda todo: la Naturaleza te protege.

Entre tanta belleza, nuevamente los males y los bienes del peregrino se van forjando: dolores de espalda, ampollas, quemaduras de sol… pero también gente entrañable que te saca una sonrisa cuando vas peor, gente extraña sacada de un cómic, esotéricos que buscan hallar la ¿verdad? por los caminos, friquis (también han llegado al Camino...), y cada vez más, grupos religiosos organizados de adolescentes que adulteran por completo el camino (paradojas de la vida), demasiada gente, demasiado ruido y tal vez demasiada carrera.

Italiano, francés, inglés, valenciano, catalán, andaluz... qué se yo... pero todos responden a Buen Camino! Barbadelo, Barreiros, Mercado, Pena... aproximándonos al kilómetro cien, distancia psicológica sobre todo para aquellos que salieron de Roncesvalles o quien sabe de dónde (siento envidia y rabia por la "trampa"), Ferreiros,Cortes, Portomarín, Gonzar, Ligonde, Eirexe, Lestedo... Casas revoltas, Palas del rey, Coto, Furelos, Melide... merece parada no por la belleza del pueblo sino por su magnífico pulpo, definitivamente, estamos en Galicia.



Boente, Castañeda, Ribadiso, Arzúa, Salceda, Brea, Santa Irene, Arca, Amenal, se intuye cada vez más la cercanía al destino, con pena por un lado, no deja de ser un viaje que termina, y con inmensa alegría por otro, llegas a tu destino.

Atrás quedaron los pueblecitos de cuatro casas invadidos por olores ganaderos, la cercanía a la ciudad se hace presente y va perdiendo encanto, sobre todo ante la chapuza que pongo de manifiesto: la construcción del aeropuerto de Lavacolla, que ha desviado el Camino bordeándolo… sensación inenarrable la de arrastrarte con tu mochila en busca de hitos con la concha bajo el bramido insoportable de los pájaros de acero. Ganas de llegar, polígonos que no cesan, más flechas, cansancio, agotamiento, San Marcos… y por fin el Monte del Gozo, desde donde se divisa el objetivo. Noche de fiesta peregrina, de renqueantes caminantes que ya son también amigos o algo más, de queimadas improvisadas y de cenas de despedida. Mañana es el gran día.

Los tres kilómetros que separan el Monte de Santiago en realidad ya no representan el Camino como tal. Supone tan sólo la entrada a una ciudad moderna y por tanto tan sólo el cruce de calles, puentes sobre circunvalaciones, ruido... lo más parecido al antiperegrinaje. En cualquier caso, se avanza intuyendo el objetivo, callejeando Santiago va dejando de ser una ciudad enladrillada cualquiera para irse vistiendo del granito grisáceo cubierto de musgo que la caracteriza. Las últimas flechas, los adoquines, el polvo de las pesadas botas... y el sonido de un gaitero que, estratégicamente colocado bajo el arco que da paso a la plaza del Obradoiro, anuncia la llegada a la meta en un día gris y ventoso del mes de julio.

Volvería a hacerlo, volveré a hacerlo, porque intuyo que cada Camino aún siendo el mismo, es distinto, al igual que lo son las etapas de una misma vida. Buen Camino!

Texto + Fotos: Mariángeles Ruiz Granados

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