[art_3] Venezuela: Piccola Italia entre pelícanos y langostas
Sol y lluvia en el paraíso de las islas Los Roques

Media hora despúes de la salida desde Maiquetía, desde el aeropuerto de la capital venezolana Caracas, aparece en medio del azul intenso el paraíso: En los próximos 8 minutos el grupo de turistas avídos al sol sobrevuelan las islas, las playas y los bancos de arena. De vez en cuando pueden ver parasoles y yates, los que se destacan entre los matices del azul del mar y ya el avión aterriza de manera espectular en el Gran Roque. Casi tocando el agua, el avión se mete en una pista llena de baches, una pista que de frente y de fondo está rodeada por el agua del mar. Bienvenidos a Los Roques.



Según la guía turista, sólo en los meses de noviembre y de diciembre llega la época de lluvia, por más poquito que sea. Ahora estamos a mediados de enero y aunque haga sol las calles están mojadas. “Llovió sólo por cinco minutos”, así nos saluda la dueña de la posada, pero - y eso me parece extraño - dice que hay que aprovechar la luz impresionante para sacar fotos esa misma tarde. Mientras hablábamos con ella la situación casi cae en un momento absurdo: En vez de recibirnos cordialmente se molesta por lo que aparece en nuestro voucher que sólo incluye pernocta y desayuno, dejando a un lado la cena la cual no resulta tan rentable para ella. Además, enfatiza que sin reservación de un dia antes, no se ofrece el servicio de cena en ningún lugar del Gran Roque.


Es de esperarse que todo turista normal reserve un viaje a Los Roques con todo incluído (pernocta, 3 comidas y excursiones) o por mediapensión (desayuno y cena). Sin motivo aparente el sólo alojamiento no es común. Nuestro paquete tiene un valor de US-$ 100 diarios (con desayuno incluido) por un cuarto que corresponde al de uno de la clase simple de acuerdo de acuerdo al estandart mundial. Y en vez de la playa tenemos en frente de la entrada un campo de basket lleno con material de construcción. Bajo circumstancias normales no nos molestríamos por los contratiempos ya mencionados porque lo que más nos deseamos es ir a las islas pequeñas, pero la lluvia es la goto que derramó el vaso ya que nuevamente empieza a llover y no escampa sino despúes de dos dias.

Gracias a Dios, el sol sale exactamente en el momento de empeorarse gravemente nuestro estado de ánimo: Los Roques en vez de ser un fin coronado de un viaje maravilloso por Venezuela pareciera un fracaso. Pero con la salida del sol, de un segundo a otro renace el esplendor de distintos tonos del color azul; se lanza un enjambre de pelícanos al agua para deleitar su paladar con un motón de peces, mientras las tijeretas de mar y las gaviotas tratan de sacarles su presa de la boca; regresan los pescadores a casa después de una larga faena y preparan los filetes de su botín en los ranchos abiertos de la playa; colocan en la arena las cojines del bar italiano, en los que pueden sentarse los turistas para tomar un coctail o comer un plato de gambas (completamente sin reservación). Y por supuesto, nos marchamos como toda la gente hace a las islas de playas bonitas para gozar el mar caribe, nadar, tomar el sol, hacer snorqueling y sobre todo, comer la ansiada langosta en uno de los restaurantes de la playa.


La pequeña Italia
Las consequencias de los palafitos, los que en la época del descubrimiento del nuevo mundo causarón el nombre de este pais maravilloso - Venezuela, llegarón hace 20 años a Los Roques a una nueva dimensión, junto con el inicio de la migración italiana. Hoy día en el Gran Roque la mayoría de las 60 posadas y todos los restaurantes y bares, así sean pocos, pertenecen a los italianos. Y así se establecía como inoficial idioma oficial en coexistencia con el castellano, el italiano. A pesar de ser muy temprana la fase de la migración italiana, los roqueños evidentemente se mezclaban con la gente recién llegada desde el sur de Europa: muchos de los niños en el Gran Roque son de cabello rubio y de ojos verdes. Las posadas italianas se construyerón y amoblarón con amor y sutileza, así que se distinguen de las posadas rusticas, comunes en el resto del país. No obstante, el estilo con buen gusto de las posadas en Los Roques no justifica los precios de US-$ 200-300 por habitación. Pero bien, a dolce vita del paraíso tiene su precio.


Las langostas
Se pescan desde noviembre hasta abril. En las islas más visitadas por los turistas existen restaurantes que ofrecen langostas de cualquier tamaño: de 700 gramos a 3 kilos. La langosta se vende por kilo y vale entre 22 y 30 euros. En el Gran Roque, si se quiere comer langosta de hecho se tiena que reservar un dia antes en uno de los restaurantes que pertenece a una de las posadas grandes. En las islas Franciquí, Madrizquí o Crasquí uno puede comer langosta entre las 12 y las 6 de la tarde diariamente y sin esperar (sin reservación aun). Allí el cocinero invita al comensal al cercado colocado en el orilla de la playa para mostrarle todas las langostas en reserva, sacan la langosta de su preferencia y la pesan. La manera de la preparación de las langostas asemejan de un reaturante a otro: a la plancha con ajo y matequilla; las maneras de matarlas varian desde sútil: les cortan las antenas y las ahogan en agua dulce, hasta brutal: colocan el cuchillo a lo largo y le pegan insistentemente con un garrote de madera hasta que el cuerpo se abra en dos.


Cayo Francisquí y Cayo Matrizquí/Cayo Pirata
La isla Cayo Francisquí es que está más cerca del Gran Roque y durante todo el día las lanchas de transporte se van y vienen. El desembarcadero en el Gran Roque se encuentra directamente en frente de la taquilla y cerca de lo que los lugareños llaman aeropuerto, que es sólo una pista de la llegada y salida de avionetas. La ida y vuelta en bote cuesta 4 euros, un parasól y dos sillas 8 euros (los precios en Cayo Matrizquí son iguales).

El Cayo Francisquí es una maravilla. La arena menuda de la playa contiene pedacitos de corales, pero en el agua la arena es absolutamente suave. Se puede caminar horas por el agua que llega de los tombillos a las rodillas o colocar una silla en un banco de arena y deleitarse plenamente del sol. En varios lugares los bancos de arena caen escarpadamente y el mar allí tiene una profundidad de varios metros así que se puede nadar cómodamente. En la playa se encuentra un restaurante de mariscos, que se catalogo entro los más caros de las islas (filete de barracuda 11 euro, calamares 7 euro, langosta 28 euros/kilo), aunque es muy recomendable, especialmente si se está huyenda del sol implocable del mediadia.


La isla Cayo Matrizquí está al lado de Cayo Franzisquí y a 10 minutos del Gran Roque. También cuenta con una playa encantadora. La playa mide 400 meteros, siendo cinco veces más larga que la de Francisquí, la Playa Medio del Cayo Francisquí para ser más exacto. Al final de la playa, cruzando a la izquierda uno llega pasando un banco de arena al habitado Cayo Pirata, el cual alberga a dos restaurantes sencillas.

Texto + Fotos: Dirk Klaiber